martes, 20 de junio de 2023

Política, educación y filosofía

    Decir que la educación y política son entes separados es alejar el pensamiento de la realidad actual: leyes de educación, formación y gestión de profesorado, presupuestos dedicados, decisiones en torno a la escuela pública, concertada o privada, planes de estudio, modelos de escuela o el deseado pacto educativo son algunos de los elementos que, indefectiblemente, unen política y educación. Así, lo queramos o no, la educación está asociada a la política, de momento, en ese sentido. Sin embargo, aunque las personas que gobiernen o las que estén en la oposición quieran proyectar sobre ella unos ideales propios, la educación ha de mantenerse inalterable, atendiendo a lograr fines que están por encima de cualquier interés partidista.
    Visto que no parece fácil implementar cambios en educación sin la injerencia de la política, necesitamos entender el concepto de esta y buscar nexos que nos lleven a buen puerto. Haremos un repaso rápido por la historia para encontrar estos puntos de unión.
    El deseo de Platón fue que los filósofos gobernaran. Aristóteles, en la Política, entendía al ser humano como el zoon politikon, el animal político, es decir, el que se socializa. En este sentido, para el filósofo formar parte de la polis (ciudad) y tener cierta actividad política es lo mismo porque la relación con la sociedad es algo inherente a la naturaleza del ser humano. Además, para Aristóteles, el fin de la política es buscar el bien común, como también defendió Platón antes, incluía la justicia, la paz, la igualdad o el bienestar para todos los ciudadanos.
    Santo Tomás de Aquino hablaba de una "autoridad" que ha de pensar en todos: "La pluralidad solo puede vivir como sociedad cuando uno preside y cuida del bien general". Esta referencia establece una relación entre el bien común y la autoridad que nos lleva a un término asociado al maestro y que hace que el camino docente confluya con el de gobernante: "autoridad" tiene su origen en la noción latina auctoritas, posición de preeminencia en un determinado ámbito que se tiene como consecuencia de haber crecido, en cuanto a prestigio y experiencia. Eso lleva a que otras personas te respeten porque reconocen tu valía. Esto puede aplicarse tanto a la docencia como a la política.
    Kant opinaba que sería beneficioso para los Estados que al menos las personas que se dedicaran a gobernar escuchasen a los filósofos. En su obra Sobre la paz perpetua, reclamaba la necesaria unión entre política y moral como unión indispensable para gobernar. Escribió: "No puede haber, por tanto, disputa entre la política, como aplicación de la doctrina del derecho, y la moral, que es la teoría de esa doctrina". En este ensayo publicado en 1795, esboza buenas ideas sobre una interdependencia necesaria tanto entre los individuos como entre los países, y es interesante cómo establece una lucha entre cooperación y poder en la que la cooperación debe vencer.
    A Maquiavelo se le considera el padre de la ciencia política moderna. En su obra habla de la búsqueda del poder por el poder mismo, separándolo, si es necesario, de la moral. Resulta sorprendente que, vista la narración sobre la ambición del poder sin escrúpulos, se tomara como manual político de la modernidad. Sus pensamientos plasmados en El príncipe, no eran la expresión de cómo le gustaría que fuera el poder, sino de cómo vio el uso del mismo en la realidad que le había tocado vivir.
    La tendencia dominante en la política actual a nivel global se aleja mucho de estos pensadores. Más allá de que no se pueda generalizar, lo que predomina en la actualidad son mensajes que alejan a unos de otros y que, buscando el desprestigio de las fuerzas contrarias y ganar batallas egocéntricas, alejan también a las personas a las que supuestamente representan. No necesitamos analistas y asesores de comunicación no verbal que les indiquen qué hacer para aumentar credibilidad; necesitamos diálogo, acercamiento, honestidad. Necesitamos una actitud conciliadora, un paso hacia el consenso y no esa conducta beligerante continua que no hace sino inflar la crispación de la sociedad. Porque las personas que se dedican a la política educan. Si la educación ha de tender hacia la convivencia, hacia la tolerancia, hacia los valores universales, es también acción necesaria de la educación lanzar un mensaje a los que gobiernan para que recuerden sus palabras o sus actos no solo los representan a ellos mismos o a los ideales de su partido, sino a toda la sociedad.
    Julio Ferreras catedrático y gran educador en una entrevista se atrevió con la siguiente frase: "Una mala política es el fruto de una ausencia de educación, y una mala educación es la consecuencia de una política fallida". Por eso la educación necesita de la política como la política necesita de la educación. Ver cómo los que nos representan no saben llegar a acuerdos también es muy mal ejemplo para todos los ciudadanos. Y que sus posturas estén aún más alejadas cuando se habla de educación es algo que no deberíamos perdonarles. Pero descubrir lo poco que esta significa para las personas que van a representarnos provoca una sensación de desesperanza que solo se cura recordando que hay miles de docentes que, a pesar de todo, ofrecerán su mejor versión para sacar lo mejor de niños y niñas. En los últimos debates electorales, a la educación se le ha dedicado 30 segundos. 
    Ante tal coyuntura, resulta casi utópico pensar que las élites políticas dejarán de lado sus desavenencias y se sentarán para llegar a acuerdos en educación. Ahora bien, para llegar a un acuerdo del tipo que sea no basta con aplaudir el acercamiento: hay que saber qué se acuerda, qué gustaría conseguir y a qué se estaría dispuesto a renunciar. Llegar a consenso supone proponer y ceder, construir algo con quien no siempre has de estar de acuerdo, entendiendo que la flexibilidad y el diálogo son esenciales para avanzar. Todo el mundo parece convencido de que se necesita un pacto social y educativo. La duda que me surge es si realmente nuestra sociedad está mentalizada para ese cambio, si está convencida de que la evolución es necesaria.
    Y es precisamente la acción de pensar en los demás a la vez que en ti mismo, lo que acerca la educación a la política, pero a aquella política que propugnaban los filósofos. Porque política es participar en la vida y en la sociedad, interesarse por lo que sucede alrededor, tomar parte con educación y ética. Por eso la educación no puede ser neutral, y esto no significa tender hacia una ideología u otra ni apropiarse de valores universales y hacerlos tuyos a conveniencia. Ahí está nuestro compromiso de abrir las puertas de las escuelas a todos los temas que vivimos fuera de ellas, porque las escuelas han de ser la vida misma. En el arte de educar no pueden faltar el respeto y la tolerancia hacia todas las opiniones ni la participación en el mundo en el que vives. La escuela es mucho más que el lugar donde se aprende matemáticas, lengua, inglés... La escuela es la oportunidad de crecer en sociedad, de aprender de los otros, de compartir, de dialogar.
    Un país es sano y maduro cuando le da importancia a la educación más allá de las ideologías. Si la élite política no la considera fundamental, tendrá que volver a la escuela para entenderlo.

Extraído de Bona, C. (2021). Humanizar la educación. Barcelona: Penguin Random House.

No hay comentarios:

Publicar un comentario