jueves, 18 de marzo de 2021

Pensamiento Creativo en el aula

El pensamiento creativo es una habilidad que suele ignorarse en la docencia, atribuyéndose más al alumnado, pero el educador que dispone de unos niveles altos de creatividad suele conseguir mejores resultados que los demás. Existen muchas definiciones de creatividad. Una de las que mejor se adapta al caso que estamos tratando es la de Ken Robinson, experto en creatividad reconocido en todo el mundo por sus contribuciones a las mejoras educativas, entre las que destaca su libro El Elemento. Ken Robinson define la creatividad como la capacidad de tener ideas nuevas que aporten valor. En el caso de un educador, existen muchas formas en las que puede aportar valor para sus alumnos a través del pensamiento creativo:

  • Huyendo de la clásica exposición con presentación de diapositivas y creando clases diferentes entre sí y diferentes respecto a las de otros educadores.

  • Convertir al alumno en profesor y al profesor en alumno mediante dinámicas de cambio de roles.

  • Crear juegos que giren en torno al contenido de la materia. Por ejemplo, juegos de preguntas y respuestas, test de opción múltiple estilo “¿Quiere ser millonario?” para que los alumnos respondan en conjunto, creación grupal de historias que giren en torno a la materia…

Utilizar el pensamiento creativo supone romper con los patrones mentales y las formas de pensamiento a las que la mayoría de la gente está habituada, por lo que al principio no es sencillo. Supone esfuerzo y voluntad. El educador que se rinde fácilmente y que se conforma con lo establecido nunca podrá convertir sus clases en algo creativo. En cambio, el educador al que le apasionan su materia y los retos encontrará motivador para sí mismo y para sus alumnos la experimentación de nuevos métodos de aprendizaje.

Recordemos que nuestro cerebro está formado por neuronas unidas entre sí a través de redes neuronales. Muchas de estas redes neuronales almacenan formas de pensamiento y de actuación, y no son fáciles de deshacer si no contamos con una motivación. Esa motivación pueden ser las ganas de ser cada vez mejores educadores o de que nuestros alumnos amen aprender. Si nos quedamos en nuestra zona de confort jamás podremos romper con los métodos clásicos de aprendizaje y las lecciones magistrales mantendrán su terreno, impidiendo que el juego y la creatividad enriquezcan la experiencia formativa.

martes, 16 de marzo de 2021

Empatía, cómo el educador debe ser capaz de ponerse en la piel de sus alumnos si realmente quiere transmitir conocimientos y destrezas de forma eficaz.

Esto está directamente relacionado con ser capaces de saber qué puede estar sintiendo una persona a través de la información que nos proporciona nuestro subconsciente. Algunas de las acciones que puede llevar a cabo un educador para ponerse en la piel de sus alumnos son las siguientes:

  • Si gracias a su procesamiento subconsciente descubre o intuye que un alumno suyo puede estar experimentando emociones dolorosas, no debe ignorarlo bajo ningún concepto. Deberá hablar con él y tratar de descubrir el motivo de esas emociones dolorosas para así poder ayudarle a que no obstaculicen su aprendizaje.

  • Con grupos grandes es difícil prestar atención a todos los alumnos para averiguar si sufren algún tipo de problema o no. En estos casos, el registro y posterior análisis de la participación en clase y de la asistencia a tutorías, así como de los resultados obtenidos en trabajos y exámenes, pueden desvelar qué alumnos necesitan un apoyo en su aprendizaje.

  • El educador siempre debe pensar en cómo le gustaría a él que se desarrollasen las clases si él fuese el alumno, hacerse la pregunta “¿qué querría yo ver, escuchar, experimentar si estuviese en el lugar de mis alumnos?”. Mantener siempre esta pregunta en mente le ayudará a corregir posibles errores comunicativos y docentes que pueda estar cometiendo.

  • Otra técnica eficaz para que los alumnos sientan que su profesor tiene empatía con ellos y que les comprende es imitar, reflejar su postura y sus gestos. Cuando el alumno habla con el educador, obviamente lo hará en una postura determinada y gesticulando de una forma determinada. Si el educador adopta la misma postura que el alumno mientras le está escuchando y a la hora de responder utiliza la misma amplitud, velocidad y énfasis de gestos (siempre y cuando el alumno no esté enfadado, en cuyo caso se deberán emplear técnicas de relajación emocional), el subconsciente del alumno procesará esta información y desencadenará emociones que le harán sentir al alumno que su profesor le entiende y que le puede ayudar. Y conseguir esto es un gran paso para todo educador.

jueves, 11 de marzo de 2021

Recursos visuales para complementar la comunicación verbal en el aula

Como vimos en el anterior post, la comunicación verbal en el aula se enriquece más cuando es acompañada de herramientas visuales. En este post, describiremos brevemente algunas de las más utilizadas.

Tabla: Las tablas utilizan la distribución en el espacio como información visual que complementa al texto, presentando la información en celdas organizadas por filas y columnas. Cada columna tiene asignado su propio tipo de información, de forma que las celdas que se encuentran debajo se corresponden con él y cada una de ellas muestra un dato referente al tipo de información de la columna. Es recomendable incluir una fila de encabezado para las columnas para que estos encabezados especifiquen de qué trata la columna que encabezan.

Matriz de cuatro celdas: Es una tabla de dos filas y dos columnas, que además de contar con una fila de encabezado para las columnas, cuenta con una columna de encabezado para las filas. En este caso, cada celda ofrece un dato que es fruto de la intersección entre el tipo de información de la fila y de la columna.

Mapa conceptual: Se trata de una especie de árbol genealógico que nos ayuda a comprender las relaciones de dependencia y de jerarquía que existen entre distintos conceptos. Son excelentes para presentar la información y comprenderla, pero no tan recomendables para memorizarla. Para fines memorísticos, una herramienta similar son los mapas mentales, de los que hablaremos más adelante.

Gráficos numéricos: Se trata de representaciones visuales de valores numéricos que ayudan a comprender crecimientos o descensos a lo largo del tiempo o entre diferentes grupos. Se utilizan especialmente para datos estadísticos. Existen muchos tipos de gráficos numéricos: de barras horizontales, de barras verticales, de líneas, circulares…

Diagrama de flujo: Para representar procesos en los cuales puede haber distintos resultados finales y distintos caminos para alcanzar dichos resultados, los diagramas de flujo son organizadores gráficos excelentes. Nos muestran un punto de partida en la parte superior y, a continuación, un paso en el que podemos responder de forma positiva o negativa. En función de qué respuesta hayamos elegido, tomaremos un camino u otro. Estos caminos podrán bifurcarse tantas veces como sea necesario hasta alcanzar uno de los posibles resultados finales.

martes, 9 de marzo de 2021

¿Alguna vez has pensado cómo una sola palabra puede afectar a las emociones de un alumno?

El idioma español cuenta con aproximadamente 80.000 palabras en su diccionario, a las que hay que añadir otras palabras de uso frecuente como nombres propios, extranjerismos o vocabulario técnico y científico. Se trata de una lengua muy rica y muy diversa que puede dar lugar a multitud de mensajes y a multitud de emociones.

¿Alguna vez has pensado cómo una sola palabra puede afectar a las emociones de una persona? Por ejemplo, un alumno que ha dedicado horas y esfuerzo a realizar un trabajo, experimentará emociones muy diferentes si su profesor le recompensa con un “excelente” que si le dice un “horrible”. Solo es una palabra, pero cambia por completo la química corporal ya que las emociones, son en realidad el resultado de reacciones químicas en el organismo.

Por este motivo, un educador debe tener siempre presente que el refuerzo positivo expresado de forma verbal resulta extremadamente útil para la aceleración del aprendizaje. Cuando el educador reconoce verbalmente el valor del trabajo de sus alumnos, en ellos se generarán una serie de emociones que impulsarán su motivación para continuar aprendiendo. Cuando el cerebro experimenta sensaciones placenteras, aprende más y mejor.

Por otro lado, la forma de utilizar el lenguaje determinará el nivel de comprensión por parte de los alumnos.

El vocabulario empleado por el educador debe ser conocido por los alumnos. Si el educador utiliza términos desconocidos por el alumnado, sean palabras técnicas o no, esto supondrá un obstáculo para la comprensión del mensaje. La dificultad de comprensión del mensaje provocará una frustración que crecerá cuantos más términos desconocidos haya en el mensaje verbal del educador, y esta frustración creará desmotivación en los alumnos y dificultará su aprendizaje.

El educador debe evitar el uso de términos genéricos que puedan crear confusión en la comprensión del mensaje. Por ejemplo, verbos como “hacer”, sustantivos como “gente” o pronombres personales como “ellos” pueden ser demasiado abstractos en determinados contextos y situaciones comunicativas. Si utilizamos estas palabras, debemos estar seguros de que nuestros alumnos entienden a qué nos estamos refiriendo exactamente. En la medida de lo posible trataremos de evitarlos, utilizando en su lugar palabras más concretas; por ejemplo, en lugar de decir “Dalí hizo grandes obras”, diremos “Dalí pintó grandes obras”. Fijémonos en cómo puede cambiar el significado del verbo “hacer” si modificamos el sujeto: “Gandhi hizo grandes obras”, “Jack Nicholson hizo grandes obras”, “Steven Spielberg hizo grandes obras”, “Gaudí hizo grandes obras”… Si nuestros alumnos no conocen al sujeto, no sabrán si las obras que hizo esa persona fueron pinturas, obras humanitarias, representaciones, películas u obras arquitectónicas.

Si el educador facilita apuntes escritos redactados por él mismo, debe recordar que los textos escritos pierden toda la comunicación no verbal que facilita la comprensión adecuada del mensaje, de modo que serán necesarias una sintaxis y una redacción muy cuidadas.

Existe una forma de comunicar mensajes a través de historias llamada storytelling. El storytelling utiliza los mecanismos de asociación del cerebro y ayuda a comprender un contenido a través de comparaciones y metáforas. Por ejemplo, si queremos contarles a nuestros alumnos cómo funciona la plasticidad neuronal, podemos utilizar una historia en la que la protagonista sea una neurona que tenía unos amigos con los que casi no se hablaba. Llegaron unas neuronas nuevas con las que hizo buenas migas y se unió a ellas. Esto representa la desconexión por parte de una neurona de determinada red neuronal que el cerebro no utiliza y el uso de esa neurona para crear una red neuronal nueva. Contado de esta forma, a muchos alumnos les resultará más fácil de entender debido a que la imaginación se activa mucho más ante una historia que ante una información presentada de forma no narrativa.

Nunca hay que olvidar que una imagen vale más que mil palabras, ya que nuestro cerebro está evolutivamente más preparado para procesar la información visual que la información verbal. Es por ello que la comprensión del mensaje verbal puede facilitarse a través de la comunicación visual, de forma que ambas se complementen. Unas palabras acompañadas de gráficos, dibujos o fotografías serán siempre mucho más fáciles de comprender y de recordar para el alumnado. Recursos como las tablas o los mapas conceptuales son herramientas muy útiles y que descubriremos en el siguiente post.

Por otro lado, para mejorar nuestra comunicación verbal como educadores, es interesante conocer cómo funciona el procesamiento verbal a nivel cerebral. En nuestro cerebro existen dos áreas específicas encargadas del lenguaje: el área de Wernicke y el área de Broca.

El área de Wernicke se encuentra junto al córtex auditivo primario y se encarga principalmente de procesar la comprensión del mensaje verbal.

El área de Broca se encarga principalmente de procesar la producción del mensaje verbal y está vinculada con el córtex motor, que es el que procesa todos los movimientos del cuerpo, incluidos los de la lengua y la boca.

Para el alumno, procesar el mensaje verbal escuchado es una tarea que exige una menor actividad neuronal que producir un mensaje propio a modo de respuesta, debido a que las áreas del cerebro involucradas son más en el segundo caso:

  • Al procesar un mensaje verbal escuchado, intervienen el córtex auditivo primario y el área de Wernicke, en ese orden.

  • Al responder a un mensaje verbal escuchado, intervienen el córtex auditivo primario, el área de Wernicke, el área de Broca y el córtex motor, en ese orden.

Sabiendo esto, el educador debe procurar que sus alumnos produzcan mensajes en lugar de limitarse sencillamente a escucharlos. Por ejemplo, haciéndoles preguntas o utilizando una metodología de enseñanza por elaboración en lugar de métodos afirmativos. Así aumentarán su atención, su concentración, su motivación, su involucración y su creatividad. Y todo ello gracias a una mayor actividad cerebral. Por eso se dice que recordamos un 70 % de lo que decimos, mientras que solo recordamos un 20 % de lo que oímos.  

jueves, 4 de marzo de 2021

Estilos y etapas de aprendizaje

Los métodos o estilos de enseñanza que vimos previamente hacen referencia al educador, en el sentido de que depende de él cuál elegir. Sin embargo, los estilos de aprendizaje dependen directamente del alumno y el educador no puede elegirlos a voluntad. Se distinguen tres grandes formas de interpretar la información, lo que da lugar a tres tipos de alumnos:

  1. Visuales. Interpretan la información principalmente a través de imágenes y estímulos visuales como los gestos. Una forma eficaz de detectar a este tipo de personas es a través de su lenguaje: utilizarán con mayor frecuencia palabras como ver, mirar, fijarse… Por ejemplo: “¿Has visto?”, “Mira, Pedro…”, “Fíjate”.

  2. Auditivos. Interpretan la información principalmente a través de sonidos y estímulos auditivos como el volumen o el tono de la voz. Una forma eficaz de detectar a este tipo de personas es a través de su lenguaje: utilizarán con mayor frecuencia palabras como “escuchar”, “oír”, “decir”… Ejemplos: “Escucha, Pedro…”, “Oye…”, “Lo que quería decir era…”.

  3. Kinestésicos. Interpretan la información principalmente a través de sensaciones y estímulos táctiles como el contacto. Una forma eficaz de detectar a este tipo de personas es a través de su lenguaje: utilizarán con mayor frecuencia palabras como “sentir” y expresiones relacionadas con las sensaciones. Ejemplos: “¿No sientes como si…?”, “Tengo la sensación de que…”, “Eres muy frío”…

Si hablamos a una persona visual, adaptaremos nuestro lenguaje al estilo de comunicación visual y acompañaremos nuestro discurso con imágenes y dibujos sobre la marcha; si hablamos con una persona auditiva, adaptaremos nuestro lenguaje al estilo de comunicación auditiva y variaremos el tono y el volumen de voz durante nuestro discurso, además de utilizar determinados estímulos visuales para captar o recuperar la atención (por ejemplo, una palmada) y; si hablamos con una persona kinestésica, adaptaremos nuestro lenguaje al estilo de comunicación kinestésico y pondremos las sensaciones por delante de los datos objetivos, además de usar el contacto físico como herramienta de empatía (por ejemplo, chocando las manos).

Sin embargo, lo habitual para un educador es encontrarse ante grupos heterogéneos de alumnos, en los que puede haber personas visuales, auditivas y kinestésicas. Por este motivo es adecuado combinar las técnicas de los tres sistemas de representación. Por ejemplo, al mismo tiempo que ilustramos nuestras palabras con imágenes, variamos el tono y el volumen de la voz y chocamos las manos con quien responda correctamente a nuestras preguntas.

Ahora veremos las etapas a través de las que se construye el aprendizaje. Irremediablemente, todo proceso de aprendizaje pasa por estas cuatro fases o etapas:

  1. Incompetencia inconsciente (“no sé que no sé hacer esto”). El alumno todavía no es consciente de que no es capaz de hacer algo, sencillamente porque no conoce la existencia de ese algo.

  2. Incompetencia consciente (“sé que no sé hacer esto”). Una vez que el alumno se vuelve consciente de la existencia de ese “algo”, se vuelve también consciente de que no sabe utilizarlo. El alumno ha dado un salto de conocimiento de existencia, el primero para alcanzar el aprendizaje.

  3. Competencia consciente (“sé que sé hacer esto”). Conforme va aprendiendo mediante las lecciones del educador, el alumno conoce cada vez más el funcionamiento y se vuelve consciente de que sabe utilizarlo. Es en esta etapa cuando se van construyendo las redes neuronales que irán almacenando los conocimientos y las destrezas. Sin embargo, aunque hay conocimiento, todavía no hay dominio real.

  4. Competencia inconsciente (“no sé que sé hacer esto”). Cuanto más practique un alumno, más se aproximará a esta última etapa del aprendizaje, que ocurre cuando hacemos algo sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo, tal y como ocurre cuando pedaleamos en una bicicleta. En este punto, el procesamiento de la información ocurre a un nivel subconsciente y a una velocidad mucho mayor que durante la competencia consciente. Es por este motivo que alcanzar la competencia inconsciente debe ser el objetivo para cualquier persona que quiera dominar realmente un campo. Sin embargo, pasar del nivel de competencia consciente al nivel de incompetencia inconsciente supone mucho más tiempo y esfuerzo que recorrer los tres primeros niveles juntos. En el nivel de competencia consciente se crean las redes neuronales que sostendrán todo el conocimiento y las destrezas adquiridas, pero para que esas redes neuronales se puedan activar de forma inconsciente será necesaria mucha práctica. Y dicha práctica se podrá lograr mucho más rápidamente con un método de enseñanza por elaboración que con un método de enseñanza afirmativo.

martes, 2 de marzo de 2021

Estilos de enseñanza

A la hora de transmitir conocimientos y destrezas nos encontramos con distintos estilos de enseñanza que podemos utilizar en función del momento y del grupo de alumnos ante el que nos encontremos. Del mismo modo, cada persona contará con un estilo de aprendizaje propio que estará relacionado con sus inteligencias y al que deberemos prestar atención para poder adaptarnos a él.

Los estilos de enseñanza se suelen agrupar en dos grandes categorías: métodos afirmativos, que son aquellos en los que el proceso de enseñanza-aprendizaje se centra en el educador, y métodos por elaboración, que son aquellos en los que el proceso de enseñanza-aprendizaje se centra en el alumno. Dentro de cada uno de ellos, a su vez, encontramos otras subcategorías.

  1. Métodos afirmativos

    1. Método expositivo. Implica que el educador realiza una comunicación unidireccional respecto a los alumnos, exponiendo la teoría y dejando poco o ningún lugar para la retroalimentación. Cuando un educador utiliza el método expositivo, los alumnos juegan un papel pasivo en el que se activan pocas zonas del córtex cerebral (la auditiva, parte de la motora si escriben y poco más). Este papel pasivo provoca que la atención fluctúe mucho más y se pierda la concentración por parte del alumnado. La recomendación es utilizar el método expositivo en dosis muy rebajadas y combinado con otros métodos más activos. En el caso de tener que utilizar el método expositivo durante un tiempo largo, debemos procurar realizar movimientos paseando por el aula, ilustrar nuestras palabras con dibujos en la pizarra, introducir chistes entre la exposición y cualquier otra acción que haga la lección más amena y variable. Cuanta mayor sea la variación de estímulos, más atención prestará el cerebro.

    2. Método demostrativo. Implica que el educador demuestra a los alumnos cómo realizar un proceso y los alumnos lo imitan para conseguir el mismo resultado. En este caso nos encontramos ante un método más activo que el expositivo, pero en el que existe un tiempo de actividad pasiva: mientras el educador demuestra, la comunicación sigue siendo unidireccional. Es por este motivo que debemos procurar aplicar en esta fase las mismas técnicas de variabilidad que comentábamos al hablar del método expositivo. Además, será de gran ayuda acompañar la demostración con un esquema visual en la pizarra o en otro soporte que ayude a los alumnos a comprender y retener mejor los pasos del proceso, así como a poder recurrir a ese soporte visual en el momento de la imitación.

  2. Métodos por elaboración

    1. Método interrogativo. Implica que el educador y los alumnos establezcan una comunicación bidireccional en la que las preguntas tengan el papel protagonista. En lugar de explicar la lección como en el método expositivo, el educador proporciona una base muy breve y los alumnos deben preguntarle lo que deseen saber para completar el conocimiento completo de la lección. El método interrogativo, por tanto, activa más áreas cerebrales que cualquiera de los métodos afirmativos, ya que entra en juego el pensamiento creativo con el que los alumnos deberán discurrir las preguntas correctas para poder comprender la lección en su totalidad. Durante el uso de este método se puede permitir la utilización de apoyos como los apuntes, el libro de texto o incluso Google.

    2. Método por descubrimiento. Es el alumno quien lleva a cabo por completo el proceso de aprendizaje. El educador se limita a formular una pregunta o a proponer una actividad que los alumnos deberán resolver investigando por su propia cuenta en las fuentes que deseen. Si bien en el método interrogativo el educador mantenía un papel bastante activo respondiendo preguntas durante todo el tiempo, en el método por descubrimiento pasa a un segundo plano y actúa únicamente como fuente alternativa y como solucionador de dudas que vayan surgiendo sobre la marcha. De todos los métodos, este es el que más áreas del cerebro activa, ya que implica construir la información, conectarla y crear una solución del problema de entre todas las que pueda haber. Por tanto, a nivel de aprendizaje es el que más aporta a los alumnos, siempre y cuando se mantengan unos niveles de medición por parte del educador; por ejemplo, asegurarse de que los alumnos no han extraído de Wikipedia con un “copiar-pegar” la solución al problema planteado.