martes, 9 de marzo de 2021

¿Alguna vez has pensado cómo una sola palabra puede afectar a las emociones de un alumno?

El idioma español cuenta con aproximadamente 80.000 palabras en su diccionario, a las que hay que añadir otras palabras de uso frecuente como nombres propios, extranjerismos o vocabulario técnico y científico. Se trata de una lengua muy rica y muy diversa que puede dar lugar a multitud de mensajes y a multitud de emociones.

¿Alguna vez has pensado cómo una sola palabra puede afectar a las emociones de una persona? Por ejemplo, un alumno que ha dedicado horas y esfuerzo a realizar un trabajo, experimentará emociones muy diferentes si su profesor le recompensa con un “excelente” que si le dice un “horrible”. Solo es una palabra, pero cambia por completo la química corporal ya que las emociones, son en realidad el resultado de reacciones químicas en el organismo.

Por este motivo, un educador debe tener siempre presente que el refuerzo positivo expresado de forma verbal resulta extremadamente útil para la aceleración del aprendizaje. Cuando el educador reconoce verbalmente el valor del trabajo de sus alumnos, en ellos se generarán una serie de emociones que impulsarán su motivación para continuar aprendiendo. Cuando el cerebro experimenta sensaciones placenteras, aprende más y mejor.

Por otro lado, la forma de utilizar el lenguaje determinará el nivel de comprensión por parte de los alumnos.

El vocabulario empleado por el educador debe ser conocido por los alumnos. Si el educador utiliza términos desconocidos por el alumnado, sean palabras técnicas o no, esto supondrá un obstáculo para la comprensión del mensaje. La dificultad de comprensión del mensaje provocará una frustración que crecerá cuantos más términos desconocidos haya en el mensaje verbal del educador, y esta frustración creará desmotivación en los alumnos y dificultará su aprendizaje.

El educador debe evitar el uso de términos genéricos que puedan crear confusión en la comprensión del mensaje. Por ejemplo, verbos como “hacer”, sustantivos como “gente” o pronombres personales como “ellos” pueden ser demasiado abstractos en determinados contextos y situaciones comunicativas. Si utilizamos estas palabras, debemos estar seguros de que nuestros alumnos entienden a qué nos estamos refiriendo exactamente. En la medida de lo posible trataremos de evitarlos, utilizando en su lugar palabras más concretas; por ejemplo, en lugar de decir “Dalí hizo grandes obras”, diremos “Dalí pintó grandes obras”. Fijémonos en cómo puede cambiar el significado del verbo “hacer” si modificamos el sujeto: “Gandhi hizo grandes obras”, “Jack Nicholson hizo grandes obras”, “Steven Spielberg hizo grandes obras”, “Gaudí hizo grandes obras”… Si nuestros alumnos no conocen al sujeto, no sabrán si las obras que hizo esa persona fueron pinturas, obras humanitarias, representaciones, películas u obras arquitectónicas.

Si el educador facilita apuntes escritos redactados por él mismo, debe recordar que los textos escritos pierden toda la comunicación no verbal que facilita la comprensión adecuada del mensaje, de modo que serán necesarias una sintaxis y una redacción muy cuidadas.

Existe una forma de comunicar mensajes a través de historias llamada storytelling. El storytelling utiliza los mecanismos de asociación del cerebro y ayuda a comprender un contenido a través de comparaciones y metáforas. Por ejemplo, si queremos contarles a nuestros alumnos cómo funciona la plasticidad neuronal, podemos utilizar una historia en la que la protagonista sea una neurona que tenía unos amigos con los que casi no se hablaba. Llegaron unas neuronas nuevas con las que hizo buenas migas y se unió a ellas. Esto representa la desconexión por parte de una neurona de determinada red neuronal que el cerebro no utiliza y el uso de esa neurona para crear una red neuronal nueva. Contado de esta forma, a muchos alumnos les resultará más fácil de entender debido a que la imaginación se activa mucho más ante una historia que ante una información presentada de forma no narrativa.

Nunca hay que olvidar que una imagen vale más que mil palabras, ya que nuestro cerebro está evolutivamente más preparado para procesar la información visual que la información verbal. Es por ello que la comprensión del mensaje verbal puede facilitarse a través de la comunicación visual, de forma que ambas se complementen. Unas palabras acompañadas de gráficos, dibujos o fotografías serán siempre mucho más fáciles de comprender y de recordar para el alumnado. Recursos como las tablas o los mapas conceptuales son herramientas muy útiles y que descubriremos en el siguiente post.

Por otro lado, para mejorar nuestra comunicación verbal como educadores, es interesante conocer cómo funciona el procesamiento verbal a nivel cerebral. En nuestro cerebro existen dos áreas específicas encargadas del lenguaje: el área de Wernicke y el área de Broca.

El área de Wernicke se encuentra junto al córtex auditivo primario y se encarga principalmente de procesar la comprensión del mensaje verbal.

El área de Broca se encarga principalmente de procesar la producción del mensaje verbal y está vinculada con el córtex motor, que es el que procesa todos los movimientos del cuerpo, incluidos los de la lengua y la boca.

Para el alumno, procesar el mensaje verbal escuchado es una tarea que exige una menor actividad neuronal que producir un mensaje propio a modo de respuesta, debido a que las áreas del cerebro involucradas son más en el segundo caso:

  • Al procesar un mensaje verbal escuchado, intervienen el córtex auditivo primario y el área de Wernicke, en ese orden.

  • Al responder a un mensaje verbal escuchado, intervienen el córtex auditivo primario, el área de Wernicke, el área de Broca y el córtex motor, en ese orden.

Sabiendo esto, el educador debe procurar que sus alumnos produzcan mensajes en lugar de limitarse sencillamente a escucharlos. Por ejemplo, haciéndoles preguntas o utilizando una metodología de enseñanza por elaboración en lugar de métodos afirmativos. Así aumentarán su atención, su concentración, su motivación, su involucración y su creatividad. Y todo ello gracias a una mayor actividad cerebral. Por eso se dice que recordamos un 70 % de lo que decimos, mientras que solo recordamos un 20 % de lo que oímos.  

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