martes, 22 de diciembre de 2020

La individualidad humana en tiempos de crisis. Resumen de la conferencia de la Doctora Michaela Glöckler. (28-11-2020)

Por primera vez en la historia de la humanidad tenemos una evidencia a nivel global que podemos decir que afecta a todo. Y todos sabemos que no se trata solamente del virus sino de la forma en que lo tratamos estratégicamente. El miedo a la enfermedad y que yo pudiera estar afectado, ha llevado a muchos más seres humanos hacia la muerte y la desesperación que el virus en sí. Es comprensible que ahora todas las esperanzas vayan hacia la vacuna para que esto se arregle de nuevo. Pero, si esto realmente es así, y a la vista de esta catástrofe, cabe preguntarse cuál es el significado espiritual de este hecho y qué tiene que hacer la humanidad al respecto. ¿Cuál es la asignatura espiritual de esta crisis?, ¿Por qué la humanidad tiene que pasar por ahí?

Porque no solamente el ser humano individual se desarrolla, sino también la humanidad en sí. En la época actual del alma consciente todavía tenemos un poco de tiempo para aprender nuestras tareas. Por eso es tan importante preguntarnos ahora cuál es nuestra tarea específica en la época del alma consciente, que empezó en el siglo XV, y qué es lo que es lo que todavía no sabemos hacer y por qué cometemos tantos errores.

Cuando pase nuestra época cultural la humanidad va a aprender a manejar la palabra de manera auténtica y verdadera. Se desarrollará el Yo espiritual porque se aprende a usar la sabiduría del lenguaje. Y entonces surgirán nuevas comunidades humanas que estén marcadas por los individuos y ya no por el alma grupo que estén en comunidades grupales. Y en la séptima época cultural vamos a volver a convivir de forma muy individual y consciente con entidades espirituales. Pero actualmente estamos en la crisis del enfrentamiento con el mal, siendo necesario para aprender a individualizar nuestro propio yo. Porque ¿Cuántas cosas de nuestra comprensión de nosotros mismos no es realmente nuestra, sino que la hemos ido adquiriendo? Nos identificamos con nuestra pareja, con nuestro trabajo, con lo que nos enseñaron… pero no es auténticamente lo nuestro. Ahora necesitamos emprender el camino de la iniciación individual. Tenemos que aprender no solo por nuestras experiencias sino también por las cosas terribles que ocurren a otros. Luego nosotros mismos miramos a una situación difícil y nos damos cuenta de lo complicado que es decir la verdad, no caer en algunas cosas porque tenemos que ser muy honestos con nosotros mismos. Y por eso, Goethe dice que, de todas las pruebas de la vida, la más difícil es la de la autosuperación. Y en este enfrentamiento contra el mal se individualiza nuestro yo, porque nos damos cuenta de lo que los seres humanos queremos realizar a través de nuestro yo.

Por eso la pandemia es una oportunidad inmensa para la humanidad para despertar porque todos los síntomas de la pandemia son síntomas del umbral ¿Cómo se vivencia la cercanía al umbral? Hay tres experiencias fundamentales: miedo, duda y odio, y estas han ido aumentando de una manera inconmensurable en esta pandemia. Existe una pandemia del miedo. La humanidad en general está con la gran duda de si esto puede continuar así, porque conocemos las grandes crisis, la crisis climática, la crisis de los refugiados, el armamento… y surge realmente esta duda de si esto va a continuar adelante. Y desde el punto de vista antroposófico realmente cabe esperar que haya muchísimas personas que despierten al sentido de nuestra existencia y a la conciencia de que no podemos continuar simplemente así.

Además tenemos una educación que esta basada en hacer test, en hacer valoraciones y no se les da a los niños una verdadera educación, sino que solamente les conducen para que cumplan lo que el Estado requiere de ellos. Y por eso los seres humanos se dejan arrastrar ciegamente por unas corrientes colectivas de opiniones y no se preocupan de formar su propia opinión. Sin embargo, hay una oportunidad inmensa con esta crisis de que cada uno pueda darse cuenta de todas las cosas que son necesarias cambiar y que todo el mundo pueda hacer una aportación individual a este cambio. Y esto es tan importante porque, paralelo a todo este desarrollo, está ocurriendo la transformación digital de toda la humanidad y es un proceso que está siendo fomentado de forma increíble por esta crisis.

Antes, teníamos la impresión de que participábamos de forma voluntaria en la digitalización, todos teníamos nuestro móvil porque queríamos, pero ahora estamos todos dándonos cuenta de que es necesario pero que da un poder inmenso a la economía y a la política sobre nosotros. Si siguiéramos las directrices, se prevé que los niños, la primera infancia, antes de los 3 años se debería acostumbrar a esos dispositivos digitales. El mismo Bill Gates le dio su primer IPhone a su hija a los 14 años y, sin embargo, su compañía está produciendo softwares para niños de tres meses. Se entiende ahora mejor porque Steiner no combatía la tecnología, él no decía nunca: luchen contra esto, sino que anunciaba que estas cosas iban a llegar de manera irremisible, pero que lo importante era crear alternativas, como islas culturales en las que se practica un trato especial del ser humano con la naturaleza, de unos con otros y que estas alternativas tienen que llegar.

La Alianza de Iniciativas de Antroposofía Aplicada elaboró un plan de acción educativa digital que cualquiera puede consultar que tomó la decisión de hacer una petición para escuelas de primaria, jardines de infancia libres de pantallas en toda Europa. Esto no va contra la digitalización sino a favor de una educación adecuada a cada edad de los niños. Los pedagogos Waldorf han introducido un criterio de educación correspondiente a la etapa adecuada para cada edad que no existía anteriormente. Se trata de prevenir que esta digitalización ocurra en el momento inadecuado. Es muy importante que el cuerpo pueda también desarrollarse, no solo funciona de manera digital sino analógica y necesitamos mantener siempre ese espacio para que esto pueda ocurrir. En casa los niños y jóvenes están tan expuestos a los medios digitales que el tiempo tan preciso que tenemos en las escuelas lo debemos aprovechar para hacer este desarrollo censo-motor tan importante para los niños. En las escuelas Waldorf los niños aprenden primero a entender el ordenador y luego, solamente en secundaria, también a utilizarlo. Ahí está en su momento, (La educación entre los 9 y 15 años respecto a los medios digitales es la más difícil).


Se le hace a la doctora una pregunta relativa al bien y el mal

Es muy malo cuando les enseñamos a los niños a hacer algo mal o cometer errores es algo malo, o les ponemos una estrellita en la pizarra porque lo han hecho bien, eso es algo terrible para la educación. Estropea la formación de la autoestima sana. Si tengo tres estrellitas en la pizarra soy mejor que los demás, me convierto en prepotente, arrogante. No puedo ser sano si me veo a mí mismo mejor que los demás. Y los que no son buenos, se sienten cada vez más malos, eso tampoco es bueno para ellos. Por eso dice Steiner que un buen profesor compara solo a cada niño consigo mismo, porque si esa niña hace algún progreso solo puede compararla consigo misma, no debe compararla con el resto. Solo se puede desarrollar una sana autoestima si alguien me ayua a aprender de mis errores y como adultos sabemos hacerlo nosotros mismos, pero los niños necesitan que les ayuden.


¿Se está intentado desde ELIANT conseguir que se abra la posibilidad a las escuelas y a los padres que lo deseen de poder empezar a enseñar a leer y a escribir a sus hijos y a sus alumnos a los 7 años en lugar de a los 6 años, como ahora es obligatorio en todas partes? ¿Se hace algo en ELIANT para conseguir que en los estados europeos se abra la posibilidad de volver a comenzar la secundaria a los 14 años en lugar de a los 12?

Todo esto redunda en la salud de los alumnos, de los niños, por supuesto. Está creando muchos problemas de fracaso escolar. El principal trabajo de ELIANT se dirige a lo que ahora mismo es un tema candente que es la digitalización en las escuelas. En cuanto a la escolarización demasiado temprana, desde los años 60 ya se lleva esta discusión y existen estudios importantes en América, donde está prácticamente demostrado que si los niños aprenden a leer y a escribir con 4, 5 o 6 años, la expectativa de vida es menor, e incluso tiene que ver con la aparición de ciertas enfermedades cuando son personas bastante mayores. En este tema las escuelas Waldorf están dentro de la normativa oficial pero tienen otro punto de vista y llevan otro sistema completamente diferente. Esto es algo que deberían negociar las escuelas de cada sitio. Lo terrible es que, cuanto más temprano empecemos a exigir a los niños, más los obligamos a adaptarse a las exigencias de la sociedad y les quitamos el espacio de libre desarrollo de la propia personalidad, por eso es tan importante que haya una vida espiritual y cultural libre, que garantice que los intereses políticos y económicos no puedan intervenir en las normativas de la educación.


La naturaleza nos convierte en un ser natural.

La sociedad nos convierte en un ser que actúa según unas leyes, es decir, un ser adaptado.

Para llegar a ser un ser libre, esto solo lo puede conseguir el mismo ser humano.



jueves, 17 de diciembre de 2020

Aristóteles y su influencia en la educación (coaching educativo)

Aunque el pensamiento realista de Aristóteles se contrapone con el pensamiento idealista de Sócrates y Platón, ambos pensamientos han dado grandes aportaciones al coaching.

Aristóteles afirmaba que el ser humano tiene dos naturalezas, la primera de ellas es “el ser” que es la que nos viene dada de inicio y la segunda es “el debe ser” la cual representa a donde quiero llegar. La única manera de poder transitar de una a otra es que la persona actúe para conseguir lo que desea, ya que la felicidad es un gran motivador para el ser humano. Defendía que lo mejor que puede hacer el ser humano con su vida es buscar el bien más perfecto y tal parece ser, sobre todo la felicidad, pues la elegimos por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer la inteligencia… los deseamos pues pensamos que gracias a ellos seremos felices.

Un buen proceso de coaching nos ayuda a entendernos mejor con nosotros mismos, con nuestros puntos fuertes y contradicciones para conseguir resolver los retos u obstáculos que nos impiden avanzar. En este proceso de tomar conciencia del camino que nos conduce a la meta, nos encontraremos con que necesitamos tomar decisiones, cambiar cosas en nuestra vida.

Aristóteles decía que la virtud, o lo correcto, es tomar el término medio entre dos extremos: entre el derroche y la avaricia está la generosidad, entre la cobardía y la temeridad está el valor. El coach nos acompaña hasta que encontremos cuál es lo más correcto para el momento en el que estamos viviendo. Realmente no hay nada correcto o incorrecto, sino productivo o improductivo para alcanzar el objetivo marcado. El filósofo griego decía que adquirimos la virtud mediante el hábito, mediante la repetición de acciones: practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados y por nuestra actuación en los peligros acostumbrándonos a tener miedo o coraje nos hace valientes o cobardes.

martes, 15 de diciembre de 2020

Platón y su influencia en la educación (coaching educativo)

Platón es el principal discípulo de Sócrates, tenía 29 años cuando este murió. La condena a muerte de Sócrates en Atenas, influyó tremendamente en la dirección que tomaría toda su actividad filosófica.

Una de las partes más conocidas de la filosofía de Platón, es el mito de la caverna, que se ha convertido en una de las grandes alegorías de la filosofía idealista, que han influido en la manera de pensar de las culturas de Occidente. Entenderla significa conocer los estilos de pensamiento que durante siglos han predominado en Europa y América. Este mito es una alegoría de la teoría de las ideas propuesta por Platón, y aparece en los escritos que forman parte del libro La República.

Se trata, básicamente, de la descripción de una situación ficticia que ayudaba a entender el modo en el que Platón concebía la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, y cómo nos movemos a través de ellos.

Platón empieza hablando sobre unos hombres que permanecen encadenados a las profundidades de una caverna desde su nacimiento, sin haber podido salir de ella nunca y, de hecho, sin la capacidad de poder mirar hacia atrás para entender cuál es el origen de esas cadenas. Así pues, permanecen siempre mirando a una de las paredes de la caverna, con las cadenas aferrándolos desde atrás. Detrás de ellos, a una cierta distancia y colocada algo por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina un poco la zona, y entre ella y los encadenados hay un muro. Entre el muro y la hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre la pared que están contemplando los hombres encadenados. De este modo, ven la silueta de árboles, animales, montañas a lo lejos, personas que vienen y van, etc.

Platón sostiene que, esos hombres encadenados que describe se parecen a nosotros, los seres humanos, ya que ni ellos ni nosotros vemos más que esas sombras falaces, que simulan una realidad engañosa y superficial. Esta ficción proyectada por la luz de la hoguera los distrae de la realidad: la caverna en la que permanecen encadenados. Sin embargo, si uno de los hombres se liberase de las cadenas y pudiese mirar hacia atrás, la realidad le confudiría y le molestaría: la luz del fuego haría que apartase la mirada, y las figuras borrosas que pudiese ver le parecerían menos reales que las sombras que ha visto toda la vida. Del mismo modo, si alguien obligase a esta persona a caminar en dirección a la hoguera y más allá de ella hasta salir de la caverna, la luz del sol aún le molestaría más, y querría volver a la zona oscura.

Para poder captar la realidad en todos sus detalles tendría que acostumbrarse a ello, dedicar tiempo y esfuerzo a ver las cosas tal y como son sin ceder a la confusión y la molestia. Sin embargo, si en algún momento regresase a la caverna y se reuniese de nuevo con los hombres encadenados, permanecería ciego por la falta de luz solar. Del mismo modo, todo lo que pudiese decir sobre el mundo real sería recibido con incredulidad. Si intentamos extrapolar la alegoría del mito de la caverna al pensamiento actual, podemos vislumbrar algunas ideas con las que también trabaja el coaching.

El coaching, trabaja desde las creeencias y las percepciones subjetivas de la realidad que nos rodea, también la programación neurolingüística (PNL) lo hace, habla de que con estas creencias y percepciones, construimos nuestros mapas mentales que son las realidades subjetivas en base a las cuales analizamos y valoramos el mundo que nos rodea.

La idea de la existencia de una verdad que existe independientemente de las opiniones de los seres humanos, la presencia de los engaños constantes que nos hacen permanecer lejos de esa verdad, y el cambio cualitativo que supone acceder a esa verdad: una vez se la conoce, son premisas que el coaching contempla como verdaderas.

Los engaños: encarnaría el fenómeno de las sombras que desfilan por la pared de la caverna. En la perspectiva de Platón, este engaño no es exactamente el fruto de la intención de alguien, sino la consecuencia de que la realidad material sea tan solo un reflejo de la verdadera realidad: la del mundo de las ideas. Si no tenemos motivos para cuestionar algo, no lo hacemos, y su falsedad prevalece. Así se construyen nuestras creencias, a lo largo de nuestra vida, nuestra educación, nuestra experiencia con el mundo que nos rodea, la sociedad y la cultura en la que crecemos, hace que elaboremos una serie de ideas, a través de las cuales valoramos el mundo, nuestra realidad y a nosotros mismos. Las consideramos verdades absolutas, van y están con nosotros y rara vez las ponemos en duda, el 90% de las mismas, son positivas y nos ayudan a filtrar las situaciones y las personas que nos rodean, pero hay algunas entorno a un 10% que lo que hacen generalmente es limitar nuestro crecimiento y nuestros cambios y avances. Estas ideas preconcebidas o creencias entorno a lo que es el mundo, también se utilizan para construir la idea que tenemos de nosotros mismos, es decir para generar nuestro autoconcepto. Podemos decir que el autoconcepto es la idea que tenemos de nosotros mismos, de lo que somos. El autoconcepto se empieza a construir a edades muy tempranas, y se nutre de lo que nosotros percibimos, pensamos y descubrimos, acerca de nosotros mismos y de lo que los demás nos informan que somos o que ven en nosotros, incluyendo etiquetas y estereotipos. La aceptación y valoración positiva del autoconcepto es la base de nuestra autoestima, de ahí la importancia de trabajarlo y de que se construya con calidad.

La liberación: el acto de liberarse de las cadenas serían los actos de rebeldía que solemos llamar revoluciones, o cambios de paradigma. Por supuesto, no es fácil rebelarse, ya que el resto de la dinámica social va en sentido contrario. La liberación supone ver cómo muchas de las creencias más interiorizadas se tambalean, lo cual produce incertidumbre y ansiedad. Para hacer que este estado desaparezca, es necesario seguir avanzando en el sentido de ir descubriendo nuevos conocimientos. A veces liberarse no resulta fácil, vivimos en una realidad que conocemos, y aunque no sea cómoda, es previsible, además de construida por nosotros mismos, es nuestra zona cómoda, la zona de confort y a veces nos da miedo, casi pánico salir de ella porque no sabemos lo que vamos a encontrarnos. Es aquí en estos momentos donde afloran la mayor parte de nuestras resistencias.

Si hablamos de las actitudes que es más habitual encontrar en los niños cuando aprenden, seguramente estaremos de acuerdo en decir, que son la curiosidad y la creatividad, pero a medida que crecemos estas actitudes van siendo sustituidas o limitadas por nuestras resistencias, hasta tal punto, que si hablamos del aprendizaje en adultos una de las actitudes con las que tenemos que lidiar es la resistencia al cambio. Liberarse, para Platón, supone romper estas resistencias. Para el coaching esto es también una premisa fundamental, si queremos avanzar, desarrollarnos o transformarnos es indispensable que cambiemos, que dejemos de resistirnos y empecemos a poner en duda todas o algunas de las creencias que poseemos y que en ciertos momentos o circunstancias, nos limitan.

La ascensión: a la verdad sería un proceso costoso e incómodo que implica desprenderse de creencias muy arraigadas en nosotros. Por ello, es un gran cambio psicológico. Platón tenía en cuenta que el pasado de las personas condiciona el modo en el que experimentan el presente, y por eso asumía que un cambio radical en la manera de entender las cosas tenía que acarrear necesariamente malestar e incomodidad.

El coaching, entiende que cambiar exige esfuerzo, que alcanzar objetivos, exige a veces auto-motivarnos y que incluso en ciertos momentos tendremos que enfrentarnos a resistencias de los otros, a la frustración que a veces nos supone que los otros se resistan a que nosotros cambiemos, o no aprecien o sean conscientes de que lo estamos haciendo.

El retorno: sería la última fase del mito, que consistiría en la difusión de las nuevas ideas, que por chocantes pueden generar confusión, menosprecio o rechazo, por poner en cuestión dogmas básicos que vertebran la sociedad, pero también principios que vertebran nuestra vida. Sin embargo, para Platón la idea de la verdad estaba asociada al concepto de lo bueno y el bien, la persona que haya tenido acceso a la realidad auténtica tiene la obligación moral de hacer que el resto de personas se desprendan de la ignorancia, y por lo tanto ha de difundir su conocimiento. Esta última idea hace que el mito de la caverna de Platón no sea exactamente una historia de liberación individual. Es una concepción del acceso al conocimiento que parte de una perspectiva individualista, es el individuo el que, por sus propios medios, accede a lo verdadero mediante una lucha personal contra las ilusiones y los engaños, algo frecuente en los enfoques idealistas. Sin embargo, una vez el individuo ha alcanzado esa fase, debe llevar el conocimiento al resto. Eso sí, la idea de compartir la verdad con los demás no era exactamente un acto de democratización, tal y como lo podríamos entender hoy día; era, simplemente, un mandato moral que emanaba de la teoría de las ideas de Platón, y que no tenía por qué traducirse en una mejora de las condiciones materiales de vida de la sociedad.

Esta última parte, no se propone exactamente igual desde el coaching, ya que dentro de esta corriente se trabaja y nos proponemos como objetivo el alcance de objetivos individuales de crecimiento y desarrollo personal, si lo enfocamos como coaching individual, y el movimiento y desarrollo de la dinámica grupal para alcanzar los objetivos que como propia entidad tiene el grupo. La finalidad de cualquier proceso de coaching, es llevar a nuestro día a día cualquier cambio producido en nosotros o en las organizaciones a las que pertenecemos que pueda mejorar nuestro bienestar personal o grupal.

Esta es una idea importante para nosotros como maestros, aunque trabajamos en el desarrollo de personas a nivel individual, en nuestras aulas, la mayor parte del tiempo gestionamos y dinamizamos el grupo aula en su totalidad y por lo tanto hemos de entenderlo o tratarlo como una entidad con vida propia.

A modo de resumen, podemos decir que las dos conclusiones más evidentes que se desprenden de Platón son, por una parte la importancia de utilizar las preguntas como herramientas que potencian el diálogo con uno mismo, las conversaciones con otras personas y que nos ayudan a la adquisición del conocimiento y a provocar el cambio y el crecimiento personal. Por este motivo algunas de las habilidades que más se trabajan son la escucha activa y el saber hacer preguntas poderosas.

Y por otro lado, de la filosofía de Platón se desprende la importancia al autoconocimiento y la labor de cada uno de nosotros para ayudar a sacar del resto lo mejor de ellos mismos.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Sócrates y su influencia en la educación (coaching educativo)

Situamos a Sócrates alrededor del siglo V a.c., todo lo que conocemos de él, lo conocemos a través de los diálogos de Platón, es decir lo que Platón dejó escrito acera de él y de su dialéctica. Hay autores que realmente se plantean si las ideas que Platón comparte con nosotros eran las ideas de Sócrates o si realmente fue Platón, quién utilizó a Sócrates como personaje para transmitir sus propias ideas. Sea de una manera o sea de otra lo que sí hemos de reconocer es su gran influencia y las grandes ideas que nos deja como por ejemplo: solo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento.

Sócrates creía, o al menos manifestaba, que las personas cuando nacemos realmente lo que hacemos es abandonar y olvidar nuestra vida anterior, como una especie de reencarnación en la que olvidamos todo lo sucedido: recuerdos, conocimientos, experiencias, etc. En el momento del parto hacemos tábula rasa, ponemos nuestra memoria en el punto cero, de salida, lista para generar nuevos recuerdos, experiencias y conocimientos, para construir una nueva visión de la vida.

Para Sócrates, lo lógico para aprender y desarrollarnos, en nuestra nueva vida, no es llenarnos del conocimiento que es externo a nosotros, sino buscar en nuestro interior todas las experiencias y todo el conocimiento que ya portamos, que ya traemos de nuestras vidas anteriores, y que creemos haber olvidado. Sócrates se define a sí mismo como una partera, que en lugar de niños ayuda a alumbrar conocimientos y potencialidades propias.

Cuando hablamos de Sócrates es indispensable hablar de la mayéutica, la dialéctica y el método socrático. Podríamos definir el método socrático, como una técnica para adquirir conocimiento por medio de la conversación y a través de la reflexión; la dialéctica se define como un método para alcanzar la verdad, cuestionando los conceptos formados, transferidos o adquiridos a lo largo de nuestra vida, es decir poniendo en duda aquellas verdades absolutas que rigen nuestra vida o que rigen el mundo.

Para Sócrates y dentro de lo que conocemos como método socrático podemos encontrar dos fases:

Una primera fase que Sócrates llamaba ironía y es en la fase en la que Sócrates conseguía que sus discípulos fuesen conscientes de su equivocación o de su ignorancia. La falta de respuesta a determinadas preguntas es lo que realmente hace activar los esquemas mentales propios, es lo que pone en marcha la posibilidad de reflexionar en torno a ellas y a nuestras propias equivocaciones e ideas preconcebidas.

La segunda fase del método, es lo que se conoce como mayéutica, en esta fase lo que se intenta es buscar la verdad y esta búsqueda de la verdad se hace principalmente a través de contestar o de responder a diferentes preguntas que vamos haciéndonos nosotros mismos o que otras personas nos hacen. Dando respuestas cada vez más acertadas a estas preguntas, nos vamos acercando al conocimiento. Esta misma idea es la que subyace, al porqué en la actualidad utilizamos el método interrogativo en nuestras aulas.

Si realmente todo el conocimiento está dentro de nosotros, y no en el exterior, el modo de aprender es a través de cuestionarnos lo que ocurre, lo que sucede y encontrar las respuestas en el conocimiento que ya poseemos, aunque no sea de modo consciente.

El nexo de unión entre la mayéutica y el coaching es que Sócrates no buscaba exponer a sus pupilos objetivos, indicando sus fortalezas y debilidades, sino que su finalidad era que la propia persona fuera la que indicara todo eso, respondiendo a una de las cuestiones principales: ¿Qué quiero hacer? Centrada en la verdad interior de cada uno.

Esto parte de la idea, de que no es posible enseñar, sino que lo importante es aprender desde nuestro propio conocimiento. Las ideas de Sócrates han sido recogidas por el coaching y tenidas muy en cuenta, no solo en el modo de ver el aprendizaje, sino también en la necesidad de auto-conocimiento. Para Sócrates no existe la enseñanza solo existe el aprendizaje: no existe el enseñar, sino que solo existe el aprender.

El único modo de generar nuevo conocimiento, no es a través de lo que otros nos enseñan, si no que dentro de nosotros existe mucha más sabiduría, mucho más conocimiento, mucha más información, mucha más experiencia de lo que realmente nosotros somos conscientes.

Sócrates expuso la educación a través del diálogo, esta idea, viene a decir que no existe enseñar sino solo aprender, todos tenemos el conocimiento dentro de nosotros mismos y mediante la mayéutica, y respondiendo a una serie de cuestiones vitales como ¿Qué quiero hacer en la vida? Se consigue extraer del interior la esencia de cada uno.

Al igual que Sócrates, el coaching busca el autoaprendizaje y el desarrollo de nuestras habilidades meta-cognitivas, no se trata solo de plantearse un objetivo y alcanzarlo de manera puntual, sino de desarrollar nuestras propias habilidades y capacidades, llegando así a conseguir instaurar en nosotros nuevos modos de pensamiento, y por lo tanto también de acción.

martes, 8 de diciembre de 2020

Repensar los deberes: haciendo cambios

Podemos comenzar preguntando a nuestros alumnos cómo viven los deberes y solicitando sus sugerencias, quizá mediante la distribución de cuestionarios anónimos. El siguiente paso podría ser darles algo que decir sobre los detalles de sus deberes o invitarlos a discutir, de vez en cuando, sobre si se debería mandar deberes a todos en relación con un determinado tema o unidad didáctica. Lo mismo se puede decir sobre el contenido de lo que se manda: es posible pasar, de forma progresiva, desde hojas de ejercicios hacia proyectos más significativos, incluso si uno todavía no está decidido a eliminar los primeros del todo.

Algunas sugerencias para hacer los deberes más constructivos o como poco, menos destructivos:

  1. Diseñar lo que se manda: si diseñar una tarea supusiera más tiempo y reflexión, es probable que los profesores fueran más selectivos sobre lo que mandan a sus alumnos.

  2. La misma ración no vale para todos: Si la elección se redujera a mandar los mismos deberes a todos o no mandárselos a nadie, esto último sería preferible y también sería la opción más inteligente por muchas razones. Sin embargo, varias tareas diferentes ajustadas a los intereses y capacidades de los estudiantes tienen mucho más sentido que una única tarea para toda la clase.

  3. Contar con las familias: incluso los profesores que están decididos a mandar deberes a todos sus alumnos pueden invitar a las familias y a los alumnos a participar y pensar juntos cuántos y de qué tipo. Esto se podría hacer pidiendo a las familias que ofrezcan sus ideas por escrito o, mejor en reuniones presenciales. El énfasis aquí, una vez más, se pondría en la toma de decisiones compartida y la individualización; pero, esta vez, participando madres y padres, así como los niños.

  4. Dejar de poner notas a los deberes: un entorno en el que los estudiantes hacen tareas de forma rutinaria, fundamentalmente para conseguir puntos positivos por hacerlas, es un entorno anti intelectual. Si los estudiantes concluyen que no tiene sentido dedicar tiempo a tareas que no se van a comprobar o controlar de alguna manera, esto no se convierte en un argumento a favor de establecer incentivos extrínsecos y un clima de desconfianza; es un argumento contra este tipo de tareas. Poner notas a los deberes es especialmente destructivo porque les dice a los alumnos que el objetivo de la tarea no es ayudarlos a aprender, sino evaluarlos para saber si ya han aprendido. No debería haber ningún castigo por equivocarse.

  5. Abordar las desigualdades: el objetivo es asegurar que los alumnos desfavorecidos tengan la misma ayuda que los niños de clase media tienen en casa y, así, se reduzca el impacto de la clase social en el aprendizaje. Si se rechazan estas propuestas por inviables, o si no se muestran eficaces, entonces cualquier persona para quien la equidad social sea una prioridad no debería echarse para atrás ante la perspectiva de eliminar los deberes por completo, particularmente sabiendo cuáles son sus efectos. Puede que eliminar los deberes no consiguiera remediar las desigualdades existentes, pero al menos evitaría agravarlas.

Debemos tomar conciencia y plantearnos seriamente ¿en qué otro trabajo se trabaja todo el día, se vuelve a casa, se merienda y se sigue trabajando hasta la noche? No es una forma de vida sana. Se pierde la conciencia de sí mismo, la sensación de comunidad.

Los maestros tienen la posibilidad de hacer algo al respecto en este tema y en otros, al menos en sus aulas. “Al menos en sus aulas”, es una frase que invita a reflexionar sobre cuánto se podría hacer si toda una escuela desafiara la sabiduría convencional suprimiendo, reduciendo al mínimo los deberes o redefiniéndolos.

Es desconcertante que muchas escuelas que se describen, con orgullo, como progresistas o alternativas, manden tareas tradicionales de manera habitual en cuanto los niños llegan a tercero o cuarto de primaria y, algunas veces, incluso antes. Es igualmente desalentador enterarse de que otras escuelas intentaron trazar un rumbo diferente, para verse obligadas al poco tiempo a volver al redil.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Repensar los deberes: una propuesta para su sustitución

El equipo directivo y algunas familias esperan que los profesores manden deberes, así que “no tienen” otra opción. ¿Es esta opción aceptable cuando estamos hablando del bienestar de los hijos o alumnos?

Como cuestión de principio, quienes defienden los deberes como necesarios o deseables son quienes tienen que demostrar que sus ventajas superan a las desventajas. Como cuestión práctica, solo se debería pedir a los estudiantes que lleven deberes a casa cuando haya una probabilidad razonable de que una tarea concreta sea beneficiosa para la mayoría. Por otra parte, una evaluación de los efectos potenciales debería tener en cuenta el posible impacto de las tareas sobre su interés por aprender y con relación al tema que se está trabajando.

Cambiar el valor por defecto, es una posición menos extrema pero sería una revolución plantear que solo se pudieran mandar deberes si realmente fueran importantes y valiosos. Una expectativa de no deberes, excepto bajo circunstancias especiales, es muy diferente de las “políticas de deberes” que muchas escuelas y distritos escolares han venido adoptando en muchos lugares. En primer lugar, pedir a los profesores que se aseguren de que es probable que una determinada tarea va a ser beneficiosa es una manera de fomentar la toma consciente de decisiones en el aula. Lo contrario de las típicas políticas sobre los deberes que quitan el poder a los profesores, sacrificando parte de su autonomía con el fin de conseguir una mayor coherencia entre aulas. De hecho, esta es exactamente la razón por la que algunas personas establecen estas políticas.

La coherencia entre escuelas tiene sus ventajas, pero viene compensada, con creces, con los problemas que conlleva especificar de antemano el tipo o la cantidad de deberes adecuados para todos los alumnos de un determinado curso. El profesorado debería ser capaz de aplicar su criterio para determinar cómo quiere plantearse los deberes, teniendo en cuenta las necesidades y preferencias de los niños concretos que tiene en sus aulas, en lugar de tener que ajustarse a una política inmutable impuesta desde arriba.

En algunos centros educativos, se obliga a los profesores a anunciar, de antemano, los deberes que mandarán durante la semana; algo que, por definición, limita su flexibilidad y capacidad para dar respuesta a unas circunstancias cambiantes. Peor aún, se puede obligar a los profesores a mandar deberes cada semana con el mismo esquema. Esto es un claro reconocimiento de que dichos deberes no vienen inspirados por una determinada lección, y mucho menos como una respuesta a lo que estos niños concretos necesitan en un momento determinado. Decidir por adelantado qué deberes se mandarán determinados días para determinadas asignaturas es sacrificar una enseñanza reflexiva en aras del control. Anunciar que todos los martes y jueves del año se mandarán algún tipo de tarea de matemáticas es un ejemplo claro de cómo se obliga a los niños a acomodarse a una política de “talla única” en vez de situar a los niños en primer lugar, tratarlos como individuos y diseñar prácticas que les sean de utilidad.

Por otra parte, muchas madres y padres obligan a sus hijos a terminar todos sus deberes incluso cuando la cantidad parece excesiva, si no abusiva. El criterio oficial en artículos y folletos es que si los deberes se les van de las manos, los padres deberían hacérselo saber al profesor. Esto suena como una invitación amable y tranquilizadora hasta que piensas más detenidamente en lo que implica. En primer lugar, fíjate en que casi nunca se anima a los propios alumnos, que son quienes realmente hacen los deberes, a hablar, desde su vivencia, de lo que piensan; una queja solo se considera legítima si es hecha por un adulto. En segundo lugar, lo que se nos va a decir es que por supuesto que los niños se van a sentir infelices por tener que hacer todos estos deberes; lo previsible de la respuesta con que nos vamos a encontrar impide que tomemos en serio la recomendación.

Es un engaño decir que una tarea lleva veinte minutos si solo los alumnos más rápidos pueden hacerla en este tiempo. Se está perjudicando al resto de niños. Con lo que, también, puede haber una diferencia entre la política de deberes establecida y la cantidad de deberes que realmente tienen que hacer los estudiantes.

Idealmente, los educadores deberían respetar los límites para asegurarse de que los deberes no son excesivos, y deberían quedarse siempre por el lado de menos mejor que por el de más. Pero si no los respetan, padres y estudiantes deberían hablar con el profesor. Mejor si se puede encontrar otras familias que piensen de la misma manera; un grupo de familias que expresa su preocupación con respeto pero con firmeza, tendrá más efecto que cualquier iniciativa individual. Las personas que desempeñan los roles de enseñante y padre o madre están más predispuestas a entender el limitado valor de los deberes, especialmente cuando hay una gran cantidad, así como a sentirse seguros para actuar a partir de esta convicción.

Hay una relación, aunque imperfecta, entre cantidad y calidad. Para empezar, hemos argumentado que cambiar la configuración por defecto sobre los deberes tendría como resultado que hubiera menos deberes y, a la vez, mejores deberes. Para llegar a esta idea por otro camino, las aulas en las que actualmente hay una gran cantidad de deberes suelen ser las mismas en las que no son particularmente valiosos. Deberíamos estar preguntándonos qué filosofía educativa, qué teoría del aprendizaje hay detrás de cada tarea. ¿Una teoría que asume que los niños son creadores de significados, o que les ve como recipientes vacíos?, ¿El aprendizaje se ve como un proceso fundamentalmente activo, o pasivo?, ¿Se trata de elaborar ideas, o de seguir instrucciones?. Estas dicotomías, considerablemente simplificadas, pueden dar una idea aproximada de lo que les podemos pedir a los deberes en función de su valor desde un punto de vista intelectual. Los mismos criterios, por supuesto, ayudan a determinar el valor de lo que los estudiantes hacen dentro de las aulas: si por las tardes están saturados con tareas inútiles, probablemente también estarán teniendo tareas inútiles por las mañanas. Los deberes son un problema en sí mismos pero, en muchos casos, también son un síntoma de problemas más profundos.

Si tiene que haber deberes, los profesores deberían esforzarse por mejorarlos, y los padres exigirlo. Pero hasta que no cambie la opción por defecto, no bastará con mejorar la calidad de los deberes. Los buenos profesores muchas veces pueden crear tareas razonablemente buenas. Pero esto no quiere decir que sea legítimo obligar a los estudiantes a hacer algo en casa, por defecto, aunque no sea necesario. Deberíamos insistir en que los deberes no solo deberían ser disculpables sino estar realmente justificados. Tres tipos de deberes que se podrían considerar adecuados:

  1. Actividades naturalmente adaptadas a la casa: es lógico invitar a los estudiantes a proseguir en casa algo que han estado haciendo en clase, como la realización de un experimento en la cocina a ser posible diseñado por el niño, que pueda repetir lo descubierto en un experimento llevado a cabo en el aula. Entre muchas otras ventajas, este tipo de proyectos puede ayudar a crear una conexión entre casa y escuela. Por supuesto, que esto debería ser el resultado de todas las tareas; pero no suele ser así, al menos de verdad, cuando los niños se limitan a hacer un esquema o memorizar.

  2. Actividades en familia que normalmente no vemos como deberes: entre las actividades más útiles y satisfactorias que los niños pueden hacer en casa, se encuentran aquellas en las que pasan mucho tiempo en compañía de los adultos y, tal vez, aprendiendo también a calcular o construir significados como cocinar, hacer crucigramas, jugar a juegos de palabras, jugar a las cartas… Como regla general, cuanto más lejos estén este tipo de actividades de las tareas escolares tradicionales mejor para el desarrollo social, emocional e incluso intelectual.

Los adultos pueden sentirse más tranquilos en relación con el valor académico de este tipo de propuestas si les piden a los niños que lleven un registro de lo que van haciendo. Si se les pide que reflexionen sobre el significado de una determinada actividad o cómo lo han vivido, entonces, contarlo por escrito puede estimular su capacidad de pensar y, lógicamente, ser una oportunidad para usar el lenguaje. Pero incluso cuando estos registros se realizan, ¿cocinar juntos o hablar sobre un documental cuenta realmente como deberes? Se trata, principalmente, de una cuestión semántica. Podemos pensar en dichas actividades, por un lado, como una alternativa a los deberes. Así, nuestro veredicto final sobre si algo cuenta como deberes dependerá, en parte de cómo definamos este concepto. Cuanto más amplia sea la definición, más fácil será rescatar el concepto, suponiendo que tengamos interés en hacerlo. También puede haber una razón táctica para referirse a estas actividades en familia como deberes. Los profesores que no encuentran valor a las tareas tradicionales ven que, a menudo, su vida se complica cuando anuncian que no van a mandar nada de deberes. Pero si los profesores explican que simplemente están mandando un tipo diferente de deberes, algunos tradicionalistas se quedarán más tranquilos.

  1. Leer: algunos de los profesores de primaria más reflexivos mandan solo la lectura de los libros que los propios niños elijan. Se trata de una política interesante. En primer lugar, porque la lectura cotidiana ayuda a los niños a convertirse en lectores más competentes. De hecho, la investigación que apoya esta conclusión es tan poderosa como débil la que apoya los deberes. En segundo lugar, la lectura auténtica es una de las principales víctimas de los deberes. Hacer que la lectura sea la única tarea tiene claras ventajas tanto por lo que los niños hacen como por lo que dejan de hacer. Y si los estudiantes tienen la oportunidad de hablar con sus compañeros de clase sobre lo que han leído, esto puede hacer de una cosa buena, algo todavía mejor.

Los beneficios de una lectura voluntaria se ponen en peligro cuando los profesores establecen obligaciones como leer cada tarde un determinado número de páginas o de minutos. Esto ya no es un ejemplo de dar alternativa constructiva a las tareas tradicionales, y llamarlo deberes para tranquilizar a padres y administradores conservadores. Más bien, es un ejemplo de cómo convertir algo potencialmente positivo en una tarea tradicional y, así, reducir el valor de la idea.

Una alternativa a los requisitos cuantitativos es pedir a los niños que escriban algo sobre lo que han leído. Pero aquí tenemos que ir con cuidado, sobre todo si nuestro objetivo fundamental es ayudarlos a desarrollar un amor por los libros para toda la vida.

En definitiva, esto plantea la interesante posibilidad de que las tensiones y los conflictos familiares asociados con los deberes mejoren con tareas que no solo son más cortas sino mejores, y que incluyen aquellas propuestas que no se parecen, en absoluto, a lo que hemos acabado considerando deberes.


Una manera de juzgar la calidad de un aula es por el nivel de participación de los estudiantes en la toma de decisiones sobre su aprendizaje. Los mejores profesores saben que los niños aprenden a tomar buenas decisiones tomando decisiones, no obedeciendo instrucciones. Los estudiantes deben tener algo que decir sobre lo que van a aprender y las circunstancias en que lo van a aprender, así como sobre la forma y el momento de evaluar el aprendizaje, la manera de organizar el espacio, de resolver los conflictos, o cualquier otro tema que les afecte. Lo que es cierto en el caso de la educación en general, también es cierto para los deberes en particular. Los profesores más competentes tienden a involucrar a sus alumnos en las decisiones sobre las tareas, en vez de limitarse a decirles lo que van a tener que hacer en casa. Lo que realmente les diferencia es su voluntad de debatir no solo sobre el cuándo, el cómo o el qué, sino sobre el sí. Se puede preguntar a los estudiantes, en la asamblea de clase, si tiene sentido seguir trabajando sobre un determinado proyecto después de clase. Cuando se trata a los estudiantes con respeto, cuando las tareas tienen valor, la mayoría de los niños harán frente al desafío y superarán nuestras expectativas más positivas.

Debemos fijarnos en que la idea que se defiende no es, tan solo, que la ausencia de los deberes convencionales no es es perjudicial; esto es, que no existe ningún coste intelectual como consecuencia de reducir la cantidad de deberes, o de suprimirlos. Sino, más bien, que este cambio está asociado con beneficios intelectuales: cuando los deberes no se interponen en su camino, los niños quedan libres para hacer cosas más importantes, que movilizan su pensamiento, que surgen de sus intereses y que les resultan motivadoras.

martes, 1 de diciembre de 2020

¿Cómo pensamos que son los niños y los jóvenes?

Muchos de nosotros, sencillamente, no confiamos en los niños y adolescentes. Tenemos sospechas sobre lo que harían con más tiempo libre y muchas dudas sobre si aprenderían algo si no les obligáramos a hacer tareas muy concretas. Una mayoría significativa de nuestros conciudadanos tiene una mala opinión de los niños de todas las edades, a los que definen como maleducados, vagos, irresponsables y carentes de los valores más básicos.

Cualquiera que sea la razón, la desconfianza en los jóvenes está tan extendida que hemos llegado a considerarla normal; y su transcendencia pasa desapercibida en las prácticas educativas cotidianas que se desarrollan en casa y en la escuela. Por ejemplo, la manera en que entendemos la disciplina parece asumir que también aplicamos a los niños la famosa caracterización de la vida hecha por Thomas Hobbes: brutal, desagradable y corta. Por esta razón solemos decir que si los profesores no toman el control del aula, el resultado más probable será el caos. Esta visión dicotómica implica que los estudiantes, o tal vez las personas en general, no actuarán de manera responsable o considerada a no ser que sean rigurosamente vigilados. En vez de ayudarlos a reflexionar sobre la manera de comportarse, es necesario decirles exactamente qué se espera de ellos.

En estrecha relación, e igualmente sintomática, está la suposición de que hay que amenazar a los niños con algún tipo de consecuencia punitiva si incumplen. Desde esta perspectiva, las peticiones y explicaciones no bastan; los niños no respetarán unas expectativas razonables a menos que teman que a los desobedientes se les hará sufrir de alguna manera. Puesto que los métodos de gestión del aula más tradicionales descansan en estas premisas, es razonable llegar a la conclusión de que se basan en una desconfianza fundamental acerca de las motivaciones de los niños.

No menos problemática es la tendencia a elogiar a los niños cuando hacen algo bien. Aquí el supuesto tácito parece ser que cualquier acto generoso que puedan hacer es mera casualidad, y que la única razón para que lo vuelvan a hacer es recibir una recompensa extrínseca, como la aprobación de un adulto. El conductismo ortodoxo cree que esto es cierto para todo, pero muchas personas parecen pensar que es verdad especialmente en relación con ayudar, compartir y cuidar. Esto, a su vez, da a entender que cualidades como la generosidad no son naturales, y que si dejáramos a los niños a su aire solo se preocuparían de sí mismos.

En paralelo a la idea de que debemos decir a los niños exactamente qué hacer, está la de que debemos decirles exactamente qué aprender. Hay una correlación sorprendente entre una visión negativa de los niños y un enfoque tradicional de la educación, en donde prácticamente todas las decisiones importantes sobre lo que hay que aprender son tomadas por los adultos. La enseñanza transmisiva tiene prioridad sobre la exploración y el descubrimiento; se guía a los estudiantes, paso a paso, a través de una lista de datos y habilidades; y se los evalúa constantemente bajo el control de una agenda en cuya creación no han participado.

La idea de que es natural hacer lo menos posible es una reliquia de las obsoletas teorías tensión-reducción u homeostáticas, que establecen que los organismos siempre buscan un estado de equilibrio. Pocas ideas psicológicas han sido tan completamente cuestionadas por la evidencia empírica. Los niños están naturalmente inclinados a tratar de dar sentido al mundo, a comprometerse a hacer las cosas por encima de su nivel actual de competencia. Cuando ellos holgazanean, no es un reflejo de la naturaleza humana, es una señal de que algo no funciona. Tal vez el individuo se siente amenazado y recurre a una estrategia de control de daños. Quizá la motivación extrínseca ha minado el interés por la tarea convirtiéndola en un requisito tedioso previo a la obtención de una recompensa. Tal vez la tarea se percibe como inútil y aburrida en sí misma. O tal vez el medio ambiente, por ejemplo el aula, es un lugar donde se valoran los resultados, y no la exploración intelectual. En ese caso, los estudiantes que buscan atajos no están siendo vagos, sino inteligentes. Al elegir hacer la tarea más sencilla que puedan, solo están maximizando sus posibilidades de éxito.

Los deberes parecen basarse en dos formas distintas de desconfianza. La primera es una sospecha general sobre los niños, que lleva a muchos adultos a creer que necesitamos llenar lo que de otro modo sería un tiempo libre desperdiciado. Desde este punto de vista los deberes no se justifican tanto porque los ayuden a aprender, como porque nos aseguran que los mantendrán ocupados en una forma provechosa. Son tareas inútiles, una forma de tener bajo control a los más jóvenes cuando salen de la escuela. Se trata de una falta de respeto asumir que cualquier cosa que decidan hacer los niños tiene poco valor y por lo tanto siempre es legítimo encontrar la manera de conseguir que hagan más deberes.

El aburrimiento es ese estado en el que se fuerza a la imaginación a tomar el control y crear entretenimiento. Sin embargo, si los estudiantes no están haciendo deberes, sus mentes no están ocupadas, viene a ser la idea. La falta de confianza en los niños y jóvenes tiene todas las posibilidades de crear una profecía autocumplida, ya que acaban ajustándose a nuestras bajas expectativas. Si existen cuestiones de fondo que justifican la preocupación de los padres, estas se deben abordar directamente, no ocultarlas bajo un montón de deberes.

Otros aprendizajes se dan, por otra parte, en actividades no organizadas, en casa y en el barrio, solos y con amigos, en el mundo real y en el virtual u online. El hecho de que este aprendizaje normalmente no se parezca a las tareas académicas tradicionales se interpreta, muy a la ligera, como si no existiera o no fuera importante. Otros aprendizajes son académicos pero no consisten en deberes tradicionales. Más bien, se llevan a cabo como una extensión natural de lo que los niños han hecho en la escuela: proyectos que los niños eligen y dan forma por su propia iniciativa. Si los estudiantes no quieren hacer esto. Nuestro objetivo como docentes es hacer el aprendizaje lo suficientemente interesante como para que los estudiantes quieran continuar con un proyecto por la tarde. La falta de implicación de los estudiantes con sus estudios se cita como una prueba de la necesidad de mandar deberes.

¿Todos los estudiantes eligen participar en este tipo de proyectos? No, pero no es un buen argumento para obligar a todos a hacer deberes y eliminar la posibilidad de que algunos alumnos aprendan por sí mismos.

¿Por qué los niños tienen que ser productivos hasta el momento de irse a la cama? ¿Y si quieren pasar el rato con sus amigos? ¿Y qué pasa si después de pasar todo el día con sus compañeros prefieren estar un tiempo a solas? La mera suposición de que todo esto no es conveniente debería llevarnos a cuestionar el cruel régimen de mejora académica al que tantas personas ansían someterlos. Y que lo único que muestra es nuestra concepción de la infancia.