martes, 8 de diciembre de 2020

Repensar los deberes: haciendo cambios

Podemos comenzar preguntando a nuestros alumnos cómo viven los deberes y solicitando sus sugerencias, quizá mediante la distribución de cuestionarios anónimos. El siguiente paso podría ser darles algo que decir sobre los detalles de sus deberes o invitarlos a discutir, de vez en cuando, sobre si se debería mandar deberes a todos en relación con un determinado tema o unidad didáctica. Lo mismo se puede decir sobre el contenido de lo que se manda: es posible pasar, de forma progresiva, desde hojas de ejercicios hacia proyectos más significativos, incluso si uno todavía no está decidido a eliminar los primeros del todo.

Algunas sugerencias para hacer los deberes más constructivos o como poco, menos destructivos:

  1. Diseñar lo que se manda: si diseñar una tarea supusiera más tiempo y reflexión, es probable que los profesores fueran más selectivos sobre lo que mandan a sus alumnos.

  2. La misma ración no vale para todos: Si la elección se redujera a mandar los mismos deberes a todos o no mandárselos a nadie, esto último sería preferible y también sería la opción más inteligente por muchas razones. Sin embargo, varias tareas diferentes ajustadas a los intereses y capacidades de los estudiantes tienen mucho más sentido que una única tarea para toda la clase.

  3. Contar con las familias: incluso los profesores que están decididos a mandar deberes a todos sus alumnos pueden invitar a las familias y a los alumnos a participar y pensar juntos cuántos y de qué tipo. Esto se podría hacer pidiendo a las familias que ofrezcan sus ideas por escrito o, mejor en reuniones presenciales. El énfasis aquí, una vez más, se pondría en la toma de decisiones compartida y la individualización; pero, esta vez, participando madres y padres, así como los niños.

  4. Dejar de poner notas a los deberes: un entorno en el que los estudiantes hacen tareas de forma rutinaria, fundamentalmente para conseguir puntos positivos por hacerlas, es un entorno anti intelectual. Si los estudiantes concluyen que no tiene sentido dedicar tiempo a tareas que no se van a comprobar o controlar de alguna manera, esto no se convierte en un argumento a favor de establecer incentivos extrínsecos y un clima de desconfianza; es un argumento contra este tipo de tareas. Poner notas a los deberes es especialmente destructivo porque les dice a los alumnos que el objetivo de la tarea no es ayudarlos a aprender, sino evaluarlos para saber si ya han aprendido. No debería haber ningún castigo por equivocarse.

  5. Abordar las desigualdades: el objetivo es asegurar que los alumnos desfavorecidos tengan la misma ayuda que los niños de clase media tienen en casa y, así, se reduzca el impacto de la clase social en el aprendizaje. Si se rechazan estas propuestas por inviables, o si no se muestran eficaces, entonces cualquier persona para quien la equidad social sea una prioridad no debería echarse para atrás ante la perspectiva de eliminar los deberes por completo, particularmente sabiendo cuáles son sus efectos. Puede que eliminar los deberes no consiguiera remediar las desigualdades existentes, pero al menos evitaría agravarlas.

Debemos tomar conciencia y plantearnos seriamente ¿en qué otro trabajo se trabaja todo el día, se vuelve a casa, se merienda y se sigue trabajando hasta la noche? No es una forma de vida sana. Se pierde la conciencia de sí mismo, la sensación de comunidad.

Los maestros tienen la posibilidad de hacer algo al respecto en este tema y en otros, al menos en sus aulas. “Al menos en sus aulas”, es una frase que invita a reflexionar sobre cuánto se podría hacer si toda una escuela desafiara la sabiduría convencional suprimiendo, reduciendo al mínimo los deberes o redefiniéndolos.

Es desconcertante que muchas escuelas que se describen, con orgullo, como progresistas o alternativas, manden tareas tradicionales de manera habitual en cuanto los niños llegan a tercero o cuarto de primaria y, algunas veces, incluso antes. Es igualmente desalentador enterarse de que otras escuelas intentaron trazar un rumbo diferente, para verse obligadas al poco tiempo a volver al redil.

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