jueves, 29 de octubre de 2020

¿Por qué la “clase principal” es así?

Como hemos escrito anteriormente en diversos artículos sobre la pedagogía Waldorf, la “clase principal” suele durar entre 3 y 4 semanas y ser un periodo de 2 horas diarias. Una vez finalizado estos tiempos se deja reposar la asignatura y el saber de esta. Comenzando el mismo método con otra asignatura y así sucesivamente. Normalmente las asignaturas se imparten dos veces al año. Esto se debe en parte por los siguientes motivos:

Recopilación de información: lo primero que necesitamos para generar conocimiento o saber es disponer de información sobre la que trabajar e información que nos permita contextualizar y comprender.

Procesamiento de la información: una vez que la información se encuentra en nuestra memoria, debemos trabajarla y pensar en cómo puede ayudarnos a solucionar cualquier situación que tengamos.

Incubación inconsciente: tras el trabajo del paso anterior, se recomienda aislar el pensamiento de él por completo, esto es la parte fundamental y más importante. Si lo hacemos, nuestro subconsciente continuará mezclando datos y procesando información de forma mucho más libre, ya que mientras nuestra mente consciente solo es capaz de procesar un máximo de 70 unidades de información por segundo, nuestro subconsciente puede alcanzar los 11 millones de unidades de información por segundo. Esta elevadísima capacidad de procesamiento del cerebro humano es lo que permite que, en la fase de incubación inconsciente, se realicen conexiones entre datos que de forma consciente nunca ocurrirían.

Momento eureka: se denomina así en honor al antiguo científico Arquímedes, nos ayuda a comprender la importancia de desconectar la mente después de un trabajo para poder encontrar una idea creativa, comprender o entender un concepto, encontrar una relación práctica de lo estudiado… El momento eureka es ese instante en el que ocurre la revelación.

Trabajo posterior: una vez despertada la revelación, llega el momento de trabajar en ella y de desarrollarla para poder seguir generando aprendizaje.

martes, 27 de octubre de 2020

Las siete Virtudes del Maestro por Rudolf Steiner

Durante las conferencias de El estudio del hombre, Steiner dio a los presentes las virtudes del maestro. Estas son:

  1. Empaparse del poder de la imaginación.

  2. Tener valentía para con la verdad.

  3. Agudizar el sentido de la responsabilidad anímica.

  4. Que el maestro sea una persona de iniciativa en lo grande y en lo pequeño.

  5. El maestro ha de ser una persona que tenga interés por el mundo y por lo humano.

  6. Lo que enseñaremos será una manifestación de lo veraz y verdadero si nos preocupamos en ser veraces nosotros mismos.

  7. La disposición anímica debe ser fresca y fluida. A eso debe aspirar el maestro.

Steiner separó claramente estas virtudes en dos grupos de tres y cuatro cada uno. Sin embargo, existe una relación cuando consideramos los tres por un lado y los cuatro por otro como siete:

  1. Imaginación.

  2. Verdad.

  3. Responsabilidad.

  4. Iniciativa.

  5. Interés.

  6. Compromiso.

  7. No amargarse.

Se puede hacer una distinción clara entre las tres primeras virtudes o actitudes y las cuatro siguientes. En las últimas se puede reconocer la huella de los temperamentos. Aquí se transforma la parte sombría de los temperamentos en capacidades.

Esto significa:

4: Todo comienza a través de la iniciativa.

1 y 7: Trata de activar la imaginación y no te amargarás.

2 y 6: Trata de activar el sentido de la verdad y no cederás ante lo que no es verdad.

3 y 5: Trata de vivir tu responsabilidad; tener interés te ayudará.

Es fundamental que el maestro mantenga en presencia de las individualidades de los alumnos tres virtudes:

  • Honrar todo lo que ya ha ocurrido en el pasado de la vida del alumno.

  • Apuntar con entusiasmo al futuro del alumno.

  • Una cierta forma de protección sobre aquello con lo cual la vida adorna el presente del alumno.

De esta manera pueden surgir actitudes completamente nuevas, por ejemplo, con las familias.

jueves, 22 de octubre de 2020

Beneficios de la creatividad para el trabajo y el estudio del alumnado

El fin último de la educación es proporcionar a nuestros alumnos no solo conocimientos, destrezas actitudes y valores, sino también herramientas y recursos, incluidos los referentes al pensamiento, que les permitan cumplir un papel productivo en la sociedad.

La educación creativa desde el punto de vista del alumno, lo primero que debemos abordar es la siguiente pregunta: “¿Qué obtienen nuestros alumnos de la educación creativa?”, es decir, ¿Qué beneficios les aporta más allá de la resolución de problemas en el aula a corto y medio plazo? Algunos de los más relevantes son:

  • Un alumno con su creatividad desarrollada es capaz de encontrar soluciones no solo a los problemas planteados en los libros de texto, sino a cualquier problema de la vida real.

  • Son capaces de establecer relaciones entre conceptos de distintas materias o de distintos temas de la misma materia. Cuando el cerebro realiza este tipo de conexiones, los conocimientos se almacenan de forma mucho más eficaz en la memoria a largo plazo.

  • Les enseña a los alumnos a encontrar utilidad a aquello que estudian conectándolo con problemas de la vida real. Y un cerebro que le encuentra utilidad a lo que estudia retendrá mucho mejor los conocimientos incluidos en dicho estudio.

  • Disfrutan de su pensamiento y esto les empuja a querer pensar más.

  • A nivel emocional, la creatividad contribuye a mejorar la autoestima y la automotivación, ya que permite enfocar los problemas desde distintas perspectivas y detectar puntos fuertes en uno mismo a la hora de resolver problemas.

Como vemos, la creatividad no es solo una habilidad que nos ayude a nosotros como educadores, sino que es una forma de pensamiento que conlleva conocimientos, destrezas, actitudes y valores.

martes, 20 de octubre de 2020

Técnicas de creatividad para aplicar en el aula

Brainstorming Consiste sencillamente en una reunión de personas que proponen soluciones a un problema o que sencillamente dan ideas acerca de algo conforme se les van ocurriendo. El hecho de que se realice en grupo permite que una idea formulada por una persona sirva como detonante para la generación de una idea relacionada en la mente de otra persona, y así sucesivamente. Esta construcción grupal de ideas es la que convierte al brainstorming en una técnica de creatividad tan utilizada en grupos de trabajo. Es cierto que el pensamiento colectivo puede generar ideas ricas y productivas, pero también hay personas cuyo pensamiento creativo funciona mejor en soledad, aislados de los grupos de gente. Por tanto, una solución podría ser realizar el brainstorming en dos etapas: En la primera etapa, los miembros del grupo analizan y piensan en el problema de forma individual. En la segunda etapa, los miembros del grupo se reúnen para proponer lo que a cada uno se le ha ocurrido y para formular ideas nuevas que surjan en su mente a raíz de las proporcionadas por sus compañeros. O incluso se podría establecer una tercera etapa en la que, tras la puesta en común, se volviese a trabajar de forma individual sobre lo surgido en la reunión, antes de la presentación de las soluciones finales.

El Método Walt Disney diferencia tres caras del pensamiento humano, cada una de ellas con sus características propias: La cara soñadora. Es aquella que eleva el pensamiento creativo a su máximo exponente. Esta cara todo lo puede imaginar y cree que todo es posible. La cara realista. Es aquella que tiene los pies en la tierra y que frena el optimismo extremo de la cara soñadora. Es capaz de evaluar información del entorno y centrarse en el “cómo”, es decir, “¿cómo puede convertirse en realidad lo que ha ideado la cara soñadora?”. En caso de no encontrar una respuesta, supondría una señal de que la idea propuesta por la cara soñadora no es realista ni, por lo tanto, factible. La cara crítica. Es aquella que se centra en todo lo negativo, en lo malo que puede pasar si, tras haber pasado la criba de la cara realista, una idea decide llevarse a la práctica. Esta cara se centra en los riesgos y simula mentalmente un futuro en el que esa idea se ha puesto en marcha. Se pregunta sobre todo “¿qué puede salir mal?” y “¿merece la pena asumir este riesgo?”.

Los seis sombreros para pensar si bien el método Walt Disney nos mostraba tres caras del pensamiento humano, la técnica de los seis sombreros para pensar del experto en creatividad Edward de Bono (autor maltés del cual tenemos un artículo escrito especialmente sobre él), nos muestra seis. La base de esta técnica consiste en crear grupos de seis personas en los que cada uno se ponga en la cabeza un sombrero de un color determinado. En concreto, los seis colores serán azul, blanco, amarillo, negro, rojo y verde. Cada color tiene un rol y cada persona deberá adoptar ese rol. Sombrero azul. Tiene el rol de moderador. Sombrero blanco. Proporciona datos objetivos, sin entrar en ningún tipo de juicio, interpretación u opinión. Sombrero amarillo. Da un punto de vista optimista, positivo, siempre destacando lo bueno de las situaciones surgidas durante el debate. Sombrero negro. Proporciona un punto de vista pesimista, negativo, siempre destacando lo malo de las situaciones surgidas durante el debate. Sombrero rojo. Se centra en las emociones que le hace sentir la situación en un momento determinado. Cada vez que interviene, expresa únicamente cómo se siente, sin necesidad de explicarlo ni de justificarlo. Sombrero verde. Tiene el rol creativo y se centra en dar ideas, sin importar lo realizables o irrealizables que sean.

La caja morfológica consiste en crear una tabla con el número de columnas que nosotros deseemos. Cada columna debe representar un atributo, característica o parte de un todo mayor. Por ejemplo, si quisiéramos utilizar la caja morfológica para crear dinámicas y actividades que combinasen partes de distintas materias escolares, podríamos asignar cada columna a una materia. El número de filas que colocaremos debajo de cada materia también lo elegiremos nosotros, un campo de estudio propio de la materia que se encuentra en la misma columna. Nos quedará algo así:


Matemáticas

Lengua

Inglés

Ciencias Sociales

Geometría

Ortografía

Vocabulary

Historia

Aritmética

Léxico

Listening

Economía

Álgebra

Sintaxis

Pronunciation

Geografía

Una vez cubierta la tabla, el siguiente paso consiste en crear combinaciones aleatorias (o no) entre las distintas columnas. Es decir, elegir de forma aleatoria (o no) una celda de la primera columna, una celda de la segunda columna… y así sucesivamente. De esta forma, obtendremos un listado de varios tipos de conocimiento que se tratan en el aula en materias distintas. Con estos tipos de conocimiento, la pregunta que debemos formularnos es: ¿cómo se conectan entre sí? A muchos alumnos les cuesta seguir el ritmo de las clases porque sus cerebros sienten que tienen que procesar muchos grupos de información aislada, sin conexión entre sí, y eso requiere mucho gasto de energía, con lo cual deciden no prestar atención y no mostrar interés. Para facilitarles esta tarea a los cerebros de nuestros alumnos, darles ejemplos de conexión entre diferentes materias es una excelente solución. Ejemplo:

La geometría es la parte de las matemáticas que estudia los puntos, las líneas, las figuras y sus relaciones. Conocer estas relaciones en dos dimensiones es muy importante como base para poder realizar manualidades en tres dimensiones. Además, al estudiar geometría encontraremos muchas palabras nuevas que nos ayudarán a ampliar nuestro léxico. Por otra parte, tras construir nuestras manualidades podremos venderlas si tenemos claros ciertos conceptos de economía, para lo cual necesitaremos a su vez más léxico relacionado con ella. Si, además, debemos venderlas a una empresa extranjera, probablemente tendremos que intercambiar e-mails con ella en inglés, con lo que el writing se vuelve esencial.

De esta forma, estamos haciendo ver a nuestros alumnos no solo que puede haber muchas conexiones entre los distintos conocimientos que están adquiriendo en el aula, sino que también estamos destacando su utilidad práctica en la vida real. Lo importante es que la técnica cumpla su objetivo, en este caso educativo: enseñar a nuestros alumnos a conectar entre sí los conocimientos que adquieren en el aula para que perduren más tiempo en su memoria, así como aprender a encontrarles una utilidad práctica en la vida real y según los gustos de cada uno.

La inversión Consiste, como su propio nombre indica, en invertir algo, en darle la vuelta, en decir lo contrario para así poder generar una idea nueva y valiosa. ¿Cómo podemos conectar esta técnica de la inversión con la educación en el aula? Invertimos el enunciado “el profesor imparte la lección y el alumno la escucha” y obtenemos “el alumno imparte la lección y el profesor la escucha”. Provocar que los alumnos participen de forma activa en la construcción de la lección les ayuda a utilizar un pensamiento mucho más activo que les permitirá aprender y recordar más y mejor. Invertimos el enunciado “en los exámenes nos dan preguntas para las que debemos encontrar una respuesta” y obtenemos “en los exámenes nos dan respuestas para las que debemos encontrar una pregunta”. Siempre y cuando las respuestas sean cortas, puede exigir un mayor esfuerzo intelectual para el alumno encontrar una pregunta que se adecúe a ella y, por lo tanto, un mayor aprendizaje.

Un ejemplo muy claro de esto lo obtenemos en las Mátemáticas: si queremos comprobar que nuestros alumnos han comprendido correctamente el concepto de división, es mucho más eficaz que les proporcionemos un número para que ellos encuentren un problema que se resuelva con una división y que dé ese número como resultado. Los profesores que diseñan sus propios exámenes y que no extraen las preguntas del libro de texto o de internet saben perfectamente el esfuerzo intelectual que supone diseñar un problema de matemáticas en el que queremos obtener un resultado concreto y el nivel de comprensión de la materia necesario para ello.

SCAMPER proviene de: S de Sustituir, C de Combinar, A de Adaptar, M de Magnificar, P de Poner otros usos, E de Eliminar y R de Reordenar. Es muy parecido a lo que vimos con la técnica de la inversión: si dicha técnica nos permitía enfocar el problema de otra manera a través del verbo Invertir, la técnica SCAMPER nos proporciona sencillamente una colección de otros siete verbos cuyas acciones son muy utilizadas en los procesos de pensamiento creativo.

Sustituir las mesas por el suelo. ¿Qué podemos conseguir con esta sustitución? Trabajar de forma mucho más sencilla con formatos de papel grande como el A2 o el A1, por ejemplo.

Combinar dos materias en una.

Adaptar los asientos para los alumnos inquietos. A día de hoy existen asientos creados específicamente para este tipo de personas y que se pueden trasladar al aula.

Magnificar, siempre que exageramos, en nuestro cerebro se crea una imagen cómica. Si el profesor explica a sus alumnos que Quevedo tenía un bigote tan largo que podía fregar el suelo con él, además de alcanzar todos los beneficios del humor, conseguirá crear una imagen de Quevedo en la mente de sus alumnos que más adelante podrá relacionar con otras cuestiones asociadas a él.

Poner otros usos a un lápiz. Podemos utilizarlo para rascar el grafito y explicarles a nuestros alumnos cuestiones relacionadas con este mineral.

Eliminar los exámenes. Si los alumnos consiguen cumplir unos objetivos determinados como grupo, el profesor puede prometerles una calificación basada en otros trabajos en lugar de en exámenes. Esto, además, les ayudará a desarrollar el trabajo en equipo.

Reordenar el mobiliario del aula. El cerebro humano, cuando se encuentra en un ambiente conocido y familiar, tiene más facilidad para entrar en lo que se conoce como “modo piloto automático”, en el que deja de trabajar y realizar esfuerzos intelectuales conscientes. Si les proporcionamos cambios a nuestros alumnos, por ejemplo, de mobiliario, sus cerebros estarán menos predispuestos a entrar en ese “modo piloto automático”, lo que repercutirá positivamente en su atención. Cuanto mayor sea el cambio, mayor será el esfuerzo intelectual consciente al que tenderá el cerebro.

Phillips 66 se realiza con grupos de 6 personas durante 6 minutos, podríamos equipararla con un brainstorming ágil y cronometrado. Es una buena herramienta cuando queremos activar el cerebro de nuestros alumnos. Les podemos proponer un problema determinado, organizarlos en grupos de 6 personas y darles 6 minutos para encontrar la solución a ese problema. En Phillips 66 serán los propios alumnos quienes deberán organizar en 6 minutos su grupo para encontrar una solución contrarreloj. En este tipo de entornos, los profesores pueden actuar como observadores y detectar ciertas fortalezas.

jueves, 15 de octubre de 2020

Escuelas Changemaker

Ser changemaker implica aprender y desarrollar habilidades como la empatía, el liderazgo y la colaboración para construir una vida mejor para sí mismo, su familia, amigos y entorno. Personas responsables, curiosas y creativas, así como efectivas y con capacidad de adaptación.

Ya existen escuelas que empoderan a los niños y niñas con este propósito, y cada vez son más. Es un movimiento imparable que va dando pasos hacia un cambio de paradigma en la educación.

Para explicar en qué consiste la pedagogía changemaker hay que hablar primero de Ashoka y su visión transformadora. Ashoka es una fundación filantrópica creada por el norteamericano Bill Drayton, Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2011, y presente ya en más de 70 países, entre ellos España. A través de la innovación y con una gran red internacional de emprendedores sociales pretende construir una sociedad de ciudadanos que sean actores de cambios o changemakers, capaces y libres, para mejorar su entorno. Con esta filosofía nace también su proyecto educativo changemaker, una pedagogía alternativa que promueve el aprendizaje activo centrado en las personas y no solamente en los contenidos. Consideran que la empatía, el trabajo en equipo, el liderazgo y la creatividad son habilidades necesarias que deben formar parte de la educación igual que las competencias académicas tradicionales.

Las Escuelas Changemaker son una red de colegios que, conectados y retroalimentándose entre sí, inspiran al resto de la comunidad educativa y lideran una transformación del sistema educativo con modelos pedagógicos alternativos que preparan a niños y niñas para prosperar en un mundo que cambia constantemente a la velocidad de la luz. La comunidad educativa no la forman sólo los alumnos, los profesores y los padres, sino también el ayuntamiento, los vecinos y las asociaciones que hay en los municipios. Comparten entre ellos sus conocimientos y experiencias de vida, los alumnos participan en su vecindario.

Estas escuelas no desarrollan proyectos innovadores aislados. Impregnan toda su estructura curricular y su centro con nuevos modelos educativos. Como por ejemplo el modelo asambleario como proceso educativo dando voz y participación a los niños que de esta forma adquieren habilidades que van más allá de los conocimientos y competencias tradicionales. Aprenden a ser personas autónomas que con pocos años son capaces de resolver cualquier situación problemática que se genere. Todo en la escuela se debate y argumenta en las asambleas. Desde qué aprender en clase hasta qué mejorar en el colegio. No hay conflictos sin resolver.

Ser Escuela Changemaker es formar parte de un influyente grupo de escuelas que sirve para que distintos centros educativos se puedan ver reflejados e inspirar así un cambio en el sistema. Son escuelas, alumnos y alumnas, profesores y profesoras, padres y madres. Son el motor de cambio de un nuevo paradigma educativo. Impulsan un cambio construyendo soluciones a los retos a los que enfrentamos en el presente y a los que nos enfrentaremos en el futuro. Escuelas que educan y empoderan a sus alumnos no para sobrevivir en el actual statu quo, sino para influir y mejorar su entorno.

martes, 13 de octubre de 2020

Los deberes en vacaciones y la libertad de aprender

Cada año, durante el verano, se venden más de seis millones de cuadernos de deberes de vacaciones y más de un millón durante las vacaciones de invierno o de primavera. Desgraciadamente, no disponemos de estadísticas que nos permitan saber cuántos de esos cuadernos son realmente utilizados y cuántos de ellos son terminados por sus usuarios. Muchas veces su compra forma parte de esas buenas resoluciones que acaban por no realizarse. La resistencia de los niños y la veleidad de los padres se conjugan y, pasadas las tres o cuatro primeras páginas, el cuaderno es rápidamente abandonado.

¿Los deberes de vacaciones son realmente útiles? ¿Para quién y en qué condiciones?

Debemos evocar primeramente las situaciones muy particulares en que un niño ha estado ausente durante un periodo significativo del año y se le pide hacer un trabajo escolar de vacaciones para poder pasar al curso siguiente. Cuando se propone esta solución en vez de la de repetir curso, significa que el niño parece capaz de recuperar él mismo el nivel, pues ha aprendido a trabajar solo, sabe organizarse, hacerse un horario y respetarlo, buscar la información necesaria, corregirse y volver atrás en caso de dificultad o de error. No obstante necesitará que se apoye su esfuerzo y tener un entorno favorable y le será provechoso, cada vez que sea posible, una enseñanza por correspondencia adaptada.

Un caso más frecuente concierne a los niños que pasan muy justos al curso siguiente. Entonces se supone que deben aprovechar las vacaciones para estudiar esas asignaturas y llegar al nivel requerido para poder acometer eficazmente el programa del curso siguiente. En realidad en este caso los deberes de vacaciones solo son un parche. La escuela, debería proponer durante todo el año escolar, dispositivos adaptados que los hicieran evitables. O, mejor aún, debería plantear una organización de la escolaridad por ciclos que reagruparan los alumnos de diferentes niveles en una misma clase y permitieran que trabajaran juntos, con ejercicios individuales o en pequeños grupos. Los alumnos, reagrupados en clases con tres niveles, tenían que poder avanzar diferentemente, en las distintas competencias, sin ser penalizados. La organización misma de la enseñanza se tenía que adaptar al ritmo de los niños, con evaluaciones regulares para hacer balance, un seguimiento personalizado, un desarrollo de la ayuda mutua entre alumnos, etc.

Volviendo al tema de las vacaciones, los padres o las familias, pueden fácilmente convertir las vacaciones en una ocasión privilegiada para ejercitar la inteligencia, mantener diálogos fructuosos, hacer repasos agradables e incluso realizar ejercicios fecundos. En todos los casos, los mejores deberes de vacaciones son los que permiten a los niños ejercitar su inteligencia en vacaciones, en un marco distendido, con un ritmo más flexible que durante el año, con actividades donde puedan implicarse con los adultos, codo con codo y aprovechar nuestras capacidades y utilizar las suyas. Los mejores deberes de vacaciones son los momentos de compartir y de comunicar que en ese periodo privilegiado podemos tener con nuestros hijos; ocasiones de encontrar de nuevo el placer de aprender y de utilizar los conocimientos, de dar sentido al mundo y a la vida para que, cuando vuelvan a la escuela, descansados y motivados a la vez, puedan poner en marcha más eficazmente su libertad de aprender.

jueves, 8 de octubre de 2020

Los deberes en casa

La alegría de los primeros deberes para hacer en casa se transforma en tragedia. Los deberes para hacer en casa no deben ser abordados en circunstancias dramáticas sobrecargadas de afectividad a flor de piel. Requieren un poco de serenidad y de distancia. Cuando nos encontramos con dificultades en una actividad profesional o incluso cuando hacemos bricolaje, sabemos guardarnos de acusar a nuestros familiares y de culpar de todos los males a nuestros colaboradores. Sabemos muy bien que las cosas se resisten y que no es simplemente para fastidiarnos. Entendemos que la cólera debe aparecer rara vez y solo al final de esa resistencia. El análisis, la reflexión y la tenacidad son más eficaces.

Así pues, a pesar de los retos sociales que están vinculados al éxito escolar, éste no debe poner en duda las relaciones afectivas en el seno de la familia. Por una parte, porque ello comprometería el equilibrio y el proyecto mismo de la familia y por otro lado, se debe evitar el recalentamiento afectivo sobre los deberes sencillamente porque la dramatización es factor de desequilibrio y por lo tanto generadora de fracaso escolar. El colegial, en el fondo, también tiene una profesión: la profesión de aprender.

Hay veces que los deberes, al fin y al cabo, no son más que un pretexto para llamar la atención sobre uno mismo, y que la dificultad escolar, quizás no sea deliberadamente inventada por completo, pero el niño aprovecha la ocasión, sin calcularlo realmente, para recordar a sus padres su existencia, o incluso para ejercer un poder sobre ellos. También pueden ser síntomas de no encontrarle sentido al trabajo escolar y otras veces una desvalorización de su trabajo: el niño nos devuelve la imagen que nosotros somos capaces de darle del trabajo.

Cuando las tareas escolares no se han realizado, los adultos deben evitar el efecto tenaza: el niño debe poder ir a clase sabiendo que será castigado porque no ha terminado los deberes, sin el temor de que, de vuelta a casa, se desencadene un drama… En suma, no debe sentirse bamboleado entre los adultos de los que nunca sabe si son aliados o rivales, si urden un complot contra él o si procuran, cada uno por su lado, suplantar al otro ejerciendo una mayor autoridad sobre él.

A través de mil circunstancias de la vida cotidiana podemos observar cómo cada uno aborda una tarea, qué estrategia emplea para superar una dificultad. Los ejercicios escolares suponen una forma particular de atención y concentración y por esto deben efectuarse en un marco que tranquilice al niño y le dé la sensación de que el mundo exterior apoya su esfuerzo. Para el árbol, lo realmente importante es la buena tierra en la que se arraiga y se desarrolla. El buen entorno, el buen espacio para el niño, es aquel en el que aprende mejor. Se trata de aprender a marcar las etapas necesarias en la realización de un deber, a identificar el momento en que hay que parar para corregir o rehacer lo que se ha hecho, a saber cuándo y cómo hacer un feedback. Se trata de permitir que cada niño encuentre su propio ritmo, su pulsación particular en materia de trabajo intelectual, su manera de efectuar eficazmente una tarea y de desprenderse progresivamente de su dependencia respecto a nosotros. Permitir que cada uno encuentre los buenos métodos. Es decir que los padres y los profesores deben pensarlo dos veces antes de prescribir nada en este ámbito, porque ayudar a alguien a crecer es enseñarle a sacar conclusiones de sus experiencias y no a aplicar sin reflexión las reglas supuestamente universales. El tesoro está en todo el trabajo preparatorio que parece inútil.

¿No actúa el niño, después de todo, con sentido común? Cuando observa que por mucho que se obstine e intente esforzarse y comprender lo que se le pide, no surge nada positivo. Acaba por considerarse a sí mismo un inútil y tira la toalla. Como no consigue en dos horas o tres lo que sus compañeros hacen en unos minutos y que el profesor considera fácil o fundamental, piensa que es mejor abandonar. Y además, si, después de todo, lo que realmente cuenta en la escuela, lo que va a determinar la orientación de sus estudios, lo que provocará la satisfacción de sus padres son solo los resultados escolares, pues tendrá que obtener esos resultados por todos los medios posibles. Se debe encontrar con cada uno de los horarios más favorables y repartir el repaso, corrección, etc. Teniendo en cuenta los otros trabajos escolares, pero también los momentos de descanso y de deporte necesarios.

Para concluir, está claro que la televisión es un fenómeno sociológico mayor. Más de nueve de cada diez niños de la misma edad ven la televisión al menos una hora al día, los días de clase. Aproximadamente, uno de cada dos niños de primaria llega por la mañana a la escuela habiendo consumido más de media hora. Además la televisión induce a comportamientos muy particulares: con la televisión se vive, uno espera la pausa publicitaria para probar otro programa, da con una telenovela empezada y se dedica, frente al aparato, a toda una serie de actividades diversas. No es de extrañar, en estas condiciones, que el niño, una vez en la escuela, tenga tendencia a comportarse en clase, frente a su profesor, como delante de su televisión. Hay un tipo que habla en un rincón de la sala, uno ordena su estuche, mira por la ventana, hace un dibujo en su agenda… y de vez en cuando conecta, lamentando, únicamente, no poder cambiar de canal. Observamos que los niños tienen regulado el uso de la televisión por su familia, obtienen mejores resultados escolares y sacan mayor partido de la enseñanza que reciben en la escuela.

En definitiva, para el éxito intelectual y humano, no es la manera de tratar el trabajo escolar y los deberes en casa, sino más generalmente la actitud que se adopta en el conjunto de la vida cotidiana, en ocasión de todos los acontecimientos que constituyen la trama y la riqueza de ésta. Aprovechar todas las ocasiones posibles para hacer pensar y reflexionar. Es mucho más productivo para los alumnos entrenen sus habilidades intelectuales y creativas fuera de clase que realizar deberes o tareas que impliquen el uso de conocimientos. Es decir, que ganaríamos mucho más rendimiento en el alumnado si trabajásemos los conocimientos en el horario escolar y les hiciésemos recomendaciones personalizadas para desarrollar sus habilidades intelectuales y creativas en su casa.

No cabe duda de que, en este contexto, la cuestión tan concreta de los deberes en casa es una excelente manera de plantear el problema de los roles respectivos de los padres y de los profesores, de cómo pueden contribuir, conjuntamente y respetando las especificidades de cada uno, a la educación de los niños.

martes, 6 de octubre de 2020

Los deberes y la desigualdad social

En la escuela, todo cambia continuamente, pero, en la clase, todo sigue igual. Y es que, en realidad, aún nos fascina el modelo del clérigo que predica desde lo alto de su púlpito. Como el abogado en la audiencia o el diputado en el parlamento, subyuga y, por el milagro de su voz, opera según el modo sacramental, transformaciones irreversibles en el espíritu de sus oyentes. Y, más aún, se trata esencialmente de un clérigo católico… un clérigo de antes de la revolución protestante, de antes de que los laicos se tomaran el derecho de leer ellos mismos la Biblia, de escoger los pasajes y de osar hacer su propia interpretación. La clase, en nuestro imaginario colectivo, funciona aún demasiado como una iglesia, cuando debería llegar a ser una biblioteca y un taller, un lugar de consulta de recursos, de entreno individual y colectivo, de aprendizaje con un maestro que no se conforma con hablar sino que muestra, explica, actúa ante la mirada de sus alumnos y los hace trabajar ante sus propios ojos para corregirlos, guiarlos, llevarlos al más alto nivel de perfección…

Los deberes escritos que se hacen en casa, su utilidad es muy discutible, corren el riesgo de agotar al niño tras una jornada escolar de 8-10 horas. Las condiciones materiales donde se ejecutan la mayor parte del tiempo podrían resultar dañinas para la salud de los alumnos; la recomendación , tareas muy cortas o suprimirlas del todo. Los deberes para hacer en casa generan desigualdades; remiten a los padres o al entorno del niño el cuidado de dar consejos o de proporcionar ayuda que solo los profesores están formados para asumir, engendran un cansancio que repercute en la calidad del trabajo en clase, y suscitan el desarrollo de actividades comerciales que ponen en peligro la equidad de tratamiento que debe garantizar el servicio público. En resumidas cuentas, los deberes se hacen en casa y en clase se escucha.

Por lo tanto, la escuela debe organizar dispositivos o nuevos programas que permitan a los alumnos aprender a estudiar; debe desarrollar sitios de ayuda donde los alumnos puedan encontrar apoyo, es decir, favorecer el aprendizaje del trabajo individual y contribuir a aportar a cada alumno la ayuda personalizada que necesita, y, así, prevenir los riesgos del suspenso y reducir las dificultades que provengan de las desigualdades originadas por las situaciones familiares. Los maestros ayudarán a los alumnos a asimilar varios métodos de estudio y a utilizarlos adecuadamente y así contribuirán a que estos desarrollen su capacidad de atención, de organización y de reflexión. Democratizar verdaderamente el acceso al saber supone, más que nunca, aportar a los alumnos, en clase y en las estructuras institucionales adaptadas, la ayuda que por otra parte les falta.

La jornada escolar es demasiado pesada, y, por supuesto que el agotamiento escolar afecta sobre todo a los “buenos alumnos” que se toman a pecho el hacer todos los deberes mandados, con lo cual sufren las consecuencias de un razonamiento demasiado utilizado por los profesores: démosles mucho trabajo, así nos aseguramos de que hagan un poco. Los que intentan hacer todos los deberes que se les ponen solo lo consiguen al precio de un gran cansancio, que puede llegar a comprometer su equilibrio personal y su éxito escolar. Los que deciden ni tocarlos tienen el sentimiento de no captar lo esencial y viven con la idea de que lo que se hace en clase solo es un pretexto para ponerles deberes. Todo el mundo sale perdiendo. Si estos no lo hacen es porque no ven la utilidad, porque no han entendido los enunciados con claridad, porque están desanimados, por sucesivos suspensos o, simplemente, porque no les interesa. En la inmensa mayoría de los casos el problema es que el trabajo mandado no está adaptado al alumno (es demasiado fácil o demasiado difícil), que está insuficientemente explicado (los enunciados no están claros) o que no tiene sentido para el alumno; son ejercicios formales de los cuales no se sabe qué es lo que permiten aprender ni que problemas intelectuales o concretos permiten resolver. La escuela se ha mostrado como una institución que, contrariamente a los avatares de la vida social, organiza el aprendizaje de manera sistemática, progresiva y exhaustiva.

Hoy, cada uno intenta echar las culpas al otro: los profesores estigmatizan la dimisión de los padres y se quejan de las intervenciones permanentes sobre su pedagogía, mientras que los padres acusan a los profesores de rechazar cualquier evaluación seria de su trabajo y de entrometerse sistemáticamente en sus responsabilidades como educadores. El maestro encuentra su legitimidad fundadora no en quién tiene razón sino en dónde está la razón, pues es quien conduce hacia la verdad. Muchos trabajos importantes, en numerosas disciplinas de la enseñanza, aún se mandan para hacer en casa, lo que viene a ser un poco como si los profesores de educación física dictaran en clase las reglas de baloncesto y mandaran hacer el partido en casa… Se alega el tamaño de los programas, la falta de tiempo y la abundancia del alumnado. Sabemos que el hecho de dedicar un tiempo a hacer los deberes en clase, permite, en realidad, economizar un tiempo considerable a medio y largo plazo.

jueves, 1 de octubre de 2020

Educar para la libertad

La profundidad del adoctrinamiento tendencioso que se lleva a cabo en las escuelas incapacita a las personas instruidas para comprender siquiera las ideas más elementales. Las escuelas fueron diseñadas para apoyar los intereses del sector social dominante, la gente de mayor riqueza y bienestar. Desde muy temprano, en la educación se nos socializa para que comprendamos la necesidad de prestar respaldo a las estructuras del poder, sobre todo a las grandes empresas, a los hombres de negocios. La lección que uno saca de esta educación socializadora es que, como no apoyes los intereses de los más ricos y poderosos, lo tendrás crudo: sencillamente, se te expulsa del sistema o se te marginaliza. Y la escuela cumple con éxito este programa de adoctrinamiento de los jóvenes gracias a que opera dentro de un marco de propaganda cuyo efecto es de formar o suprimir las ideas y la información no deseadas. En nuestra cultura intelectual, los hechos que no convienen al sistema doctrinal se despachan con rapidez, como si no existiera; simplemente, se eliminan.

Como consecuencia, resulta mucho más sencillo ignorar todo lo que no interesa oír. La escuela impide la difusión de verdades esenciales. Es la responsabilidad intelectual de los maestros o de cualquier otra persona que se mueva en ese ámbito de intentar decir la verdad. Decirle la verdad al poder no es ninguna tarea honrosa, literalmente, es malgastar el tiempo.

Lo que debemos procurarnos es un auditorio que importe. En el caso de la enseñanza se trata de los estudiantes; no hay que verlos como un simple auditorio, sino como elemento integrante de una comunidad con preocupaciones compartidas, en la que uno espera poder participar constructivamente. No debemos hablar a sino hablar con. Eso es ya instintivo en los buenos maestros. Los estudiantes no aprenden por una mera transferencia de conocimientos, que se engulla con el aprendizaje memorístico y después se vomite, no con la imposición de una verdad oficial; esta última opción no conduce al desarrollo de un pensamiento crítico e independiente. La obligación de cualquier maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la verdad por sí mismos, sin eliminar, por tanto, la información y las ideas que puedan resultar embarazosas para los más ricos y poderosos: los que crean, diseñan e imponen la política escolar. Los miembros del rebaño tienen que ser rigurosamente adoctrinados en los valores e intereses de tipo privado y estatal-corporativo. Los que asimilen mejor esta educación en los valores de la ideología dominante y demuestren su lealtad al sistema doctrinal podrán, a la postre, entrar a formar parte de la clase especializada.

La escuela y su meta es evitar que la gente haga preguntas importantes sobre las cuestiones importantes que les afectan directamente a ellos o bien a los demás. No se aprende solo contenidos, sino que, además, aprendes cómo has de comportarte, cómo vestirte adecuadamente, qué tipo de preguntas puedes hacer, cómo encajar (en el sentido de amoldarte), etc. A la que seas demasiado independiente, o cuestiones demasiado a menudo el código de tu profesión, lo más probable es que te expulsen del orden de los privilegiados. De modo que uno se da cuenta rápido de que, para triunfar, hay que servir a los intereses del sistema doctrinal. Hay que estarse callado e instilar en los alumnos las creencias y los dogmas más útiles para los intereses de los que están de verdad en el poder.

Si la escuela fuera un auténtico servicio público y general, nos proporcionaría técnicas de autodefensa, pero eso quiere decir enseñar la verdad sobre el mundo y la sociedad. Y se dedicaría, con mucha más asiduidad y energía, justamente al tipo de cuestiones de las que estamos tratando, para que las personas que crecen dentro de una sociedad abierta y democrática desarrollen técnicas de autodefensa no solo contra los aparatos propagandísticos de las sociedades totalitarias controladas por el estado, sino también contra los sistemas privados de propaganda (esto es, la escuela, los medios de comunicación, la prensa que selecciona los temas de discusión e intelectualidad) que controlan casi del todo el desarrollo de la tarea educativa. Los que ejercen este control sobre el aparato educativo merecen ser considerados como miembros de la clase de los comisarios; los comisarios, en efecto, son intelectuales que trabajan fundamentalmente para reproducir, legitimar y mantener el orden social dominante, que les reporta beneficios. Los auténticos intelectuales, por el contrario, tienen la obligación de investigar y difundir la verdad sobre los temas más significativos, sobre los temas que importan.

La escuela sigue siendo de lo más antidemocrática no solo por sus estructuras de gobierno (los directores, por ejemplo, son nombrados desde arriba, y no elegidos por votación), sino también porque reproduce la ideología dominante que, a su vez, desincentiva la reflexión crítica e independiente. ¿Cómo podría lograr la educación ser un estímulo para el pensamiento crítico, en lo que respecta a la creatividad, la curiosidad e incluso las necesidades de los estudiantes?

La verdadera enseñanza democrática no consiste en memorizar los ideales de la democracia. El aprendizaje auténtico se produce cuando se invita a los estudiantes a que descubran por sí mismos la naturaleza de la democracia y su funcionamiento. Una educación cuya meta sea lograr un mundo más democrático debería proporcionar a sus estudiantes herramientas críticas con las que trazar relaciones entre los acontecimientos que, finalmente, desenmascaren las mentiras y el engaño. En lugar de adoctrinar a los estudiantes con mitos sobre la democracia, la escuela debería comprometerlos en la práctica de la democracia.

Dewey parece haber considerado que una reforma de los primeros niveles de la educación podía provocar cambios sociales significativos. Podía abrir el camino a una sociedad más justa y libre, una sociedad en la cual, citando al propio Dewey: el objetivo último de la producción no sea la producción de bienes, sino la producción de seres humanos asociados entre sí en términos de igualdad.

El objetivo de la educación citando ahora a Bertrand Rusell, es lograr que se perciba el valor de la realidad ajena a la dominación con miras a crear ciudadanos sabios de una comunidad libre y estimular una combinación de ciudadanía, libertad y creatividad individual. Rusell denominó concepción humanística a la idea de que la educación no ha de entenderse como el proceso de llenar de agua un recipiente, sino más bien el de ayudar a que una flor crezca según su propia naturaleza. La idea consiste en proporcionar las circunstancias en las que se puedan desarrollar las diferentes manifestaciones de la creatividad. Una idea del siglo XVIII, recuperada a la par por Dewey y Rusell. Stuart Mill consideraba que el valor central de la vida humana era el trabajo creativo, emprendido por decisión propia y realizado en colaboración con otros.

Si se llevaran a la práctica, estas ideas podrían crear seres humanos libres, cuyos valores no serían ya el acaparamiento y la dominación, sino la asociación libre en términos de igualdad, de distribución equitativa, de cooperación, de participación igualitaria en la realización de unos objetivos comunes, que se han determinado democráticamente.

La responsabilidad de la educación, sin duda, corresponde en parte a la escuela, a la universidad y a todos los sistemas formales de información. Ello es cierto tanto si el objetivo de la educación es educar para la libertad y la democracia, como postulaba Dewey, o bien educar para la obediencia, la subordinación y la marginalización, como exigen las instituciones dominantes. Es necesario, por tanto, echar un vistazo a qué forma están dando a los factores del entorno familiar, la política social y la cultura dominante.