Desde la IIGM, un número creciente de antropólogos culturales se han implicado de manera ocasional o regular en investigaciones que tienen aplicaciones prácticas más o menos inmediatas. Se conoce como antropología aplicada.
El núcleo de la antropología aplicada consta de investigaciones encargadas por organizaciones públicas o privadas en espera de conseguir objetivos prácticos de interés para esas organizaciones. Entre estas organizaciones se cuentan departamentos y organismos estatales, locales e internacionales, como los Ministerios de Agricultura y Defensa, la Agencia para el Desarrollo internacional, el Banco Mundial, la OMS, diversos organismos dedicados al abuso de drogas, departamentos de educación y planificación urbana, hospitales, planificación familiar... Además, existen organizaciones privadas que han contratado o encargado a antropólogos que lleven a cabo investigaciones prácticas hacia objetivos concretos, incluyendo importantes empresas industriales, fundaciones como Rockefeller y Ford.
Los antropólogos culturales no tienen el monopolio de la antropología aplicada. La antropología física, la arqueología y la lingüística tienen también aspectos aplicados.
Aunque el sello distintivo de la antropología aplicada consiste en implicarse en una investigación destinada a conseguir un resultado práctico específico, la medida en que los antropólogos aplicados participan de hecho en conseguir el resultado deseado varía según los proyectos. En un extremo, el antropólogo aplicado puede haber sido encargado simplemente de desarrollar información que la organización patrocinadora necesita tener para tomar decisiones. En otros casos, se le puede pedir que evalúe la factibilidad de un programa planeado o incluso que esboce un conjunto más o menos detallado de planes para conseguir un objetivo. Raramente, el antropólogo, solo o como miembro de un equipo, puede recibir el encargo de planificar, implantar y evaluar todo un programa desde el principio hasta el fin.
La separación entre antropología aplicada y no aplicada se va difuminando a medida que los intereses teóricos y abstractos llegan a dominar objetivos específicos y concretos. La teorización abstracta puede interpretarse como antropología aplicada si proporciona un conjunto general de principios a los que debe adecuarse cualquier programa de acción si se quiere que tenga éxito. Por ejemplo las teorías generales sobre la pobreza urbana pueden tener consecuencias prácticas de gran importancia aunque la investigación que subyace tras estas teorías puede no haber sido patrocinada por organizaciones con el objetivo expreso de eliminar o perpetuar el subdesarrollo.
Debemos tener en cuenta que los antropólogos que se abstienen de implicarse en investigaciones patrocinadas, prácticas, orientadas a objetivos concretos, pueden tener fines prácticos atendiendo a sus descripciones y teorías, pero son incapaces de obtener apoyo de organizaciones adecuadas para poner sus hallazgos al servicio de un uso práctico.
Los antropólogos que hacen antropología aplicada en sus trabajos de campo ofrecen: libertad relativa respecto a los sesgos de etnocentrismo y occidentalización; preocupación por los sistemas socioculturales holísticos y; preocupación por los acontecimientos conductuales ordinarios, así como de la vida mental.
Extraído de Harris, M. (2021). Antropología cultural. Capítulo 15: Antropología aplicada. Alianza editorial: Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario