Podría suponerse que, como sociedades industriales más avanzadas tecnológicamente del mundo, los ciudadanos rechazasen las formas tradicionales del animismo y animatismo (engloba diversas creencias tanto en objetos como cualquier elemento del mundo natural están dotados de vida, alma, movimiento o consciencia propia). La ciencia es la fuente principal de la tecnología moderna, que a su vez subyace en la producción masiva industrial y en el consumo de bienes, servicios e información. Aunque la ciencia no se opone necesariamente a una creencia en las almas, los dioses o la suerte, los principios científicos del conocimiento requieren que las proposiciones basadas en la fe, en la tradición, en los presentimientos o en las visiones estén sujetas a pruebas lógicas y empíricas sistemáticas. Podría esperarse, por consiguiente, que en una sociedad en que la ciencia y la tecnología científica desempeñan un importante papel, la mayoría de la gente debería ser agnóstica, no creyendo ni dejando de creer en el animismo ni el animatismo, o bien totalmente atea.
Sin embargo, grandes porcentajes de civilizaciones profesan una creencia en Dios o en un espíritu universal. Además, existen indicios de que muchas formas nuevas de creencia y práctica religiosa parecen estar ocupando su lugar.
Algunos observadores detectan indicios de un despertar religioso a gran escala. Este despertar implica algo más que una creencia reafirmada en una deidad activa y personal. Las formas de despertar varían desde grupos de encuentro de fin de semana a profetas mesiánicos. El aspecto más representativo de este despertar es la aceptación de la espiritualidad asiática como un antídoto al individualismo utilitario occidental. Ciertos aspectos del Zen, del Taoísmo, del Budismo, del Hinduismo, del Sufismo y de otras religiones orientales comenzaron por primera vez a tener un papel importante en la contracultura de los últimos años. Ayudada por las drogas y por la meditación, la generación de la contracultura se dio cuenta de lo ilusorio de la lucha mundana. Buscar el éxito en la profesión y en la situación social, el sacrificio de los logros actuales por algún objetivo futuro siempre alejado, ya no parecía valioso.
El despertar religioso fue provocado tanto por el éxito de la sociedad y por la conciencia de que la educación y la riqueza no traían la felicidad o el logro, como por sus fallos. Siguiendo esta línea de razonamiento hasta su resultado lógico, estamos abocados a concluir que la causa básica del despertar religioso es una crisis de espíritu y significado más que una crisis de necesidades materiales prácticas.
La causa más profunda, prescindiendo de qué factores en particular contribuyeron al ritmo real, fue la incapacidad del individualismo utilitario de proporcionar un modelo significativo de existencia personal y social.
Puede aducirse contra este punto de vista, sin embargo, que el impulso más profundo y más característico del despertar religioso no es la búsqueda del significado último, sin la búsqueda de soluciones a los problemas económicos y sociales que no están resueltos. El papel de la espiritualidad asiática en la formación y propagación de nuevos grupos y rituales religiosos se exageran fácilmente. El número de personas implicadas en nuevos cultos, sectas y movimientos que tienen como principal preocupación la contemplación, la retirada de los asuntos mundanos y otros motivos supuestamente asiáticos, es realmente bastante reducido en comparación con el número de los que se dedican a cultos, sectas y movimientos que tienen un programa definido para atender a los problemas mundanos y ensalzar el bienestar material individual. El asunto parece evidente en cuanto aquellos que desean predecir el futuro a partir de los horóscopos, curar la enfermedad a través de trances chamánicos o herir a su jefe clavando pinchos en muñecos. Todas esas técnicas están destinadas a dominar el mundo antes que a retirarse de él.
Los motivos utilitarios son también muy evidentes en las variedades al parecer interminables de grupos de encuentro de fin de semana y terapias de mente-cuerpo que son parte del movimiento del potencial humano. Los ejecutivos prescriben grupos de encuentro y cursos de entrenamiento de los sentidos para mejorar las relaciones entre los empleados y para aumentar las ventas.
En los entrenamientos más etéreos y espiritualizados, el tema predominante y repetitivo es el de la mente dominando sobre la materia. Los participantes no solo esperan controlar a los demás mejorando su control sobre sí mismos, sino que esperan controlar los acontecimientos físicos a través del dominio del pensamiento sobre la materia. Creencias en la omnipotencia de la mente caracterizan los principios y objetivos de las disciplinas humanas potenciales más meditativas. Incluso cultos como los Moon, los Hare Krishna y la Misión de Luz Divina tienen un compromiso mundano, un anhelo de control, que contradice la noción de que el despertar religioso actual se entiende mejor como una crítica de expansión de la riqueza y el poder inspirada en Asia. Una gran mayoría de jóvenes están presos en sectas pseudo-religiosas. Su mensaje cala especialmente entre personas enfermas, viejas o solitarias, empobrecidas, desempleadas, desconcertadas por los cambios en las costumbres sexuales y en la familia, y asustadas por los delitos callejeros.
Cualquiera que sea el balance entre los temas mundanos y los sobrenaturales en los cultos que han adoptado aspectos de las religiones asiáticas, estos cultos no son representativos del principal empuje de cambio religioso. Mucho más poderoso es el fundamentalismo protestante y los diversos movimientos de revitalización cristianos surgidos de nuevo.
Las creencias y prácticas religiosas están pasando por un periodo de cambio y fermento. La experiencia de otras culturas y de otras épocas históricas demuestra que las tensiones provocadas por un rápido cambio cultural encuentran normalmente su expresión en anhelos espirituales, interrogantes y experimentación que conducen a una expansión e intensificación de la actividad religiosa.
Todas las principales religiones del mundo nacieron durante épocas de rápida transformación cultural. El Budismo y el Hinduismo surgieron en el valle del Ganges, al norte de la India, durante una época de deforestación, aumento de la población y formación del Estado. El judaísmo surgió durante las prolongadas migraciones de los antiguos israelitas. El cristianismo surgió en conjunción con los intentos de liberación del yugo del imperialismo romano. El islam surgió durante la transición de una vida de nomadismo pastoral a la del comercio y los imperios de Arabia y norte de África. Los protestantes se escindieron del catolicismo cuando el feudalismo dejó paso al capitalismo. Los cultos mesiánicos y milenaristas se extendieron por las Grandes Llanuras cuando los indios americanos perdieron sus tierras y terrenos de caza, mientras que en el despertar de la colonización europea de Nueva Guinea y Melanesia, cientos de cultos, dedicados a adquirir riqueza mundana con la ayuda de antepasados que han regresado de la muerte, se extendieron de isla en isla.
La creciente intensidad de actividad religiosa constituye un intento de resolver o escapar de los problemas de mal funcionamiento del consumismo, desempleo, desbaratamiento de los papeles sexuales, demolición de la familia soportada por el hombre que gana el sustento, alienación del trabajo, el gobierno opresivo y burocracias de sociedades anónimas, sentimientos de aislamiento y soledad, miedo al delito y desconcierto sobre cuál es la raíz y causa de que se produzcan tantos cambios a la vez.
Extraído de Harris, M. (2021). Antropología cultural. Capítulo 16: la antropología de una sociedad industrial. Madrid: Alianza editorial.
Lievegoed, B. (2021). El hombre en el umbral. El reto del desarrollo interior. Buenos Aires: Antroposófica.
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