Un equipo formado desde diversas corrientes y sobre todo desde diversos pensamientos y visiones, aporta una visión mucho más completa que si nos limitamos a observar desde nuestro lugar, por muchas certezas que podamos tener de lo que vemos y el modo en que lo vemos es la mejor de las opciones contar con otros puntos de vista.
Una herramienta fundamental es aprender a trabajar en equipo, esto es flexibilidad. A esta se une otro elemento con el que tiene una relación muy estrecha: predisposición para el cambio. Si a eso se le une que entre los elementos del equipo hay confianza y que todos están de acuerdo en que hay que ver las dificultades como retos, los cimientos de ese equipo serán realmente sólidos.
Exponer los puntos de vista divergentes al resto generará unas diferencias que serán, precisamente, lo que proporcione riqueza al resultado. Y entre esos diferentes criterios están también conocer qué roles hay en un equipo para encajar mejor las piezas. Estos roles no son inamovibles. Todos son necesarios y cumplen una función clave en el propósito del equipo.
El líder será quien dirija por dónde discurrirán las acciones del equipo. No impone, sino que sabe sacar lo mejor de los demás; es una persona resolutiva y sabe manejar los recursos existentes. Tiene facilidad para conectar, y la capacidad de escuchar es una de sus mejores virtudes. Para liderar es necesario una gran capacidad de reflexión.
El creativo es una persona con gran capacidad para generar ideas, aunque muchas de ellas puedan parecer ilógicas. Eso es precisamente lo que nos ayuda a romper barreras cuando nos quedamos bloqueados y permite resolver problemas. Esta persona, por contra, suele perder el interés pronto y no siempre está dispuesta a asumir detalles prácticos ni reglas.
El experto posee conocimientos especializados del tema que se está tratando, pero, en ocasiones, puede costarle aceptar opiniones de los demás porque esa experiencia pesa demasiado.
El positivo siempre viene bien en un equipo: es esa persona que anima, que promueve el espíritu de equipo, que quita hierro a las disputas y que siempre se muestra colaboradora.
El crítico pone pegas a lo que se va proponiendo. Su opinión puede ser muy útil para tener los pies en el suelo y buscar los "peros" del proyecto.
El organizador su contribución se dirige a la planificación con un gran sentido práctico. Cierto es que a veces le cuesta aceptar ideas nuevas y es algo que ha de saber pulir. Tiene que ser una persona flexible que sabe delegar.
El analista mientras todos dan ideas, ellos analizan todo lo que se dice y buscan pros y contras. Su reflexión puede ser la pieza que falte para conseguir una visión global del trabajo. Normalmente, suelen ser bastante tímidos.
Extraído de Bona, C. (2021). Humanizar la educación. Barcelona: Penguin Random House.
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