domingo, 31 de julio de 2022

Relativismo cultural y constructivismo: hacia una antropología del lenguaje

     (...) Sapir denfendió que las categorías semánticas de cada lenguaje constituían un modo de organizar la experiencia, a menudo inconmensurable de un lenguaje a otro. Por ejemplo, se dice que un lenguaje lexicaliza o codifica un dato x si posee una palabra para ello. Y sabemos que no todas las lenguas operan esta codificación del mismo modo: un ejemplo clásico es el de los Inuit, indígenas esquimales del ártico que, al parecer, contaban con al menos 9 denominaciones para la nieve. Es decir, se codifica de 9 modos distintos lo que en lenguas como el castellano se lexicaliza con una. Esto plantea un obvio problema de traducción. No obstante, argumentó Whorf, la dificultad es aún más radical: el hablante de una lengua asume que la realidad se corresponde con las categorías de su vocabulario, de modo tal que donde uno de nosotros ve una sola cosa (la nieve) el esquimal podrá ver 9 distintas. Nuestras categorías semánticas estarían, además, tan profundamente imbricadas entre sí que no existe manera de referirse de una manera neutral (universal) a la realidad. Cada lengua vehicula una visión del mundo original e inconmensurable con los demás.

    Ahora bien, la propia hipótesis de Sapir-Whorf podría intentar contrastarse. Para ello es necesario partir de organizaciones léxicas distintas en las que podamos reconocer un mismo referente para comprobar si da lugar a respuestas no verbales diferentes. Un caso clásico es el del color, las variaciones en la organización del espectro de una lengua a otra y la capacidad de discriminación en el mismo por parte de sus hablantes. Al parecer, los colores resultan más accesibles perceptivamente cuando se cuenta en el vocabulario de la propia lengua con una palabra para ellos. No obstante, generalizar este tipo de análisis a otras experiencias distintas del color resulta complicado, pues las categorías semánticas de una lengua son interdependientes entre sí.

    (...) Puede ocurrir que una proposición verdadera en una lengua sea falsa en otra. En este sentido algunos sociólogos y antropólogos acuñan la expresión construcción social de la realidad.

    (...) A principios del siglo XX, Durkheim presentó el concepto de representación colectiva como alternativa sociológica a las categorías kantianas: serían el marco permanente de nuestra vida mental. El argumento es que la clasificación de los datos sensibles que ordena nuestra experiencia no se opera mediante una tabla de categorías de algún modo universal, sino que organizamos la naturaleza siguiendo divisiones sociales (y, en particular, estructuras de parentesco). Así, a cada clan correspondería ciertos animales, regiones, estrellas, etc. Por tanto, la evidencia empírica sobre la que se asientan las ciencias no sería una excepción: una sociedad conoce la naturaleza de acuerdo a su propia organización.

    Es decir, de algún modo, Durkheim iba un paso más allá de Sapir y Whorf: no se trata solamente de que las categorías de cada lengua articulen una visión del mundo, sino que esta se correspondería con la ordenación social de sus hablantes, sus divisiones, sus intereses, etc. En consecuencia, la realidad no sería una misma para toda nuestra especie, como pretendía Kant al sostener la universalidad de sus categorías, sino que estaría construida socialmente.

    Kuhn cuestionó la concepción del significado de los términos científicos desarrollada por la tradición positivista, según la cual debía existir una referencia común con arreglo a la cual establecer la verdad de las proposiciones de distintas teorías. Khun defendió, a diferencia de Durkheim, que los paradigmas serían un proceso interno a cada comunidad.

    Este sería justamente el giro que imprimiría David Bloor a la sociología de la ciencia cuando propuso que esta debía explicar causalmente el conocimiento científico, entendido este como creencias colectivas de una comunidad. Esta fue la tesis defendida en su Conocimiento e imaginario social (1976). No importa si verdaderas o falsas, ambas debieran explicarse según un mismo esquema causal. Bloor se apoyó aquí en una propuesta de Mary Hesse, según la cual para poder enfrentar desafíos como el de Kuhn debemos contar con un modelo que dé cuenta de cómo los niños adquieren el vocabulario de una lengua, es decir, cómo aprenden a categorizar la realidad. En este proceso, el niño desarrolla mecanismos de discriminación sensorial, clasificando estímulos al asociarlos con palabras y generalizando después por semejanza.

    Para Bloor el aprendizaje de una lengua es un proceso social en el que medirían siempre otros adultos que dirigirían la atención del niño al medio. La categorización se opera sobre convenciones, pues la infinita complejidad del mundo imposibilita una correspondencia unívoca entre palabras y cosas, de modo que cabrá desarrollar tantas como relaciones viables se puedan establecer con el medio. 


Álvarez Álvarez, J.F.; Teira Serrano, D.; Zamora Bonilla, J.P. (2009). Filosofía de las Ciencias Sociales. UNED: Madrid.

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