viernes, 22 de julio de 2022

La droga de diseño utópica, la dictadura sin lágrimas

     En la novela de Huxley Un mundo feliz, el "soma" es más que una droga: es una sustancia, ya sea en forma de vapores, líquida o en tabletas, que sirve al Estado para controlar, por completo y sin limitaciones a la civilización de este mundo feliz.

    Es conocido el interés que Aldous Huxley, durante gran parte de su vida, siempre tuvo por encontrar una droga perfecta que ofreciera a la gente la posibilidad de escapar de sus miserias y lograr la paz consigo misma. En 1931, un año después de escribir la novela, escribe en su ensayo "A la búsqueda de un nuevo placer":

Hasta donde yo puedo ver, el único placer posible vendría derivado de una nueva droga, un sustituto más eficaz y menos dañino que el alcohol y la cocaína. Si yo fuera millonario haría una importante donación a un grupo de investigadores para que encontrasen el estupefaciente ideal. Si pudiéramos esnifar o tragar algo que, durante 5 o 6h diarias, aboliera nuestra soledad como individuos, nos reconciliara con nuestros semejantes en una rebosante exaltación del cariño (...) y si esta divina droga transformadora del mundo tuviera la cualidad de que pudiéramos levantarnos a la mañana siguiente con la cabeza despejada y en buen estado, entonces, me parece que todos los problemas se solucionarían y la tierra se convertiría en un paraíso.

    Las gentes de esta civilización acostumbra a darse sus vacaciones de soma para evitar pensar y, por tanto, sufrir. El soma permite abrazar el éxtasis de un sueño hacia la eternidad para el que esta sociedad deshumanizada no está preparada. Huxley cree en la posibilidad liberadora de semejante droga, pero siempre que contribuya a hacer tomar al ser humano conciencia de una realidad superior, a trascender "las puertas de la percepción". En cambio en la novela, las vacaciones de soma son la única actividad que el ciudadano de este mundo puede realizar en solitario, individualmente, no para liberarlo, sino para alejarlo aún más de sí mismo y hacerlo más dependiente del sistema. En esta línea en su artículo "La revolución final", de 1959 escribe:

Me da la impresión de que en la próxima generación existirá un método farmacológico capaz de hacer que la gente ame su servidumbre, que producirá dictaduras sin lágrimas, así de claro (...) de modo que aunque la gente quedará desprovista de libertades, le gustará porque se les alejará de cualquier deseo de rebelarse, mediante la propaganda, el lavado de cerebro o el lavado de cerebro reforzado con métodos farmacológicos.

    El soma es utilizado en la narración con la intención de destacar la dimensión imaginaria e irracional del término como símbolo disémico de una desquiciada y deshumanizada sociedad en la que no es un simple producto de consumo (el Estado lo ofrece gratis), sino el único sustento de la espiritualidad que promulgan las instituciones, la política y la religión. En definitiva, un nuevo y seguramente más aterrador opio del pueblo. Los gobernantes del Estado Mundial utilizan el soma en los más diversos formatos, según la necesidad.


Gómez López, J.I. (2014). Introducción. Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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