miércoles, 20 de julio de 2022

De Un mundo feliz a 1984

     En 1949, Aldous Huxley escribe una carta a George Orwell en la que agradece a este la copia que le envía de su última novela. En la carta, aprovecha para señalar el afortunado logro de la novela en la medida en que consigue plasmar lo que Huxley denomina la "revolución total":

¿Me permites que te diga que el libro trata de una revolución total? Los primeros indicios de una filosofía de la revolución total, de la revolución que va más allá de la política y la economía y cuyo objetivo es la total subversión de la psicología y la fisiología del individuo (...) Creo que la pesadilla de 1984 está destinada a transformarse en la pesadilla de un mundo que tiene un gran parecido con el yo imaginé en Un mundo feliz.

     Hoy día ambos títulos se han convertido en eslóganes y consignas de cualquier debate destinado a cuestionar el futuro de la humanidad como posible pasto de una política y una economía cada vez más globalizadas. De alguna manera, estas novelas son dos iconos literarios insoslayables de nuestra cultura occidental más reciente.

    El enfoque distópico de ambas novelas viene caracterizado por dos formas narrativas bien definidas y diferenciadas: de un lado, el ritmo sensorial, poético, de transiciones suaves producidas por abundantes seriaciones asindéticas, así como por la multiplicidad de voces y registros narrativos de Un mundo feliz; de otro, el ritmo pausado y en ocasiones encorsetado de la prosa de 1984, destinado a dotar de una gran preeminencia el apartado semántico. El vivaz y caleidoscópico ritmo de la prosa de Huxley favorece el desarrollo de las distintas alternativas psicológicas de los personajes centrales de la novela, mientras que la prosa forma y metódica de 1984 facilita la construcción del mensaje político como parámetro esencial de esta obra. En este sentido, la novela de Huxley parece formar parte de un nuevo romanticismo; la de Orwell, en cambio, abre las puertas al Nuevo Realismo literario ya propuesto por Zamiátin en 1922. Asistimos, por tanto, a dos actitudes bien diferenciadas ante una parecida y aterradora visión futurista de la humanidad: Aldous Huxley desvela su postura psíquica y visionaria desde el inicio de la novela para reflejar así los peligros de una civilización sometida a la tiranía de la ciencia y la tecnología; George Orwell, en cambio, revela una postura perceptiva, de concreciones futuras que facilitan la demostración casi matemática de su discurso distópico en un mundo en el que el poder político es la principal amenaza.

    En 1958, Aldous Huxley en su obra De vuelta a Un mundo feliz, título de ensayos sociopolíticos, humanistas y económicos en el que el propio autor, desde la perspectiva del contexto histórico y político de finales de los cincuenta, en pleno telón de acero, revisa los temores y profecías de su Un mundo feliz y también resume muy bien algunas de las diferencias fundamentales entre la sociedad retratada en su novela y en la de Orwell:

La sociedad descrita en la fábula de Orwell es una sociedad permanentemente en guerra, y el objetivo de sus gobernantes es, sobre todo, el ejercicio del poder por el placer de ejercerlo y, en segundo lugar mantener a sus subordinados en ese estado de tensión permanente que un estado de guerra constante exige a quienes la liberan (…) La sociedad descrita en Un mundo feliz es la de un Estado Mundial en el que la guerra ha sido eliminada y en el que el primer objetivo de los gobernantes es evitar, a cualquier precio, que sus subordinados creen conflictos.

    Desde nuestro punto de vista, una de las diferencias esenciales entre los dos títulos estriba en el hecho de que la novela de Huxley involucra actos y valores políticos al mismo tiempo que diversas fuerzas, motivos y razones económicas; asuntos, estos últimos, menos desarrollados en la obra de Orwell. Aldous Huxley nos presente la civilización de un Estado Mundial que controla en silencio, con eslóganes, hipnopedia y drogas, a la población, mientras que George Orwell, en cambio, refleja un todopoderoso y omnipresente Gran Hermano que ejerce una opresión sádica sobre la población; de ahí que Huxley llegue a considerarla una fiel estampa de la "revolución total".

    En la sociedad retratada en Un mundo feliz se ha erradicado el amor, la belleza, la poesía y el arte; en la de 1984, el placer, el sexo y el erotismo. En este sentido, Huxley parece anticiparse mejor a los posibles males del futuro que Orwell, a quien parecen importarle más las conclusiones directas, extraídas de su experiencia personal sobre el nazismo y el estalinismo, como principales amenazas de los poderes totalitarios que se ciernen sobre occidente. De este modo, el mundo rígido y dictatorial de Orwell es un fiel exponente tanto de la política dictatorial y restrictiva soviética como de la falsa capa de libertad de la dictadura capitalista de occidente tras la IIGM. George Orwell se imagina, con magistral fabulación, las consecuencias finales de los poderes fácticos y de los totalitarismos que él ya ha presenciado y padecido durante las décadas de los años 30-40. El mundo que Huxley presenta es, en cambio, puramente profético, tan visionario como su autor, que concibe una sociedad que ya ha superado la violencia, las guerras, las revoluciones y, lo que es peor, las ganas de rebelarse; pero que, en contrapartida, tiene que pagar el elevado precio de la esclavitud y servidumbre de un sistema que vende paz y bienestar a cambio del silencio y la parálisis del pueblo. En síntesis, mientras el Gran Hermano recurre a la fuerza y mata, cuando hace falta, para callar a los rebeldes y los disidentes, el Estado Mundial de Huxley reparte cinturones maltusianos y tabletas y vapores de soma para calmar a las masas. El sexo, que en la sociedad que Huxley expone es uno de los pilares y dogmas centrales, en 1984 es, en cambio, amplia y férreamente controlado y reprimido.

    Podemos afirmar que Huxley va mucho más lejos en su distopía que Orwell, en la medida en que le atribuye una mayor proyección en todos los campos y órdenes sociales: la psicología viene estructurada por la ingeniería emocional; la medicina ha erradicado el dolor y ha creado la droga perfecta (el soma) para mantener la felicidad intacta; la educación se basa en la eugenesia con herramientas poderosas como la hipnopedia; el inglés es la lengua mundial, porque se han eliminado los demás idiomas (salvo en la Reserva); las artes y la poesía han sido también erradicadas para evitar así que los ciudadanos tomen conciencia de su ser como individuos que pueden pensar por sí mismos, porque únicamente es el Estado Mundial el que puede pensar; y la historia no existe, para así implantar una sociedad permanentemente en calma e incapaz, por tanto, de poner en peligro la estabilidad del sistema.

    La novela de Huxley presenta unas estructuras sociales futuras en las que el ser humano, como ente ahistórico, se encuentra sistemáticamente desintegrado y deshumanizado por un proceso de evolución regresiva o de inversión de la naturaleza evolutiva. George Orwell, 17 años después, prefiere mantener, en su distopía, todavía intacta la naturaleza humana, porque es al Estado y no a la ciencia a quien le compete degradar la condición humana mediante la coerción, el castigo y la fuerza. Las 2 novelas concluyen con sendas rebeliones protagonizadas por los personajes que parecen destinados a redimir sus mundos: John, el salvaje, en Un mundo feliz; y, Winston Smith, en 1984. El resultado final de la rebelión, en ambas novelas, lleva a la destrucción del héroe: en el caso de John mediante el suicidio; en el de Winston Smith mediante el reconocimiento de su insignificancia, tras su fatalista toma de conciencia de la realidad. Las 2 novelas son una seria reflexión acerca del peligro de que las generaciones futuras se vean condicionadas, si no se actúa a tiempo, por ideologías y sistemas políticos dirigidos por gobiernos globales desprovistos de una verdadera autoridad moral y únicamente motivados por la insaciable sed de poder de sus gobernantes. Como obras que con gran realismo presentan una lectura profética del devenir de la humanidad, ambas se erigen, junto a Nosotros de Zamiátin y Fahrenheit 451 de Bradbury en obligados referentes literarios del género de novela de ciencia ficción distópica con los siguientes rasgos distintivos que resumimos seguidamente: Nosotros es una distopía del individuo; Un mundo feliz una distopía filosófica; 1984 una distopía política; y Fahrenheit 451 una distopia social.


Gómez López, J.I. (2014). Introducción. Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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