viernes, 22 de julio de 2022

La religión sin espiritualidad, mecanismo de control

     La novela presenta un escenario futuro en el que todo vestigio del pasado ha sido erradicado con la finalidad de sellar una nueva era de la humanidad totalmente desprovista de contenido y sentido histórico. El Estado Mundial ha destruido la historia y el pasado porque su obsesión es solo el presente. Los ciudadanos de este nuevo mundo ajenos a la historia, desconocen por completo los valores morales, culturales y espirituales porque han sido condicionados para imitar y seguir un despiadado canon capitalista que delata una adulterada idea de bienestar. En este modelo de sociedad eugenésica y controlada hasta el más mínimo detalle por el poder científico, Jesucristo ya no es referente alguno, el modelo a seguir es Henry Ford gurú y dios de esta sociedad porque el materialismo ha sustituido a la espiritualidad y el hombre ha remplazado a Dios. Otro profeta importante de esta civilización es Sigmund Freud, por ser el primero en revelar los cruciales problemas de la vida familiar. Aunque la gente de esta civilización nada ha leído de Freud dado que está prohibido leer, sí ha oído, desde la infancia, a través de mensajes y máximas hipnopédicas, las revelaciones acerca del comportamiento sexual del padre del psicoanálisis. Aldous Huxley establece de este modo, un irónico símil entre el mayor exponente capitalista Ford, y el máximo representante de los estudios de la psique de su tiempo, Freud.

    La religión impuesta por el Estado Mundial, y seguida sistemáticamente por la población, no solo ha logrado eliminar la veneración a Dios, sino incluso la misma noción de Dios, que es algo prácticamente desconocido para unos ciudadanos desposeídos por completo del sentido histórico. De esta manera, este ominoso sistema global se hace además garante de lo divino. Aldous Huxley en su ensayo "Política y religión", de 1941, avisa del peligro de los totalitarismos políticos, que hoy día podemos denominar políticas globales, como manipuladores incluso de la esfera religiosa:

Los políticos totalitarios exigen obediencia y conformismo en todos los campos de la vida, incluyendo, naturalmente al religioso. Aquí, su propósito es usar la religión como un instrumento de consolidación social, un estimulador de la eficacia militar del país. En este sentido, el único tipo de religión que favorecen es estrictamente antropocéntrica, exclusiva y nacionalista.

    Huxley lo que valora de la religión es su apartado místico no su creencia en la existencia de Dios, que para él no es lo verdaderamente esencial. Lo que critica es la eliminación del elemento místico y, por ende, divino de la religión. El modelo religioso que plantea en Un mundo feliz ejemplifica su temor de que la religión, en definitiva, la espiritualidad, acabe en manos también de un poderoso sistema global que la desprovea de su verdadera esencia divina para utilizarla como un mecanismo más de control de las masas. 


Gómez López, J.I. (2014). Introducción. Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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