miércoles, 20 de julio de 2022

De la utopía a la distopía: la ciencia ficción distópica

    En 1516 aparece por primera vez la palabra "utopía", tras la publicación de la obra del mismo título de Tomás Moro (1478-1535). El término, de raíces griegas, se puede traducir como "ningún lugar", en la medida en que señala un escenario o mundo tan ideal y perfecto como improbable de encontrar en la realidad. Como ideal renacentista, el peso de la utopía cae en un Estado perfecto en el que ha de reinar, permanentemente y sin condiciones, la paz, la armonía y la justicia. Esta es la intención del teólogo y humanista Tomás Moro al plasmar en su Utopía un modelo de sociedad ideal en una desconocida y alejada isla, apartada, por tanto, de la contaminación de las miserias del mundo. La obra de Moro tiene reminiscencias de otras obras que persiguen esa misma búsqueda de un mundo ideal, como La República de Platón o La ciudad de Dios de San Agustín.

    Un siglo después de la publicación de Utopía, la obra se convierte en la fuente de inspiración y de referencia de este nuevo género utópico renacentista con la aparición de importantes títulos como La ciudad del sol (1623) del religioso dominico italiano, filósofo y poeta Tomas Campanella (1568-1639) y La nueva Atlantis (1627) del filósofo y escritor inglés Sir Francis Bacon (1561-1626). El rasgo común de todas estas obras denominadas utópicas es, haciendo honor a la etimología del término que las define, que todas ellas son buenas utopías. Es evidente que las sociedades y escenarios que transitan por estas obras han de ser buenos e ideales como cualidad principal del género utópico, por lo que podríamos pensar que el adjetivo "bueno/a" está de más; pero una vez llegados a este punto hemos de advertir que, desde la aparición de la obra de Tomás Moro hasta nuestros días, la palabra "utopía" ha venido usándose indiscriminadamente tanto para referirse a buenas utopías como a malas utopías o antiutopías que empiezan a aparecer, como ácidas sátiras sociales, especialmente en la novela inglesa del S.XVIII. Teniendo en cuenta esta distinción, el empleo del término "utopía" o "utópico" no ha de reflejar duda o ambigüedad alguna. La obra utópica retrata un modelo de sociedad y Estado ideal en su afán por proyectar una doctrina desde la perspectiva moralista, religiosa o política de su autor. En este sentido, las originales obras utópicas antes mencionadas no son novelas, sino ensayos o incluso novedosas construcciones narrativas como el caso de Utopía de Tomás Moro, que desarrolla un nuevo patrón narrativo para la época, llamado travelog, acrónimo de travel (viajar) y dialogue (diálogo), que podemos traducir como "diálogo de viajes".

    Ya en el S.XIX y durante todo el S.XX, el término "utopía" o "utópico" se convierte en una invariable constante de importantes movimientos políticos de reforma social, así como en un interminable catálogo de propuestas sociales de corte humanista. Pero, como iremos advirtiendo a lo largo del presente apartado, tampoco faltarán interesantes propuestas literarias utópicas en la actualidad.

    Ahora damos paso, por tanto, a la evolución o, si se prefiere, involución del género utópico en distopía. La mayoría de diccionarios de la lengua inglesa, basándose en las raíces griegas del término, coinciden en definir dystopia como un "lugar imaginario malo". Que el término "distopia" no haya sido aún recogido por el DRAE no nos debe extrañar si se tiene en cuenta que la mayoría de estudios críticos en nuestra lengua sobre este género siguen empleando el término "utopía" para referirse también a la "distopía". Está claro que en español aún existe una clara ambigüedad entre ambos términos, que favorece finalmente el abuso de la palabra "utopía". Consideramos, por tanto, que es hora ya de marcar y definir bien la frontera entre ambos términos, ya que, a su vez, dan lugar a dos géneros que, si bien parten de un postulado común, manejan estilos literarios bien diferenciados y presentan resultados y mundos radicalmente opuestos.

    El estudio y la visión de la distopía en la crítica literaria en lengua inglesa no ofrece actualmente esta ambigüedad terminológica. El origen del concepto distópico, como género literario bien diferenciado, se remonta a la década de los 60 en EEUU, donde encontramos las voces de estudiosos como Mark Hillegas, que inicialmente comienza a utilizar la palabra anti-utopian (antiutópico) para referirse a autores como Evgueni Zamiátin, Aldous Huxley o George Orwell, entre otros del género. Casi al mismo tiempo, estos estudiosos del género acaban acuñando el termino dystopia. No debemos olvidar tampoco el valioso ensayo "Utopias and Dystopias" de Anthony Burgess, que expone con un lenguaje sencillo y con brillantes ejemplos los fundamentos y las bases de ambas posturas literarias. No obstante, otros estudiosos, como Alexandra Aldridge, en su deseo por profundizar en la hermenéutica de los textos objeto de su interés, van mucho más lejos y llegan incluso a distinguir entre utopía, sátira utópica y distopía. La mencionada profesora norteamericana incorpora muy acertadamente este segundo género literario, toda vez que establece una lógica y necesaria distinción entre utopía y pensamiento utópico que otros estudiosos obvian y enmarcan dentro de la distopía. Para Aldridge la utopía se basa en el modelo de Tomás Moro en tanto que ofrece un retrato descriptivo y una narrativa muy dramática, mientras que el pensamiento utópico se basa en el planteamiento platónico, al ser más racional y argumentativo. Por consiguiente, según Aldridge, la sátira utópica que la diferencia de la utopía y la sigue alejando de la distopía:

La sátira utópica siempre dirige la atención hacia su momento histórico, hacia su presente mediante la creación de una estructura social alternativa, mientras que la distopía únicamente se concentra en la estructura alternativa. La distopía, además, arremete contra una concepción futurista y generalizada de una sociedad colectivista y altamente tecnológica.

    Hechas estas distinciones, parece razonable y ciertamente oportuna la propuesta de Aldridge de diferenciar entre los 3 supuestos, planteamiento que en adelante seguiremos. Partiendo de estos principios resulta bastante sencillo citar algunos de los títulos que mejor encajan en la tradición de sátira utópica. El primero y probablemente uno de los más conocidos es Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift (1667-1735), otra novela que merece la pena ser destacada y que aparece un siglo después, es Erewhon, de Samuel Butler (1835-1902), título que, como puede advertirse, es un anagrama del término inglés nowhere (ningún sitio). Estas dos novelas son dos claros exponentes de profundas sátiras utópicas.

    En 1931, apenas concluida su primera gran distopía, Aldous Huxley escribe una carta a su amigo el crítico literario y académico George R. Wilson Knight, en la que califica Un mundo feliz de novela swiftiana:

Últimamente he estado muy preocupado por una obra difícil -una novela swiftiana sobre el futuro, que expone los horrores de la utopía y los extraños y sobrecogedores resultados sobre el sentimiento, el "instinto" tras la aplicación del conocimiento psicológico, fisiológico y mecánico a la sustancia de la vida humana.

     Huxley parece encontrar ciertas similitudes entre el mensaje de su novela y el del cuarto libro de la mencionada obra de Swift: los houyhnhnms y los yahoos. El protagonista de la novela de Swift, Gulliver, se encuentra en un mundo perfecto en el que viven dos tipos opuestos de criaturas: los inteligentes, civilizados y pacíficos houyhnhnms, de bella apariencia equina, y los salvajes y grotescos yahoo, de horrible aspecto simiesco. El propio Aldous Huxley, en su ensayo "Swift" de 1929, realiza un extraordinario estudio sobre Los viajes de Gulliver, en el que analiza la apocalíptica utopía que representa la novela: "Para Swift, el encanto del país de los houyhnhnms no consistía en la belleza y la virtud de los caballos, sino en la inmundicia del hombre degenerado". Jonathan Swift retrata el mundo perfecto de los houyhnhnms como un escenario en el que no existe la pasión ni la historia ni la poesía, disciplinas que también estarán ausentes en la sociedad feliz que Aldous Huxley presentará en esta su primera distopía dos siglos más tarde. En este sentido, no es disparatado considerar a Jonathan Swift, como constructor de esta sátira social, un claro precursor del género distópico. Para evitar posibles confusiones acerca de la aplicación del término, conviene señalar la aclaración que Aldridge ofrece al respecto: "la distopía no es simplemente una utopía al revés, como a menudo se ha dicho, sino una categoría genérica singular que mana de un cambio de actitud hacia la utopía, típico del S.XX".

    Pero el padre, por así decirlo, del género distópico, e el célebre inglés H.G. Wells (1866-1946), que, además de ser, junto a Julio Verne, uno de los precursores del género de ciencia ficción, es quien sienta las bases de la narrativa distópica del S.XX con dos de sus novelas Cuando el durmiente despierta de 1899 y Hombres como dioses de 1923. Estas dos terroríficas distopías de Wells, de gran calado social y literario, son criticadas por muchos de los escritores de la época, como el propio Aldous Huxley, por plantear un modelo de sociedad futura aterrador bajo una visión positiva por parte de su autor. En definitiva, Huxley nunca discute ni cuestiona las buenas intenciones de los mundos futuros que Wells presenta, sino las pésimas y nefastas conclusiones que en ellos plantea. Nos quedamos con la impresión de que para Aldous Huxley, Wells sigue siendo un magnífico autor de ciencia ficción, pero un fantasioso autor distópico. No olvidemos que el motivo que impulsa a Huxley a ponerse manos a la obra con Un mundo feliz, su primera distopía, no es otro que el de parodiar una de estas dos novelas de Wells, Hombres como dioses: "Estoy escribiendo una novela sobre el futuro, acerca del horror de la utopía de Wells, una especie de rebelión contra ella". Pero, finalmente, la novela de Huxley nada tendrá que ver con la intención primigenia de su autor, sino, sobre todo, con su intento por presentar una utopía negativa o antiutopía, en definitiva, una distopía.

    Aunque Un mundo feliz figura, sin duda, entre los principales títulos del género de literatura distópica, la novela que según la mayoría de estudiosos del género inaugura esta corriente literaria es Nosotros del escritor e ingeniero ruso Evgueni Ivánovich Zamiántin (1884-1937), por cierto, uno de los primeros disidentes de la era soviética. El escritor e ingeniero ruso toma como mentor de su obra al novelista inglés H.G. Wells (1866-1946). Entre 1919 y 1924, Zamiátin se convierte en el editor y traductor al ruso de la obra de Wells. Ya en 1922, Zamiátin publica un monográfico titulado Herbert Wells, para homenajear al que considera el creador de un nuevo género, que denomina sociofantasía, como sustituto de ciencia ficción. Como también le ocurriera a Huxley, Zamiátin admira el genio literario y la capacidad fabuladora y narrativa de Wells, pero discrepa acerca del modelo científico que presenta en sus obras, modelo que Zamiátin considera desviado como consecuencia del periodo histórico en el que Wells había vivido, sin llegar a conocer los profundos cambios sociales y económicos que empezaban a desencadenarse en occidente tras su muerte. En este sentido, Zamiátin escribe Nosotros con la idea de desarrollar es legado sobre el futuro de la ciencia, aunque desde un prisma orientado hacia la realidad económica y política del S.XX, desprovisto, por tanto, de la visión romántica e idealista típica de finales del S.XIX y característica de su principal mentor, Wells. Zamiátin termina Nosotros en 1921. En Rusia se prohíbe la publicación de la obra y esta, una vez traducida al inglés, se publica en EEUU en 1924. Como advierte Fernando Ángel Moreno, el tema central de la novela es la "teleología del ser humano", doctrina y legado que será también el denominador común de sus más dignas sucesoras: Un mundo feliz de Huxley; 1984 de Orwell; y Fahrenheit 451 de Bradbury. Estas tres novelas comparten un importante rasgo con Nosotros: todas ellas atacan los gobiernos y los modelos sociales de civilizaciones futuras herederas de un presente incierto y desesperanzador. En este sentido, como obras que retratan, con el realismo de bien argumentadas sátiras utópicas, distintos modelos de aterradoras sociedades futuras, podemos afirmar encontrarnos ante el nacimiento de un nuevo género: la novela de ciencia ficción distópica. Nosotros es la primera novela de este nuevo género en la que su autor construye una estructura sociopolítica alternativa y opresiva que somete sus bases y fundamentos a la tiranía de la ciencia y la tecnología. Esta y sus herederas conciben una estructura económica colectivista dirigida y controlada por un reducido y exclusivo grupo de líderes políticos que constituyen una clara y poderosa estructura o casta jerárquica. Todas ellas se valen de la idea de la felicidad como sentido final de la utopía que plantean cuando, en verdad, de lo que se trata es de una felicidad sin libertad. Al igual que en la novela de Zamiátin, en las mencionadas de Huxley, Orwell y Bradbury hay que pagar el precio de la libertad para alcanzar ese mundo supuestamente feliz, estable y carente de guerras y enfermedades. Vemos, por consiguiente cómo Un mundo feliz, 1984  Fahrenheit 451 siguen, con mayor o menor exactitud, la estela de asuntos e imágenes ya planteados en Nosotros, y cómo esta obra, a su vez, se inspira en buena medida en las primeras distopías de la literatura inglesa y posiblemente universal: Cuando el durmiente despierta y Hombres como dioses de Wells.


Gómez López, J.I. (2014) Introducción de Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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