viernes, 22 de julio de 2022

La deshumanización mediante la degradación sexual

    Hasta en 8 ocasiones en la novela Un mundo feliz reverbera la máxima "Todo el mundo pertenece a todo el mundo". La combinación de los avances en ingeniería genética, de la eugenesia y de la destrucción de la familia en la sociedad presentada en la obra allanan notablemente el camino hacia una de sus mayores virtudes: la promiscuidad sexual. El ser humano de esta civilización escucha, desde niño, esta máxima que lo prepara para aceptar el sexo como un divertido juego. La eugenesia, aplicada desde la infancia, hace que los niños lo conciban como la mayor fuente de placer con la idea de que, en la etapa de juventud y madurez, el sexo se convierta en un interminable yacimiento de sensualidad en el que todo el mundo quede felizmente atrapado. Para los niños de esta civilización, las prácticas sexuales no solo forman parte de su educación, sino que constituyen uno de los principales pilares de su forma de concebir las relaciones humanas. Este interés del Estado por transformar el sexo en un asunto más de su particular moral científica explica su obsesión por destruir peligrosos fundamentos o pilares de la humanidad, como la familia, por ser la primera forma de Estado fuera del Estado. Por ello, términos como padre, madre, o familia se convierten en palabras obscenas y malditas, desterradas del vocabulario de una población infantil que padece un incómodo rubor al escucharlas.

    Para Huxley, lo que verdaderamente importa no es la tendencia u orientación sexual de esta futura civilización, sino el sentido utilitarista que se le da al sexo. El sexo forma parte del complejo y surrealista código moral y ético de esta civilización, hasta el punto de que lo trasciende y llega incluso a cobrar un sentido espiritual con rituales religiosos como el de la "oligorgia", en la que se invita a la exaltación de los sentidos mediante la práctica de sexo en grupo combinada con la ingesta de la droga. Con esta histérica y alucinógena orgía, a la que se le atribuye un sentido y fin espiritual, el ser individual queda totalmente aniquilado y a merced del Estado, que logra subyugarlo colectivamente a su poderoso imperio de los sentidos.

    El sistema ha conseguido que esta sociedad desconozca el conflicto entre la conciencia sexual y el instinto sexual. Los instintos sexuales operan con mucha más libertad cuando no existe conciencia sexual o cuando esta queda totalmente sometida al instinto El conflicto entre conciencia e instinto sexual sí existe, en cambio, en el otro modelo de civilización que nos presenta la novela en el mundo primitivo de la Reserva.


Gómez López, J.I. (2014). Introducción. Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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