miércoles, 20 de julio de 2022

De Nosotros a Un mundo feliz

     Un estudio comparado de la novela de Zamiátin con la de Huxley nos muestra dos sociedades futuras opresivas y dos modelos de ciudadanos controlados por las mismas, pero desde dos perspectivas políticas claramente diferenciadas y, sobre todo, con variantes temáticas y estructurales muy notables. Esto nos hace pensar que Zamiátin se anticipa a una terrorífica y visionaria concepción del mundo que Huxley también abordará 7 años después.

    La primera escena de la novela de Zamiátin nos presenta un Londres matemáticamente racional y cartesianamente moderno, en definitiva, tan controlado por el sistema como el mundo feliz de Huxley. Ambas novelas incluyen dos dictadores: el dictador de Zamiántin y el controlador de Huxley. LAs dos novelas se centran en modelos de gobierno totalitarios que hacen de la ciencia y los avances tecnológicos su principal consigna política y credo social, si bien la forma de ejercer el control de la población es notablemente diferente en la obra de Huxley. Mientras Nosotros presenta una sociedad oprimida por la fuerte represión política de sus gobernantes, Un mundo feliz se decanta totalmente por la sátira, y opta por un planteamiento de sutil y efectivo encantamiento psicológico guiado por el Estado Mundial. Sin embargo, las dos distopías coinciden ampliamente en la posibilidad de un futuro en el que las técnicas de sugestión psicológica puedan convertirse en verdaderas armas de control en manos de poderes absolutos y globales. El tipo de posibles rebeliones, por tanto, que surgen en ambos escenarios es bastante parecido. Si bien Nosotros sí presenta claramente un héroe, D-503, en tanto Un mundo feliz solo muestra simples aspirantes a héroes, en una y otra novela los personajes centrales cuestionan el sistema y el orden establecidos, y todos ellos tienen contacto directo con el mundo rebelde que puede hacer peligrar sus perfectas sociedad: por un lado, el muro verde de la ciudad utópica de Nosotros y la trasparencia de la ciudad de cristal que la separa del mundo salvaje; por otro, la reserva de Un mundo feliz, perfectamente delimitada por una enorme valla eléctrica que la separa de la civilización. En ambas sociedades existen rebeliones en ciernes, que fracasan al final, sin ofrecer atisbo alguno de esperanza, al verse estranguladas por la parsimoniosa marcha de un tiempo que parece congelado y condenado a la inmutabilidad. En las sociedades que presentan ambas novelas existe una última e idéntica condena: la ausencia de cambio y, por tanto, de un verdadero progreso de la humanidad. Ambos mundos padecen una parálisis social y humana que acaba deshumanizando a sus habitantes, que quedan convertidos en verdaderos maniquíes o marionetas guiados por la rígida y gris urdimbre de sus todopoderosos sistemas políticos. Como afirma el estudioso de este género narrativo, Robert Baker, cada uno de estos títulos mencionados tiene un marcado y diferenciado objetivo, en función del interés de su autor: "Wells definió la oposición de categorías de la narrativa utópica. Zamiátin las revisó. Huxley las trascendió".


Gómez López, J.I. (2014). Introducción. Un mundo feliz. Cátedra: Madrid.

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