Pedagogo ruso de origen ucraniano, educador social de adolescentes y jóvenes con dificultades, creador de la metodología pertinente y escritor de numerosas obras pedagógicas como poema pedagógico.
Con enormes sacrificios de su familia pudo estudiar pedagogía en el Instituto Pedagógico de Poltava en el año 1917. El periodo entre 1905 y 1917 fue decisivo en su formación como docente y como renovador de los viejos sistemas educativos.
Makárenko se sintió identificado con el movimiento obrero y dedico gran parte de su tiempo a sumergirse en las lecturas de Chéjov, Korolenko... Y sobre todo Gorki quién sería su guía y maestro dándose la oportunidad en 1928 de conocerse en persona. Gracias a esto en 1919 al terminar sus estudios opta a la plaza de dirección de una escuela en Poltava.
Sus primeros pasos se centraron en la reeducación de menores. Su principio fundamental es que la educación es un proceso que se produce con esfuerzo y disciplina, cuyo objetivo es una socialización eficaz y productiva. Afirmaba que no había adolescentes malos, simplemente no han tenido un buen condicionamiento social. Una sociedad que impone tareas importantes y exige esfuerzos en su realización puede desarrollar las potencialidades de los adolescentes e infantes.
Por este motivo, proporcionar el buen condicionamiento es la tarea del educador, que no se realiza con recetas psicológicas, sino introduciendo una experiencia social verdadera.
En los últimos años de su vida venció la dura batalla por el reconocimiento de sus ideas de forma pública, y acepto cargos de gran responsabilidad. En Moscú se dedicó intensamente a organizar programas educativos y a su actividad de escritor.
Makárenko crea una pedagogía activa fundamentada en una psicología voluntarista. La enseñanza para Makárenko ha de ser politécnica de modo que se familiarice a los alumnos con la producción agrícola o industrial.
Fue un extraordinario profesor. Tenía muchos conocimientos y sabía transmitirlos magistralmente; enseñaba a pensar y a razonar; y sin embargo, era rechazado por los niños. Haciendo balance de uno de los trimestres, decidió experimentar con los niños. Calculó la puntuación media de cada uno de sus alumnos y, en correspondencia con la puntuación obtenida, distribuyó los puestos del primero al último. Colgó la hoja de notas y, cuando el chico que ocupaba la última posición, un buen estudiante que, cómo comprobó después, había enfermado de tuberculosis, haciendo que esto influyera en sus notas, el muchacho se vio en el tablón y entró en un profundo estado de amargura. Esto conmocionó a Antón. El joven maestro comprendió que para educar no solo le hacía falta tener grandes conocimientos y ser un buen profesor, sino también comprender las peculiaridades de la vida de cada estudiante, tener en cuenta sus rasgos personales para influir en ellos.
En sus clases combinaba lo cognoscitivo con lo emocional. Sabía ocupar el tiempo libre de sus alumnos educándolos con actividades que no les exigiera tanto esfuerzo intelectual: hacía funciones teatrales y organizaba juegos diversos. Las medidas de Makárenko asombraban por su gran envergadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario