Se pone de manifiesto que los años escolares, por regla general, adquieren un significado mayor si el niño puede empezar temprano, a ser posible en el primer curso; si puede atravesar las crisis del noveno y del duodécimo año de vida bajo la protección de la entrañable autoridad del maestro tutor y de la comunidad de su clase; si sustentado con el aliento anímico correcto, con unos intereses independientes y vigorosos, está preparado para el cambio de la pubertad. Pues las crisis de la pubertad ha de ser dominada antes de que aparezca. Lo más importante para el desarrollo interior durante los años de la adolescencia es el continuo contacto con personas adultas que sienten su personalidad. En una edad en la que el proceso de madurez se desequilibra con frecuencia por diferentes motivos, este contacto es más esencial que nunca.
La enseñanza en los cursos superiores de una Escuela Waldorf se propone contribuir a fundamentar una actitud ante la vida que no sea científica solamente en la superficie, sino también en la profundidad. Los primeros pasos en esta trayectoria han sido dados ya en los últimos años de la primaria. Ahora, a partir del noveno curso, tienen lugar en las clases cambios radicales que apuntan en la misma dirección, pero que van mucho más lejos.
Las clases son impartidas por maestros especializados en un campo o área. El maestro en esta etapa ya no tiene una autoridad que se sobrentienda. No obstante, es importante que los alumnos tengan respeto por su conocimiento de las materias y por su capacidad pedagógica. Tiene que estar dispuesto sin embargo a dar cuenta de todo lo que dice, tanto en el plano profesional como también en el humano. Todas las afirmaciones pueden ponerse en duda y todas las dudas justificadas son dignas de ser tratadas. Por lo que gran parte de las clases se componen con frecuencia de conversaciones y discusiones. Se quiere conseguir una actitud objetiva también en la esfera de las emociones.
Las materias que se ofrecen a los alumnos en los años de la secundaria son muy copiosas. Los estudios les exigen cada vez más un trabajo independiente en los cuadernos de período pedagógico, en las redacciones para casa y en informes. En los cursos 11º y 12º se realizan además trabajos individuales concienzudos que ellos mismos eligen libremente. Algunos eligen una tarea artística otros investigan un problema científico o hacen una serie de experimentos.
En la práctica se pone de manifiesto que los alumnos que asistieron desde un principio a una Escuela Waldorf, en la mayoría de los casos, poseen unas condiciones previas muy notables para este modo de trabajar. Su intelecto no ha sido requerido demasiado temprano, y no han tenido que asimilar antes de tiempo un exceso de conocimientos abstractos. Acogen con interés todas las materias y todas las nuevas perspectivas que esperan encontrar en los cursos superiores. Su postura está marcada por un espíritu de crítica despierto y no por un escepticismo cansado y falto de interés. Su participación se hace especialmente activa cuando se trata por ejemplo de aclarar importantes cuestiones vitales del ser humano mediante hechos científicos. La necesidad que sienten de formar juicios propios en las cuestiones del saber, conduce con frecuencia a desarrollar un interés por la libertad determinada científicamente.
La meta que tienen ante sí los maestros de las asignaturas de ciencias de la secundaria es una enseñanza orientada “fenomenológicamente” que prefiere caracterizar en lugar de definir y que pone a los alumnos en condiciones de entender y juzgar los conceptos científicos y los fundamentos de algunos modelos de ideas hoy en día representativos; enseñar de tal manera que el maestro no solamente ponga diferentes alternativas del pensamiento a disposición de los alumnos, sino que también pueda comprometerse hasta cierto punto con cada una de ellas. Proporcionar vivencias plásticas.
También han aprendido a observar su propio pensar. Aprenden a tener la vivencia de cuándo piensan correctamente y cuándo con errores. Esta vivencia es esencial. La sensación de estar seguro y consciente, sobre el fondo de la verdad tiene lugar cuando dejamos hablar en nosotros al problema mismo con su contenido de ideas, cuando percibimos en nosotros el objetivo del problema.
No deberíamos olvidar nunca que muchos alumnos difícilmente volverán a estudiar en su vida: química, física u otras ciencias. La imagen, la impresión que les damos de los más difíciles dominios modernos del concepto científico del mundo, deberán ser impresiones para toda la vida. También aquel que más tarde realice estudios de ciencias debería albergar la impresión de que los más grandes investigadores de hoy día, aún luchan por conocimientos de causas. El maestro debe provocar en primer lugar el asombro en el alumno. Luego este sentirá también el deseo de entenderlo. Es injusto que se intente pasar al instituto en forma simplificada dominios superiores y abstractos de las ciencias que en realidad solamente pueden ser entendidos en la universidad.
La comprensión de muchos procesos ha costado a la humanidad bastantes esfuerzos. Se privaría a los alumnos de experiencias esenciales si no se les hiciera participar de los descubrimientos fundamentales. Para este campo de la enseñanza es muy importante que el maestro no se limite a hablar él mismo, sino que cree continuamente un ambiente favorable para las preguntas de los alumnos, para su gusto por la experimentación y para su necesidad de comprender poco a poco las múltiples experiencias, para su anhelo no siempre consciente de tener la vivencia de la naturaleza como totalidad.
El deber de la enseñanza escolar es presentar con toda nitidez los problemas mundiales actuales y las proposiciones más importantes que se han desarrollado hasta ahora para su superación.
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