El niño reacciona como si todo el cuerpo fuese el órgano, perciben las más sutiles emociones. En un principio, la imitación es completamente inconsciente. Poco a poco se va haciendo cada vez más consciente y la expresan al jugar. La necesidad de imitación es increíblemente profunda. Si impedimos la imitación, puede ocasionarse repercusiones peligrosas. El niño es receptivo para los gestos y ademanes en el más amplio sentido.
“Lo que usted diga al niño, lo que usted le enseñe, eso aún no deja ninguna impresión. Pero cómo usted sea, si usted es bondadoso y refleja esta bondad en sus gestos, o si está usted enojado, si está encolerizado y lo expresa en sus gestos, en una palabra, todo lo que usted sea, tendrá su consecuencia dentro del niño. Eso es lo esencial. El niño es completamente órgano de percepción sensorial, reacciona a todas las impresiones que las personas suscitan en él. Por eso, lo esencial es no creer que el niño pueda aprender lo que es bueno y lo que es malo… sino saber que todo lo que se hace en presencia del niño se transforma dentro del organismo infantil, en espíritu alma y cuerpo. La salud de toda una vida depende de nuestro comportamiento en presencia del niño. Las tendencias que el niño desarrolle dependen de cómo nos comportemos en presencia del niño”. Conferencia del 13-8-1924 Rudolf Steiner.
El abandono anímico en los niños se encuentra con mucha frecuencia en numerosos hogares. La deprivación (pobreza de sentimientos, falta de cariño…) ha dado a una serie de investigaciones que confirman el concepto de que una deprivación muy temprana, no teniendo el niño contacto con una única persona maternal conduce a un empobrecimiento afectivo e intelectual.
Ese amor humano se origina como un producto de la familia humana y a través de los lazos de sentimientos que se forman dentro de la familia y se adquiere por medio de un temprano contacto afectivo.
Los efectos de las impresiones sensoriales de la tierna infancia no se manifiestan solo en lo anímico, van hasta lo físico. Puede verse con qué fuerza quedan grabadas físicamente las primeras impresiones de la infancia. Las peculiaridades fisiológicas que aparecen como consecuencia de las impresiones tempranas. Los órganos del cuerpo físico adquieren una forma determinada hasta los siete años, más tarde tiene lugar el crecimiento. El educador tiene que proporcionar el entorno físico adecuado. Todo lo que ocurre en el entorno físico es imitado por el niño e imitando, los órganos físicos toman las formas que serán definitivas. El entorno, puede hacer efecto en las fuerzas espirituales de los niños. Los actos morales o inmorales, sensatos o insensatos que puedan ver, forman una vista sana si el niño tiene en su entorno las relaciones correctas para un sentido moral sano.
A través del habla se manifiesta la conexión del hombre con las cosas y los seres de su entorno que radica en el sentimiento. Con el lenguaje despierta el pensar. El pensar abre el camino a todas las experiencias de la consciencia y de la autoconsciencia. El aprendizaje de andar erecto y del habla articulado son acontecimientos que ocurren en el medio ambiente. Andar, hablar y pensar nacen uno del otro. Gesto y motricidad se transmiten a la formación del centro del lenguaje en el cerebro y a toda la organización de la cabeza.
Para el educador son válidos tres principios inquebrantables: sumerge toda la ayuda que brindas al niño al aprender a andar en amor, esfuérzate en ser veraz cuando el niño está aprendiendo a hablar, sé claro en tu propio pensar. Provocar perturbación a través del pensar en el terreno del niño, es el verdadero causante de lo que, en la civilización actual, llamamos nerviosismo del ser humano. Una sola cosa puede ocasionar trastornos serios en el desarrollo de un niño sano y normal: falta de contacto con otras personas.
El adulto tiene que mantener su manera de hablar libre de sentimentalismos y remilgos. El niño adquiere, mediante el ejemplo de un lenguaje cultivado, veracidad, claridad, fuerza de la forma y esto queda impreso no solo en el alma, sino también en los órganos del habla, en su forma y movilidad. El niño pertenece a la madre, el padre y las demás personas de su entrono más próximo. Esto es la causa de que sus estados de ánimo y pensamientos hagan un efecto tan fuerte y tan directo en el niño.
De las aptitudes interiores, la fantasía creativa es una de las más importantes. Esta capacidad que emerge de las capas más profundas del hombre y le trae conocimiento de las más lejanas alturas. La fantasía le da fuerza para remontarse sobre todo lo que es y para unirse mediante actividad propia con lo que está en vías de ser. Le enseña el futuro. Se adapta a la realidad existente, pero también hace proyectos para cambiar lo establecido. La vida del hombre sin fantasía está sujeta a las pautas que otros le marcan. No puede encontrar su camino por sí mismo, carece de ideas y de iniciativa; no es libre.
En la naturaleza del niño está el cansarse pronto de un juguete especializado y que solo se le pueda usar para un fin determinado, no darles demasiadas cosas u objetos “acabados” es precisamente lo que estimula considerablemente su imaginación. Para la capacidad de imaginación de los niños más pequeños lo mejor sería que creciesen en un ambiente en el que los únicos juguetes que tuviesen al alcance fueran barquitos de corteza de árbol, muñecas primitivas hechas a mano de madera, de trapo, lana… Lo más importante de todo siempre serán las cosas imaginadas “de mentira” que aparecen en el juego libre de cada uno de los niños o colectivamente en un grupo. Los maestros de jardín de infancia y los niños encuentran en el juego su espacio vital, sus conversaciones y también las situaciones pedagógicas vivas en las que el adulto puede intervenir, allanar, alentar, calmar, poner orden con amabilidad. Los niños que nunca o raramente están expuestos a la televisión conservan con más facilidad su capacidad de imaginación.
Cuando los niños pintan las imágenes de su fantasía, no parten de vivencias directas, sino de algo que han ideado; el razonamiento ha empezado a entrar en juego. Es importante que comiencen temprano a utilizar tizas y pinceles para cultivar la cualidad anímica de tener vivencias con imaginación antes de que sean sofocadas por el surgir del intelecto. Dejar que los niños puedan vivir de esta forma su percepción interior de los órganos, equivale a fomentar una armonía entre vivencia anímica y actividad física que es de gran importancia para toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario