viernes, 18 de septiembre de 2020

Algunos elementos básicos de la pedagogía Waldorf

El ritmo del día

Todo niño vive en un ritmo de vigilia y sueño, de aprender y olvidar. Si al elaborar los horarios y la distribución de las materias, se toma en consideración el ritmo diurno y todo el ciclo del año, el arte de educar adquiere particularidades metódicas: se tiene en cuenta el ritmo del día; la enseñanza por períodos pedagógicos intensifica la concentración del niño; las prácticas artísticas sirven como educación de la voluntad; la palabra hablada actúa sobre la vida emotiva.

Nadie exigiría a un adulto llevar a cabo un programa diario tan abigarrado; sería poco racional. Sin embargo, al escolar se le impone un horario caótico basado en un principio semejante. Un procedimiento así ejerce una influencia destructora sobre las fuerzas de concentración del niño. En las escuelas Waldorf, tratamos de estructurar orgánicamente el trabajo de cada día.

Durante la mañana el niño tiene más facilidad para las tareas intelectuales. Por eso la jornada escolar empieza en las materias que exigen mayor saber y comprender, pensar y abstraer. Todas las mañanas, durante varias semanas consecutivas, se imparte la “enseñanza por períodos” la misma asignatura en la clase principal, o sea, en una unidad lectiva mayor de unas dos horas de duración.

A continuación siguen las clases de las asignaturas que requieren una constante repetición rítmica: lenguas extranjeras, euritmia y deporte, música y religión. Los trabajos manuales, experimentos científicos, jardinería… se dejan para el final de la mañana o para la tarde. Así, después de las clases que consisten en ejercicios que se repiten, siguen las ocupaciones de índole artístico-práctica. También las tareas para casa deben tener este carácter: practicar, ampliar, adquirir destrezas.

De este modo se intenta estructurar la jornada escolar partiendo del ritmo natural del día. Oscila entre captar y experimentar y realizar y crear por otro. Si se dedica demasiado tiempo a la reflexión, los niños palidecen y se fatigan.

Para que la enseñanza produzca efectos saludables por un lado y asimilación de las materias por otro, es preciso que el maestro tenga en cuenta la necesidad de olvidar (consultar con la almohada). El estado de la consciencia durante el sueño no implica la extinción de nuestra actividad, sino su transformación y esclarecimiento. La forma en que la materia impartida, así como las vivencias del día anterior, reaparecen en el alumno a la mañana siguiente es de máxima importancia, tanto para el maestro como para el niño. Olvidar viene a corresponder a dirigir, o sea, transformar un alimento en energía y capacidad.

La “clase principal” se inicia con la “parte rítmica” que puede durar hasta 20 minutos. Sirve para despertar a los niños, los une como comunidad escolar y les entona para la clase propiamente dicha. Los ejercicios rítmicos cultivan el caudal lingüístico mediante diversos ejercicios de dicción. Luego, del repaso de los temas tratados el día anterior se saca el resumen, la profundización moral, la ley natural extraída de los experimentos realizados en la víspera, el enjuiciamiento emotivo de la vivencia de las figuras históricas vistas… Posteriormente vienen las exposiciones del maestro y la puesta en práctica. La clase termina con narraciones.


Plan cíclico

Los períodos del primer curso son largos y poco diferenciados todavía. Más tarde, los períodos de la clase principal, que duran de tres a cuatro semanas, se van especializando y diferenciando cada vez más. Cada uno de ellos se dedica a un área el tiempo suficiente como para que los niños sientan haber logrado algo nuevo: lengua materna, física, geografía… Se introducen ejercicios, resúmenes sobre las narraciones del maestro, pequeñas evaluaciones con el fin de proporcionarles a los alumnos la satisfacción de saber o el estímulo para practicar mejor y con más aplicación.

La misma asignatura se imparte dos veces al año, en total alrededor de 8 semanas (2 meses). El intervalo entre dos períodos de una misma asignatura significa lo mismo que la noche entre dos jornadas escolares. Para que los conocimientos se conviertan en capacidades, el recordar y reencontrar lo sumergido tiene la misma importancia que el despertar después del sueño. Algo muy significativo es que aquella materia aprendida con entusiasmo, convertida en sí en una gran imagen, muestra, al ser “re-pasada”, un mayor grado de madurez, una facultad que ha crecido entre tanto. Incluso aquello que no se ha comprendido del todo puede resultar repentinamente fácil y evidente al reaparecer. Posibilidades tan grandes para concentrar y activar el interés de los niños y para estructurar las materias formando imágenes tan completas y memorizables.

El plan de la enseñanza por períodos pedagógicos resulta adecuado para otras asignaturas como las actividades manuales, técnicas y artísticas y en cursos superiores.

Nuestra condición de adultos, nos planteamos temas que elaboramos intensamente durante un tiempo, hasta alcanzar la meta que nos habíamos propuesto, para luego pasar a otros asuntos. Este procedimiento ejerce una influencia beneficiosa y disciplinadora sobre el niño.


Práctica artísticas

En los cursos elementales, la pintura, el dibujo, el modelado, la ejecución musical, la recitación y la escenificación dramática se hallan entretejidos con la enseñanza de todas las asignaturas. Muchas de estas se representan ocasionalmente en pequeños juegos escénicos donde despiertan el interés tanto de los pequeños como de mayores. Las escuelas Waldorf no pretenden formar especialistas en la edad escolar, sino personas con intereses polifacéticos.

No existe mejor educación de la voluntad que el practicar algo con insistencia y alegría una y otra vez, precisamente cuando hay que vencer dificultades y obstáculos. El maestro lo cultiva de una forma viva y llena de fantasía. Sus impulsos, su alegre interés por el proceso creativo del niño, renuevan y profundizan constantemente la disposición de este para el trabajo.


La palabra viva

Por muy ingeniosos que sean los recursos didácticos y los libros de texto, tienen poco valor si se les compara con el factor humano predominante: las capacidades y la dedicación de un ser humano, el maestro. El maestro contribuirá a superar el peligro de la subjetividad orientando su enseñanza hacia el interés por la materia, desviándola de su propia persona. Dicho hilo lo va confeccionando el maestro con miras a la condición específica del grupo que tiene a su cargo y al efecto pedagógico de la materia. De muchos libros saca sus conocimientos, y del conocimiento del hombre, el significado pedagógico de cada área. Si el maestro elabora él mismo su exposición oral, esta forma de trabajar presupone una preparación a fondo de la lección. Nos abre la posibilidad de adentrarnos en las individualidades y destinos que lo componen. Cuando la exposición de las lecciones está llena de vida y el maestro se compromete con ella, hace posible la colaboración entre los alumnos de los más distintos talentos y aptitudes.

El niño necesita de una intensa actividad anímica, es necesario que desarrolle su interés por el mundo. Si el maestro es, él mismo, un ejemplo con fuerte emotividad, desarrollará también la “vida emotiva” de los niños: el maestro que se compromete encontrará alumnos comprometidos. La capacidad para alegrarse con la alegría de los demás, de participar en el sentimiento del otro, es la base de todas las facultades sociales. El método más efectivo para una educación social y plenamente humana es la palabra viva, que va de hombre a hombre.


El trabajo con libros y cuadernos del período pedagógicos

El interés despertado en los alumnos, unido a su educación hacia una independencia creciente, los estimulará a leer por su cuenta. Las tareas se asignan en concordancia con las posibilidades individuales. El libro de texto es realizado por los propios alumnos (cuadernos de período pedagógico) reúnen el extracto del estudio de un período determinado. Hasta el octavo curso dicta el maestro los textos, o son elaborados en un trabajo en común de toda la clase.


Importancia de la actividad artísticas

No podemos resolver los problemas si no nos abrimos para resolverlos, primero, en nosotros mismos, es decir, si no nos familiarizamos con el material. Este proceso arrastra toda una escala de emociones. Pero la participación emotiva no permanece en el plano psíquico: penetra profundamente hasta lo físico. La actividad artística no se basa en la rutina. Una de las propiedades características del niño es que el alma y el cuerpo están en él intensamente unidos. Como educadores, podríamos contribuir a convertir también en permanente otro “instinto” profundamente arraigado en el niño: el de tomar interés por todo aquello que le viene del mundo exterior, a ocuparse con ello y a tratar de darle forma. La actividad más eficaz es la artística. Mediante esta actividad, el hombre se habitúa a comprometerse, con todas sus capacidades anímicas y con cada fibra de su cuerpo, en la lucha por un problema que le parece importante, porque es interesante desde un punto de vista puramente humano. Con esto sentamos las bases para la capacidad de cultivar y desarrollar el interés.


Dibujar formas

Rudolf Steiner aconseja ocupar a los niños con la geometría antes de que puedan dibujar con regla y compás. Recomienda incluso empezar en el primer día de escuela con la línea recta y curva. Debe orientarse a los niños a descubrir los ángulos, elipses y curvas que practicaron en el dibujo de formas.


La utilización de los colores

Para los niños la manera ideal de dar salida a sus emociones y de liberarse de la presión interna es a través de pinceles y tizas. Lo que importa es el color que se produce por contraste en el interior de uno. Aprovechar las posibilidades terapéuticas de los colores en los primeros años escolares se debe diferenciar del “desahogo” que nunca podrá cumplir más que una función bastante limitada: la de aliviar. Pero en las profundidades del alma no cambiará gran cosa. Para conocer los colores hay que partir del color mismo, empezar con puros ejercicios de color.

Para los niños, cada color va adquiriendo una especie de personalidad, una entidad que posee expresiones y características bien determinadas. La pintura puede ser una inapreciable ayuda para el trabajo de educación del temperamento de los niños. Aprender a llenar ordenadamente y a aprovechar toda la hoja, así como a prestar atención a lo que los colores requieren, y no a lo que uno siente en ese momento, eso es la verdadera terapia.


Las clases de trabajos manuales y artesanía

Las actividades manuales la finalidad que tienen es flexibilizar las ideas y pensamientos y poder penetrar en la esencia de las cosas, el desarrollo del hombre externo con la finalidad de que el intelecto surja, como una parte, del dominio completo de hombre exterior. Preparan para poner en acción su voluntad hasta en el pensar. La facultad creadora independiente: el niño debe trabajar partiendo de la propia voluntad, no de algo que se la haya prescrito.


La gimnasia

Nuestra actividad se encamina hacia un quehacer sin alma. Un sistema de ejercicios gimnásticos que tienen por meta una profunda experiencia del espacio y el cultivo de la fuerza de la voluntad, es necesario. Se inculca precisamente, como elemento social, el respeto hacia el modo de ser distinto de otros, así como la consideración hacia la debilidad y la necesidad de ayuda. Si conseguimos dirigir a los jóvenes de tal forma que no tiendan tanto al logro de la victoria en la competición, sino a la alegría en los logros accesibles a cada uno, habremos alcanzado una meta esencial de las clases de deporte: seguridad de los movimientos en el espacio, sano fortalecimiento de la voluntad y de la resolución, lealtad social y vivacidad.


Euritmia

Los sonidos y la tonalidad de las palabras poseen un valor propio que se sitúa más allá del contenido aprehendible intelectualmente y se dirige a un estrato oculto en nuestro interior, situado bajo el umbral de la consciencia. La euritmia parte de los sonidos del lenguaje de las vocales y las consonantes. Las palabras exclusivamente vocales dan expresión a nuestras vivencias internas y estados de ánimo (Ah, Oh, Ay, Eh…). Las palabras de fuerte sonido consonántico reproducen con frecuencia sucesos del mundo exterior. Cada vocal y cada consonante tiene su movimiento específico. La euritmia pedagógica es una asignatura característica de toda Escuela Waldorf. Cuando se familiarizan con los sonidos y los tonos y los configuran en gestos eurítmicos, están realizando una actividad en la que forman parte todas las fuerzas anímicas y el cuerpo entero.


La fiesta mensual

Una vez al mes, las clases muestran, entre sí y a los padres lo que han aprendido: poemas, canciones, escenificaciones dramáticas de más o menos envergadura…


El mundo del lenguaje

La escuela Waldorf es conocida por su proceder lento en lo referente a la escritura y lectura; en el cálculo comienza abarcando más de lo acostumbrado, y en lo que respecta a las lenguas extranjera, empiezan ya con los más pequeños. El método directo sea empleado exclusivamente: cuando, después del noveno año de vida, se produce una profunda transformación, los niños alcanzan la madurez necesaria para considerar también el lenguaje como parte del mundo exterior. Crear una consciencia de la gramática partiendo del habla viva que cada uno usa en la vida diaria. Debe apoyarse en ejemplos inventados exclusivamente para este propósito. El despertar lingüístico transforma toda la personalidad por entero, y generalmente fortalece la confianza en sí mismo.


La libertad

En primer lugar hemos de hacer constatar que todo niño, por las necesidades intrínsecas de su desarrollo, pasa, durante el período de la vida correspondiente a su educación por las más grandes transformaciones, tanto en su constitución corporal como en su capacidad para sentir y tener vivencias, así como en las estructuras de su pensamiento o de sus estados de consciencia. A través de la experiencia del mundo y del ámbito social, tiene que encontrarse a sí mismo y hallar su concepto personal de la vida. Encontrándose a sí mismo y descubrir su destino y su misión en el mundo.

La antroposofía es el camino para obtener conocimientos del mundo y del hombre. El que sigue consecuentemente este camino de educación interior durante suficiente tiempo, con sus ejercicios para la formación de la vida del pensamiento, de la voluntad y de los sentimientos, puede alcanzar por experiencia propia la certeza de que nuestra existencia física está impregnada de un mundo suprasensible y de que el hombre, por su naturaleza interior procede de esta esfera. El maestro y el pedagogo podrían mejorar mucho, por medio de la práctica de esta ejercitación interna, su capacidad para una acertada didáctica y para la percepción de la evolución infantil.

La misión del maestro consiste en no tocar el “yo” del alumno, pero sí contribuir a que su instrumento se forme de tal manera que, llegado el momento, la individualidad pueda disponer libremente de él. Nunca se pretenderá hacer de los niños copia de uno mismo. Hay que educar apartando los obstáculos físicos y psíquicos para facilitar todo aquello nuevo que, entra en cada época en los niños, en el mundo; es preciso crear para él, educando, el medio ambiente propicio que permita a su espíritu adentrarse con plena libertad en la vida. Cada uno encontrará su propio estilo para servir a la individualidad del alumno en vez de formarla.

La misión del pedagogo consiste en dar forma a las materias que imparte, en formar los hábitos, la convivencia en la clase pero de ninguna manera, el ser interior del niño. Es natural que los alumnos acojan más fácilmente algo de un maestro por el que sienten cariño, que de uno del que están distanciados. Pero también es cierto que no estimarán en realidad a un maestro que no respete plenamente su libertad interior. Las personas pueden estimarse mucho recíprocamente aunque no piensen igual. Toda la educación es en este sentido una influencia. Lo esencial es que la influencia inevitable no tenga efecto uniformado y que, por otra parte, fomente un desarrollo que coincida con la propia predisposición personal del alumno.

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