viernes, 11 de septiembre de 2020

La escuela industrializada

No hemos de preguntarnos qué neceista saber y conocer el hombre para mantener el orden social establecido; sino ¿qué potencial hay en el hombre y qué puede desarrollarse en él? Así será posible aportar al orden social nuevas fuerzas procedentes de las jóvenes generaciones. De esta manera siempre pervivirá en el orden social lo que hagan de él los hombres integrales que se incorporan al mismo en vez de hacer de la nueva generación lo que el orden social establecido quiere hace de ella” Rudolf Steiner.


A principios de los años cincuenta del pasado siglo, distintos científicos de asuntos sociales concibieron una idea en Estados Unidos, que desde entonces se ha ido extendiendo cada vez más, y que supone influirá hondamente en el futuro no solo de la escuela, sino de toda la humanidad. Comenzaron a considerar la enseñanza no solo como consumo, sino como una inversión que contribuye al crecimiento de la vida económica. Rápidamente se desarrolla una nueva asignatura universitaria “economics of education”. Surgió una manera nueva de mirar la enseñanza: Las universidades son las productoras del saber, las escuelas y distribuidoras. El investigador americano Fritz Machlup expuso hace algunos años que la industria del saber aumenta actualmente casi el doble más rápido que el resto de la industria. Pero también es posible otro punto de vista. Las escuelas pueden ser consideradas también como productoras si se piensa que la mercancía producida consiste en una cantidad de alumnos formados anualmente, provistos con etiquetas de precios (notas).

El desarrollo en los países industrializados será más o menos el siguiente: las máquinas se encargarán cada vez más de las actividades de los hombres. El número de los obreros disminuirá, el de los empleados de oficina aumentará. La creciente exigencia de conocimientos teóricos por parte de la vida profesional, la libertad cada vez mayor, la extremada expansión de la investigación, el aumento de la población y el deseo cada vez más elevado en el hombre moderno de entender de todo y de estar seguro de sí mismo contribuyen a una explosión de la enseñanza más y más amplia que imprimirá su carácter a toda la vida de la sociedad humana. La asistencia a la escuela y el saber serán en mayor medida que ahora los símbolos más destacados del status.

Los métodos de enseñanza que están hoy en día en el centro del debate pedagógico, da la impresión de que han sido desarrollados casi en su totalidad partiendo de este aspecto industrial y tienen la finalidad de hacer más efectivo lo que en realidad es el aparato de producción. Como el desarrollo está marcado cada vez más por rápidos cambios y por consiguiente exige a un gran número de personas un constante aprendizaje continuo, la tarea más importante de la escuela no puede ser proporcionar conocimientos de por sí, sino el arte de enseñar a aprender.

El maestro es el factor de producción más valioso, pero como escasea su trabajo ha de ser sustituido lo más ampliamente posible por recursos autodidácticos, como nuevos tipos de libros de texto, paquetes de materia de enseñanza, maquinas, televisión. Las autoridades competentes encargadas de los programas escolares se ocuparán de la elaboración de material para los exámenes estandarizados; las correcciones y las calificaciones pueden ser realizadas, al menos en amplias proporciones, por ordenadores. El maestro cesa así poco a poco de impartir él mismo la enseñanza y se dedica solamente a organizar y vigilar el trabajo de los alumnos y guiarlos.

Ya que una enseñanza intensiva dirigida por maestros requiere un grupo reducido de alumnos, mientras que las proyecciones de películas, la presentación de las materias, poner deberes y tareas puede realizarse lo mismo en grupos grandes, la enseñanza escolar camina hacia la muerte lenta y las aulas son sustituidas por conjuntos flexibles de estancias equipadas convenientemente. Los alumnos deberán pasar cada vez más a trabajar para sí y desentenderse de los demás. En todos los países altamente industrializados, las autoridades y los expertos de la enseñanza están ocupados con la elaboración de normas para la industrialización de la escuela.

El interés por el yoga, el budismo zen, las regiones primitivas, parece crecer constantemente y da testimonio de necesidades espirituales que no son satisfechas dentro del marco de las normas de vida reconocidas generalmente en Occidente.

La industrialización de las escuelas y universidades se manifiesta en lo esencial por dos señales: en primer lugar, las exigencias que posibilitan un aumento de producción, persistentemente progresivo y lo más rápido posible, han de ser la base de los programas de estudios y de las disposiciones de trabajo. En segundo lugar, un ordenador tendrá que constatar si una persona cumple estas exigencias o no.

Entre las funciones de las autoridades escolares hay idealistas que creen seriamente que mediante la instalación de cafeterías, democratización, campañas de amabilidad y otras medidas por el estilo se puede proporcionar la compensación necesaria contra lo impersonal y la falta de alegría que lleva consigo como consecuencia inevitable la escuela industrializada. Los representantes de la vida política y económica deberían aprender a no inmiscuirse en este delicado proceso de trascendental importancia con exigencias de exámenes y mediante métodos y programas de enseñanza inadecuados. Detrás de todo está la necesidad de establecer la organización educativa según las exigencias de una vida espiritual libre y de liberar la obsesiones políticas y económicas.

Es evidente que una organización escolar liberada de las exigencias del estado y de la industria es una necesidad. Un número cada vez mayor de estudiantes de las escuelas superiores más diversas de todo el mundo pongan sus esperanzas en la fundación de universidades libres y que las autoridades de muchos países quieran abrir caminos que apoyen estas exigencias lo más ampliamente posible.

Muchos maestros probablemente adolecen también de insuficiente contacto con los alumnos. Las exigencias del programa de enseñanza y de los métodos de trabajo, así como cantidad de prejuicios enraizados, forman barreras que no se pueden franquear tan fácilmente. Que maestros y alumnos tengan que ser enfrentados en sus “papeles” opuestos solo evidencia lo mucho que se ha distanciado la escuela de su misión educativa. También hay con toda probabilidad muchos alumnos que anhelan consciente o inconscientemente un mayor contacto humano tanto con los padres como también con los maestros.


El espíritu, sin embargo, no se deja oprimir. Instituciones que pretendieran regular la organización escolar basándose en los meros puntos de vista de un orden económico, serían el intento de esta opresión. Conducirían a que el espíritu libre, desde sus fundamentos naturales, se rebelara sin cesar. La continua conmoción de la estructura social sería la consecuencia inevitable de un orden que, partiendo de la dirección de los procesos de producción, quisiera organizar a la vez la enseñanza”. Rudolf Steiner


Adaptado y recogido de Frans Carlgren Pedagogía Waldorf: Una educación hacia la libertad.

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