El
ritmo del día
Todo
niño vive en un ritmo de vigilia y sueño, de aprender y olvidar. Si
al elaborar los horarios y la distribución de las materias, se toma
en consideración el ritmo diurno y todo el ciclo del año, el arte
de educar adquiere particularidades metódicas: se tiene en cuenta el
ritmo del día; la enseñanza por períodos pedagógicos intensifica
la concentración del niño; las prácticas artísticas sirven como
educación de la voluntad; la palabra hablada actúa sobre la vida
emotiva.
Nadie
exigiría a un adulto llevar a cabo un programa diario tan
abigarrado; sería poco racional. Sin embargo, al escolar se le
impone un horario caótico basado en un principio semejante. Un
procedimiento así ejerce una influencia destructora sobre las
fuerzas de concentración del niño. En las escuelas Waldorf,
tratamos de estructurar orgánicamente el trabajo de cada día.
Durante
la mañana el niño tiene más facilidad para las tareas
intelectuales. Por eso la jornada escolar empieza en las materias que
exigen mayor saber y comprender, pensar y abstraer. Todas las
mañanas, durante varias semanas consecutivas, se imparte la
“enseñanza por períodos” la misma asignatura en la clase
principal, o sea, en una unidad lectiva mayor de unas dos horas de
duración.
A
continuación siguen las clases de las asignaturas que requieren una
constante repetición rítmica: lenguas extranjeras, euritmia y
deporte, música y religión. Los trabajos manuales, experimentos
científicos, jardinería… se dejan para el final de la mañana o
para la tarde. Así, después de las clases que consisten en
ejercicios que se repiten, siguen las ocupaciones de índole
artístico-práctica. También las tareas para casa deben tener este
carácter: practicar, ampliar, adquirir destrezas.
De
este modo se intenta estructurar la jornada escolar partiendo del
ritmo natural del día. Oscila entre captar y experimentar y realizar
y crear por otro. Si se dedica demasiado tiempo a la reflexión, los
niños palidecen y se fatigan.
Para
que la enseñanza produzca efectos saludables por un lado y
asimilación de las materias por otro, es preciso que el maestro
tenga en cuenta la necesidad de olvidar (consultar con la almohada).
El estado de la consciencia durante el sueño no implica la extinción
de nuestra actividad, sino su transformación y esclarecimiento. La
forma en que la materia impartida, así como las vivencias del día
anterior, reaparecen en el alumno a la mañana siguiente es de máxima
importancia, tanto para el maestro como para el niño. Olvidar viene
a corresponder a dirigir, o sea, transformar un alimento en energía
y capacidad.
La
“clase principal” se inicia con la “parte rítmica” que puede
durar hasta 20 minutos. Sirve para despertar a los niños, los une
como comunidad escolar y les entona para la clase propiamente dicha.
Los ejercicios rítmicos cultivan el caudal lingüístico mediante
diversos ejercicios de dicción. Luego, del repaso de los temas
tratados el día anterior se saca el resumen, la profundización
moral, la ley natural extraída de los experimentos realizados en la
víspera, el enjuiciamiento emotivo de la vivencia de las figuras
históricas vistas… Posteriormente vienen las exposiciones del
maestro y la puesta en práctica. La clase termina con narraciones.
Plan
cíclico
Los
períodos del primer curso son largos y poco diferenciados todavía.
Más tarde, los períodos de la clase principal, que duran de tres a
cuatro semanas, se van especializando y diferenciando cada vez más.
Cada uno de ellos se dedica a un área el tiempo suficiente como para
que los niños sientan haber logrado algo nuevo: lengua materna,
física, geografía… Se introducen ejercicios, resúmenes sobre las
narraciones del maestro, pequeñas evaluaciones con el fin de
proporcionarles a los alumnos la satisfacción de saber o el estímulo
para practicar mejor y con más aplicación.
La
misma asignatura se imparte dos veces al año, en total alrededor de
8 semanas (2 meses). El intervalo entre dos períodos de una misma
asignatura significa lo mismo que la noche entre dos jornadas
escolares. Para que los conocimientos se conviertan en capacidades,
el recordar y reencontrar lo sumergido tiene la misma importancia que
el despertar después del sueño. Algo muy significativo es que
aquella materia aprendida con entusiasmo, convertida en sí en una
gran imagen, muestra, al ser “re-pasada”, un mayor grado de
madurez, una facultad que ha crecido entre tanto. Incluso aquello que
no se ha comprendido del todo puede resultar repentinamente fácil y
evidente al reaparecer. Posibilidades tan grandes para concentrar y
activar el interés de los niños y para estructurar las materias
formando imágenes tan completas y memorizables.
El
plan de la enseñanza por períodos pedagógicos resulta adecuado
para otras asignaturas como las actividades manuales, técnicas y
artísticas y en cursos superiores.
Nuestra
condición de adultos, nos planteamos temas que elaboramos
intensamente durante un tiempo, hasta alcanzar la meta que nos
habíamos propuesto, para luego pasar a otros asuntos. Este
procedimiento ejerce una influencia beneficiosa y disciplinadora
sobre el niño.
Práctica
artísticas
En
los cursos elementales, la pintura, el dibujo, el modelado, la
ejecución musical, la recitación y la escenificación dramática se
hallan entretejidos con la enseñanza de todas las asignaturas.
Muchas de estas se representan ocasionalmente en pequeños juegos
escénicos donde despiertan el interés tanto de los pequeños como
de mayores. Las escuelas Waldorf no pretenden formar especialistas en
la edad escolar, sino personas con intereses polifacéticos.
No
existe mejor educación de la voluntad que el practicar algo con
insistencia y alegría una y otra vez, precisamente cuando hay que
vencer dificultades y obstáculos. El maestro lo cultiva de una forma
viva y llena de fantasía. Sus impulsos, su alegre interés por el
proceso creativo del niño, renuevan y profundizan constantemente la
disposición de este para el trabajo.
La
palabra viva
Por
muy ingeniosos que sean los recursos didácticos y los libros de
texto, tienen poco valor si se les compara con el factor humano
predominante: las capacidades y la dedicación de un ser humano, el
maestro. El maestro contribuirá a superar el peligro de la
subjetividad orientando su enseñanza hacia el interés por la
materia, desviándola de su propia persona. Dicho hilo lo va
confeccionando el maestro con miras a la condición específica del
grupo que tiene a su cargo y al efecto pedagógico de la materia. De
muchos libros saca sus conocimientos, y del conocimiento del hombre,
el significado pedagógico de cada área. Si el maestro elabora él
mismo su exposición oral, esta forma de trabajar presupone una
preparación a fondo de la lección. Nos abre la posibilidad de
adentrarnos en las individualidades y destinos que lo componen.
Cuando la exposición de las lecciones está llena de vida y el
maestro se compromete con ella, hace posible la colaboración entre
los alumnos de los más distintos talentos y aptitudes.
El
niño necesita de una intensa actividad anímica, es necesario que
desarrolle su interés por el mundo. Si el maestro es, él mismo, un
ejemplo con fuerte emotividad, desarrollará también la “vida
emotiva” de los niños: el maestro que se compromete encontrará
alumnos comprometidos. La capacidad para alegrarse con la alegría de
los demás, de participar en el sentimiento del otro, es la base de
todas las facultades sociales. El método más efectivo para una
educación social y plenamente humana es la palabra viva, que va de
hombre a hombre.
El
trabajo con libros y cuadernos del período pedagógicos
El
interés despertado en los alumnos, unido a su educación hacia una
independencia creciente, los estimulará a leer por su cuenta. Las
tareas se asignan en concordancia con las posibilidades individuales.
El libro de texto es realizado por los propios alumnos (cuadernos de
período pedagógico) reúnen el extracto del estudio de un período
determinado. Hasta el octavo curso dicta el maestro los textos, o son
elaborados en un trabajo en común de toda la clase.
Importancia
de la actividad artísticas
No
podemos resolver los problemas si no nos abrimos para resolverlos,
primero, en nosotros mismos, es decir, si no nos familiarizamos con
el material. Este proceso arrastra toda una escala de emociones. Pero
la participación emotiva no permanece en el plano psíquico: penetra
profundamente hasta lo físico. La actividad artística no se basa en
la rutina. Una de las propiedades características del niño es que
el alma y el cuerpo están en él intensamente unidos. Como
educadores, podríamos contribuir a convertir también en permanente
otro “instinto” profundamente arraigado en el niño: el de tomar
interés por todo aquello que le viene del mundo exterior, a ocuparse
con ello y a tratar de darle forma. La actividad más eficaz es la
artística. Mediante esta actividad, el hombre se habitúa a
comprometerse, con todas sus capacidades anímicas y con cada fibra
de su cuerpo, en la lucha por un problema que le parece importante,
porque es interesante desde un punto de vista puramente humano. Con
esto sentamos las bases para la capacidad de cultivar y desarrollar
el interés.
Dibujar
formas
Rudolf
Steiner aconseja ocupar a los niños con la geometría antes de que
puedan dibujar con regla y compás. Recomienda incluso empezar en el
primer día de escuela con la línea recta y curva. Debe orientarse a
los niños a descubrir los ángulos, elipses y curvas que practicaron
en el dibujo de formas.
La
utilización de los colores
Para
los niños la manera ideal de dar salida a sus emociones y de
liberarse de la presión interna es a través de pinceles y tizas. Lo
que importa es el color que se produce por contraste en el interior
de uno. Aprovechar las posibilidades terapéuticas de los colores en
los primeros años escolares se debe diferenciar del “desahogo”
que nunca podrá cumplir más que una función bastante limitada: la
de aliviar. Pero en las profundidades del alma no cambiará gran
cosa. Para conocer los colores hay que partir del color mismo,
empezar con puros ejercicios de color.
Para
los niños, cada color va adquiriendo una especie de personalidad,
una entidad que posee expresiones y características bien
determinadas. La pintura puede ser una inapreciable ayuda para el
trabajo de educación del temperamento de los niños. Aprender a
llenar ordenadamente y a aprovechar toda la hoja, así como a prestar
atención a lo que los colores requieren, y no a lo que uno siente en
ese momento, eso es la verdadera terapia.
Las
clases de trabajos manuales y artesanía
Las
actividades manuales la finalidad que tienen es flexibilizar las
ideas y pensamientos y poder penetrar en la esencia de las cosas, el
desarrollo del hombre externo con la finalidad de que el intelecto
surja, como una parte, del dominio completo de hombre exterior.
Preparan para poner en acción su voluntad hasta en el pensar. La
facultad creadora independiente: el niño debe trabajar partiendo de
la propia voluntad, no de algo que se la haya prescrito.
La
gimnasia
Nuestra
actividad se encamina hacia un quehacer sin alma. Un sistema de
ejercicios gimnásticos que tienen por meta una profunda experiencia
del espacio y el cultivo de la fuerza de la voluntad, es necesario.
Se inculca precisamente, como elemento social, el respeto hacia el
modo de ser distinto de otros, así como la consideración hacia la
debilidad y la necesidad de ayuda. Si conseguimos dirigir a los
jóvenes de tal forma que no tiendan tanto al logro de la victoria en
la competición, sino a la alegría en los logros accesibles a cada
uno, habremos alcanzado una meta esencial de las clases de deporte:
seguridad de los movimientos en el espacio, sano fortalecimiento de
la voluntad y de la resolución, lealtad social y vivacidad.
Euritmia
Los
sonidos y la tonalidad de las palabras poseen un valor propio que se
sitúa más allá del contenido aprehendible intelectualmente y se
dirige a un estrato oculto en nuestro interior, situado bajo el
umbral de la consciencia. La euritmia parte de los sonidos del
lenguaje de las vocales y las consonantes. Las palabras
exclusivamente vocales dan expresión a nuestras vivencias internas y
estados de ánimo (Ah, Oh, Ay, Eh…). Las palabras de fuerte sonido
consonántico reproducen con frecuencia sucesos del mundo exterior.
Cada vocal y cada consonante tiene su movimiento específico. La
euritmia pedagógica es una asignatura característica de toda
Escuela Waldorf. Cuando se familiarizan con los sonidos y los tonos y
los configuran en gestos eurítmicos, están realizando una actividad
en la que forman parte todas las fuerzas anímicas y el cuerpo
entero.
La
fiesta mensual
Una
vez al mes, las clases muestran, entre sí y a los padres lo que han
aprendido: poemas, canciones, escenificaciones dramáticas de más o
menos envergadura…
El
mundo del lenguaje
La
escuela Waldorf es conocida por su proceder lento en lo referente a
la escritura y lectura; en el cálculo comienza abarcando más de lo
acostumbrado, y en lo que respecta a las lenguas extranjera, empiezan
ya con los más pequeños. El método directo sea empleado
exclusivamente: cuando, después del noveno año de vida, se produce
una profunda transformación, los niños alcanzan la madurez
necesaria para considerar también el lenguaje como parte del mundo
exterior. Crear una consciencia de la gramática partiendo del habla
viva que cada uno usa en la vida diaria. Debe apoyarse en ejemplos
inventados exclusivamente para este propósito. El despertar
lingüístico transforma toda la personalidad por entero, y
generalmente fortalece la confianza en sí mismo.
La
libertad
En
primer lugar hemos de hacer constatar que todo niño, por las
necesidades intrínsecas de su desarrollo, pasa, durante el período
de la vida correspondiente a su educación por las más grandes
transformaciones, tanto en su constitución corporal como en su
capacidad para sentir y tener vivencias, así como en las estructuras
de su pensamiento o de sus estados de consciencia. A través de la
experiencia del mundo y del ámbito social, tiene que encontrarse a
sí mismo y hallar su concepto personal de la vida. Encontrándose a
sí mismo y descubrir su destino y su misión en el mundo.
La
antroposofía es el camino para obtener conocimientos del mundo y del
hombre. El que sigue consecuentemente este camino de educación
interior durante suficiente tiempo, con sus ejercicios para la
formación de la vida del pensamiento, de la voluntad y de los
sentimientos, puede alcanzar por experiencia propia la certeza de que
nuestra existencia física está impregnada de un mundo suprasensible
y de que el hombre, por su naturaleza interior procede de esta
esfera. El maestro y el pedagogo podrían mejorar mucho, por medio de
la práctica de esta ejercitación interna, su capacidad para una
acertada didáctica y para la percepción de la evolución infantil.
La
misión del maestro consiste en no tocar el “yo” del alumno, pero
sí contribuir a que su instrumento se forme de tal manera que,
llegado el momento, la individualidad pueda disponer libremente de
él. Nunca se pretenderá hacer de los niños copia de uno mismo. Hay
que educar apartando los obstáculos físicos y psíquicos para
facilitar todo aquello nuevo que, entra en cada época en los niños,
en el mundo; es preciso crear para él, educando, el medio ambiente
propicio que permita a su espíritu adentrarse con plena libertad en
la vida. Cada uno encontrará su propio estilo para servir a la
individualidad del alumno en vez de formarla.
La
misión del pedagogo consiste en dar forma a las materias que
imparte, en formar los hábitos, la convivencia en la clase pero de
ninguna manera, el ser interior del niño. Es natural que los alumnos
acojan más fácilmente algo de un maestro por el que sienten cariño,
que de uno del que están distanciados. Pero también es cierto que
no estimarán en realidad a un maestro que no respete plenamente su
libertad interior. Las personas pueden estimarse mucho recíprocamente
aunque no piensen igual. Toda la educación es en este sentido una
influencia. Lo esencial es que la influencia inevitable no tenga
efecto uniformado y que, por otra parte, fomente un desarrollo que
coincida con la propia predisposición personal del alumno.