Todas las pedagogías de prestigio, dan importancia cognitiva, afectiva y social a los primeros años de vida, la constatación de las enormes capacidades en dicho periodo, así como el derecho a que durante la edad escolar encuentren todo el ámbito adecuado para desarrollarse.
La escuela, lugar donde cohabitan niños y maestros, es un lugar privilegiado para descubrir los procesos de autonomía y dependencia que ocurren en el espacio físico. Esto significa que las capacidades implícitas o explícitas que podemos observar en los niños están muy a menudo, en relación recíproca con las posibilidades del espacio donde se desarrollan.
La relación entre arquitectura y pedagogía trata de encontrar de qué manera la arquitectura de cada época ha intentado incentivar el rendimiento escolar, dando respuesta a las necesidades explicitadas por los pedagogos, es decir, poniendo el diseño al servicio de la pedagogía. Por otra parte, si consideramos la pedagogía como el movimiento de ideas ineludiblemente asociado a la práctica de la enseñanza, podemos analizar cuál ha sido en los últimos siglos su relación con la arquitectura y qué influencias mutuas han existido.
La idea de aula como espacio escolar aparece en Occidente a partir del siglo XVI, en los edificios diseñados específicamente para alojar alumnos de la edad de primaria. Cabe mencionar que la preocupación por diseñar entornos pensados exclusivamente para la enseñanza no existía hasta entonces, y solo siglos después con la apertura de la sociedad a los ideales humanistas de la revolución francesa y a la democracia, se empieza a dar importancia especial al entorno ya que la educación se convierte en un derecho universal.
En el siglo XVIII surge el pensamiento pedagógico auto-estructurante, en contraposición al hetereo-estructurante o escuela tradicional. En el modelo tradicional se daba importancia suprema a la figura del maestro, siendo las clases magistrales el modo en que se transmitía el saber. Por lo tanto, se trataba de una concepción de la educación que otorgaba importancia capital a la persona que imparte el saber, desvinculándose del papel que juega el entorno donde se enseña.
Con la aparición del pensamiento pedagógico auto-estructurante, defendido por pensadores como Rousseau, se concibe que el niño tiene la capacidad de educarse a sí mismo y, por este motivo este nuevo modelo de escuela, posteriormente llamado Escuela Nueva, da mucha más importancia a la experimentación, al taller y a la actividad espontánea, mientras que el maestro hace el papel de mediador en el proceso pedagógico. Este cambio en la orientación pedagógica implica la necesidad de un cambio también a nivel de los espacios físicos, ya que la arquitectura escolar predominante hasta ese momento respondía a los principios pedagógicos de la escuela tradicional. De alguna manera, se puede afirmar que el aprovechamiento pedagógico de los espacios arquitectónicos escolares comienza con el surgimiento de este nuevo modelo de enseñanza más humanista.
Esta coherencia entre pedagogía y arquitectura ya aparece plasmada en algunos modelos propuestos en el mundo anglosajón, como el de Joseph Lancaster, adoptado en Inglaterra y en Estados Unidos a principios del s. XIX, y que iba acompañado de especificaciones concretas sobre el diseño de las aulas.
A finales del s. XIX y principios del XX, los sociólogos y psicólogos plantean que la infancia tiene un universo particular. Muchos pedagogos consideran que la escuela debe ser una entidad que integre la pedagogía y el entorno físico, considerando ambos elementos de primer orden en el proceso formativo del niño.
Ya a finales del s. XIX, el Art Nouveau planteaba la teoría de que el entorno construido determina el desarrollo espiritual, dando gran importancia a la obra de arte total. La idea de este movimiento es integrar las artes en una sola expresión, traduciéndose en diseños arquitectónicos que tienden al expresionismo. Este es el caso de Rudolf Steiner, que en sus proyectos integra la pedagogía y la arquitectura, con el objetivo de que en sus edificios se cultiven las facultades mentales en total armonía con los sentidos y las emociones.
Con la arquitectura del Movimiento Moderno se inicia la exploración de nuevas formas espaciales, propiciatorias de nuevas maneras de relación social. A comienzos del siglo XX, esta exploración está dirigida básicamente en clave higienista, pues se propugna un mayor contacto con el ambiente natural, con el aire y el sol, dando mucha importancia a la luz y a la relación entre el interior y el exterior. Recordar que pedagogos como Froebel y Decroly ya defendían la interacción con la naturaleza.
En el Congreso Internacional sobre Higiene Escolar de 1904, se estudian las deficiencias de ventilación y de iluminación y a partir de estas discusiones se empiezan a adoptar, como medidas higiénicas, grandes ventanales y puertas correderas.
En los inicios del decenio de 1920 el Movimiento Moderno delinea los primeros proyectos arquitectónicos inspirados en las observaciones y las innovaciones pedagógicas aportados por la Escuela Nueva. Reconocidos pensadores y pedagogos como Montessori en Italia y Steiner en Alemania consideran que las características espaciales son fundamentales para el desarrollo del potencial del niño, sobre todo durante los primeros años de edad. Según Montessori, esto implica crear un ambiente y una decoración escolares que sean adecuados a la edad del niño y respondan a su neceisdad de actuar de forma inteligente.
En Estados Unidos, el arquitecto Richard Neutra explora y teoriza la idea de escuela vinculada a la naturaleza. Remarca que el diseño es parte fundamental del desarrollo y del bienestar psicofisiológico de los usuarios, y destaca la importancia de las condiciones climáticas y lumínicas del aula como factores de incidencia en la psicología infantil. También defiende que el aula debe ser flexible en su utilización, permitiendo diferentes configuraciones del mobiliario, y da indicaciones de cómo debe ser este mobiliario. Según él: "un aula en la que el profesor está obligado a mantener siempre la misma posición, donde los alumnos ocupan siempre los mismos lugares y donde los materiales didácticos y los muebles están siempre dispuestos de la misma manera, está condenada a volverse tarde o temprano en una verdadera cárcel." (Neutra, 1948).
En Cataluña, durante el periodo de la II República, cabe destacar la experiencia del arquitecto Josep Goday quien, trabajó conjuntamente con el pedagogo y artista Manuel Ainaud, tuvo a cargo la construcción de los Grups Escolars y la Escola delm Mar o la Escola del Bosc. Proyectos planteados siguiendo profundos ideales humanistas y ajustando los proyectos a las nuevas teorías y experiencias de reonovación pedagógica. Ambos personajes incorporan la experiencia de los arquitectos y pedagogos suizos y alemanes al nuevo modelo escolar.
Ainud afirma en una de sus conferencias de 1916: "gran importancia se da actualmente en materia educativa al medio ambiente (...) Así, se ha demostrado que el hombre que se rodea de un ambiente de belleza, de armonía y de orden se convierte, por la presión que este le ejerce, perfecto, equilibrado, amante de las bellas cosas y de las bellas acciones."
Recogido de: Figols, Cuevas. M. (2017). La arquitectura al servicio de la pedagogía. Barcelona: Editorial Pau de Damasc.
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