jueves, 29 de abril de 2021

Reír no sólo es sano, sino que ayuda a memorizar y a aprender.

A continuación, describiremos dos momentos clave en donde el estado emocional influye en la memoria: a la hora de codificar y almacenar la información y a la hora de recuperarla.

A la hora de codificar y almacenar la información

¿Recuerdas dónde estabas la primera vez que se te cayó un diente? ¿O tus noches de Reyes Magos, al abrir los regalos? ¿Recuerdas cuándo y dónde fue tu primer beso? Si alguna vez te has roto un hueso, ¿recuerdas cómo fue y lo que ocurrió a continuación?

Este tipo de recuerdos suelen estar asociados a una carga emocional intensa y el cerebro da prioridad a los estímulos que provocan una emoción en nosotros, sea placentera o dolorosa.

Los estímulos que despiertan en el cerebro una reacción emocional son los que producen dolor o placer y, para garantizar nuestra supervivencia, el cerebro tiene la misión de alejarnos del dolor y acercarnos al placer.

Por tanto, cuando recibimos un estímulo que nos produce dolor o placer, el cerebro empieza a trabajar el doble, el triple, el cuádruple o lo que haga falta para grabar todos los detalles acerca de esa situación de dolor o de placer. El objetivo: tener en sus bancos de memoria la mayor cantidad de información posible para poder identificar situaciones similares en el futuro y anticiparse en su respuesta.

¿Verdad que recuerdas mucho mejor aquellas situaciones en las que lo pasas bien, en las que te ríes a carcajadas? ¿A que recuerdas mejor las clases donde el profesor o profesora hacía chistes y actividades divertidas? El motivo por el que las clases lúdicas y humorísticas son más eficaces para que los alumnos aprendan es porque, en el momento en el que empiezan a reírse, su cerebro trabaja para almacenar toda la información del entorno con la finalidad de reproducirla en el futuro y garantizar el placer. Reír no sólo es sano, sino que ayuda a memorizar y a aprender.

A la hora de recuperar la información

Puede que ya tengamos almacenado en el cerebro la información que queremos. Hemos usado algunas técnicas de optimización a largo plazo o hemos disfrutado de un estado emocional placentero que nos ha permitido guardar los datos en la memoria.

Sin embargo, llega el momento del examen y empiezamos a sentir nervios. Esos nervios provocan que de repente olvidemos todo lo que hemos estudiado. Por más que lo intentemos, aunque sabemos que hemos codificado y almacenado la información de forma correcta, no somos capaces de recuperarla. Sin ningún motivo aparente, la mente se queda en blanco.

Pero sí que hay un motivo. Cuando el cerebro detecta una amenaza, olvida todos los mecanismos de su sistema cognitivo-ejecutivo, como la concentración o la memoria, y se centra exclusivamente en esa amenaza para huir o para luchar contra ella y sobrevivir. A través de una compleja reacción bioquímica en cadena, tras detectar una amenaza, el organismo libera adrenalina (la hormona estimulante) y cortisol (la hormona del estrés). Estas dos hormonas ponen a funcionar nuestro sistemas instintivo y emocional y bloquean el pensamiento racional para que no tengamos tiempo de pensar y podamos ejecutar la reacción más clásica de supervivencia: lucha o huida.

El problema es que un examen no es una amenaza real. No pone la vida en peligro.

Ahora nuestra sociedad es mucho más segura que hace 150.000 años, pero como nuestro cerebro sigue siendo el mismo, se centra en detectar amenazas y puede tomar como tales todo aquello que provoque que seamos rechazados en grupo o que no tengamos éxito.

El resultado es un estrés continuo que va atrofiando poco a poco nuestros sistemas racionales y deteriorando nuestra memoria y nuestra concentración. Porque el cortisol, si permanece mucho tiempo en la sangre (es decir, si vivimos mucho tiempo con estrés), tiene efectos muy nocivos que acaban alterando no sólo nuestra bioquímica, sino también nuestro cerebro físicamente.

Es por este motivo que cada vez son más necesarios sistemas de gestión del estrés y la concienciación de que la magnificación de nuestros miedos no nos ayuda en absoluto a afrontarlos. Como educadores, nuestra función también consiste en proporcionarles a los alumnos una seguridad y una motivación para que no sufran bloqueos emocionales a pesar de ser excelentes estudiantes de la materia.


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