martes, 20 de abril de 2021

La aplicación de la Pirámide de Maslow en la educación

La pirámide de Maslow es un esquema que creó el psicólogo Abraham Maslow para reflejar de forma gráfica las jerarquías de las necesidades que tenemos los seres humanos. Según su teoría, las necesidades humanas se pueden incluir en alguno de los siguientes 5 peldaños: necesidades fisiológicas, de seguridad, sociales, de autoestima y autorrealización. Conforme ascendemos en la pirámide las necesidades son cada vez menos esenciales. Dicho de otra forma: para poder cumplir las necesidades superiores, es necesario tener cubiertas antes las necesidades inferiores. De este modo, el peldaño inferior incluye las necesidades más esenciales.

En la labor de un educador, la aplicación de la pirámide de Maslow es imprescindible:

En primer lugar, el educador debe asegurarse de que sus alumnos tengan cubiertas sus necesidades fisiológicas, ya que de lo contrario el sistema instintivo del alumno no le permitirá prestar atención. Si necesitan ir al baño, debe darles la oportunidad de hacerlo (a no ser, claro, que se trate de un “truco” del alumno para huir del aula, lo que el educador podrá saber si tiene su empatía desarrollada). Si la clase tiene una duración muy larga, debe proporcionarles un descanso para poder comer algo. Permitir el agua embotellada en el aula también ayuda a cubrir las necesidades fisiológicas de los alumnos sin salir de ella.

En segundo lugar, el educador debe proporcionar seguridad a sus alumnos. Como ya hemos visto, que el aula sea un lugar confortable y seguro, así como que el propio educador transmita seguridad y no miedo, son aspectos esenciales en este segundo escalón de la pirámide.

En tercer lugar, el educador debe vigilar las necesidades sociales entre sus alumnos. Esto puede hacerlo conociendo los grupos de alumnos que inevitablemente se forman en cualquier aula y vigilar si hay algún alumno que se quede aislado del resto. En ese caso, ayudarle a integrarse en algún grupo puede contribuir a cubrir este peldaño de necesidades para ese alumno y que así pueda alcanzar los dos siguientes.

En cuarto lugar, la autoestima y el reconocimiento en el aula son muchas veces necesidades que el educador debe satisfacer directamente. El buen educador debe conocer a sus alumnos y saber en qué destaca cada uno de ellos. Todo el mundo destaca en algo: a uno puede que se le dé bien escribir, a otro dibujar, otro puede ser muy ocurrente, otro puede tener un alto nivel de empatía… El educador debe reconocer abiertamente y en voz alta los puntos fuertes de cada uno de sus alumnos para alimentar su autoestima y que así puedan alcanzar el último peldaño de la pirámide, tan importante para el aprendizaje.

En quinto lugar, la autorrealización solo puede ser alcanzada cuando las necesidades de los demás peldaños están satisfechas. En el aula, la autorrealización implica un aprendizaje mucho más rico y fluido, ya que el alumno que se siente autorrealizado estudiando los contenidos de una materia los estudiará más a gusto y saldrá de su propia voluntad el querer estudiarlos. Es, sin duda, la mejor forma de aprender.

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