jueves, 12 de noviembre de 2020

Los deberes muestran… ¿O no lo hacen?

Los deberes son el campo de juego de temas mucho más trascendentes, incluyendo las pruebas estandarizadas, las características de una buena educación, la naturaleza y fines de la educación, nuestras actitudes hacia la investigación y la manera en que criamos y consideramos a los niños.

Los deberes son tan fácilmente aceptados por varias razones: errores de base sobre la naturaleza del aprendizaje; un énfasis en la competitividad y en estándares más exigentes en el sistema educativo; la creencia de que cualquier práctica con la que los estudiantes se vayan a encontrar más tarde, por improductiva que sea, debería introducirse lo antes posible como entrenamiento; una desconfianza básica hacia los niños y la forma en que eligen pasar su tiempo, entre otras más.

La forma de plantear las cosas parce sugerir que la ausencia de beneficios académicos se compensa con la presencia de beneficios no académicos. Si los deberes no ayudan a los estudiantes a aprender mejor, entonces deben ayudarlos a desarrollar buenos hábitos de estudio.

Los investigadores llevan a engaño y muchos estudios y conclusiones tienen un nivel elevado de tergiversación. Esto sucede porque están comprometidos con unas ideas prefijadas que cuando los resultados no se ajustan a lo que esperaban, ignoran lo que su investigación ha encontrado o minimiza su importancia. Es decir, en ocasiones sus conclusiones y recomendaciones están en desacuerdo con los resultados de su propia investigación.

Harris Cooper, el máximo experto sobre el tema en Estados Unidos, se lamenta de que el papel de la investigación en la formación de las actitudes y prácticas sobre los deberes por parte de profesores, padres y responsables políticos ha sido mínimo. Critica, particularmente, a quienes citan estudios aislados para apoyar o refutar su valor. De hecho, dedica un apartado de su trabajo a evaluar las recomendaciones de otras personas a la luz de la literatura de investigación. El detallado resumen de esta, incluye el reconocimiento crucial de que no existen pruebas de que ninguna cantidad de deberes mejore el rendimiento académico de los alumnos de primaria. Tal vez los deberes debería tener esos efectos, pero Cooper sabe que no hay pruebas de que los tengan.

Podemos afirmar con seguridad que los beneficios de los deberes en el caso de los niños de primaria no se deberían evaluar únicamente en función de sus efectos inmediatos sobre las notas o las puntuaciones en las pruebas estandarizadas. Esta afirmación sugiere la voluntad de encontrar alguna justificación con la que defender la práctica de mandar deberes a todos los alumnos. Cooper no ha mostrado que exista ninguna prueba de que los deberes favorezcan una mejora de la actitud de los estudiantes, es más, en la educación primaria descubrió que era cierto justo lo contrario. Ningún estudio ha analizado resultados no académicos como los hábitos de estudio. En la mayoría de las declaraciones de Harris Cooper, el mensaje que surge claramente es que el investigador en materia cree que los niños pequeños deben hacer deberes. Pero no encontramos el mensaje de que no se han encontrado datos que justifiquen esa recomendación.

Ningún estudio muestra ningún beneficio de mandar deberes en educación primaria, pero puesto que pocos muestran algún daño, Cooper se siente libre para decir que se deberían hacer y luego afirma que esta opinión está “basada en la investigación”: por supuesto que muchos estudios han buscado un beneficio, aunque no han conseguido encontrarlo; pero casi ningún estudio se ha molestado en investigar los efectos negativos de los deberes. Encontró que el hecho de que los profesores manden más deberes cada tarde estaba asociado a una actitud menos positiva por parte de los estudiantes, pero esto no apoya la práctica de mandar tareas más cortas pero más frecuentes en primaria, como él sugiere. Ni este ni ningún otro hallazgo parece justificar la práctica de mandar ninguna tarea, en absoluto, a los niños de primaria.

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