Steiner postula que el mundo es esencialmente una unidad indivisible, pero que nuestra conciencia lo divide en apariencia perceptible por los sentidos, por un lado, y naturaleza formal accesible a nuestro pensamiento, por otro. Su aparente dualidad es condicionada por la estructura de nuestra conciencia, que separa la percepción y el pensamiento. Pero estas dos facultades dan dos visiones complementarias del mismo mundo: ninguna tiene primacía y las dos juntas son necesarias y suficientes para llegar a una comprensión completa del mundo. Pensando al percibir y percibiendo el proceso de pensar, es posible descubrir una unidad interna escondida entre los dos polos de nuestra experiencia. La verdad, para Steiner, es un descubrimiento objetivo y una creación libre del espíritu humano, que nunca existiría si no la generáramos.
La tarea de comprender no es replicar de manera conceptual algo que ya existe, sino más bien crear todo un nuevo reino que, junto con el mundo dado a nuestros sentidos, constituye la plenitud de la realidad. La libertad solo puede ser aproximada asintóticamente y con la ayuda de la actividad creativa del pensar. El pensamiento puede ser un acto libre, puede liberar nuestra voluntad de su servidumbre a nuestros instintos y pulsiones. Los actos libres son aquellos de los cuales somos completamente conscientes del motivo de nuestra acción: la libertad es la actividad espiritual de impregnar de conciencia nuestra propia naturaleza y la del mundo, y la verdadera actividad de actuar en plena conciencia. Esto incluye superar influencias tanto hereditarias como ambientales. Ser libres es ser capaz de pensar los propios pensamientos, no los pensamientos meramente corporales o de la sociedad, sino pensamientos generados por nuestro ser más interno y profundo, más original, más esencial y espiritual: nuestra individualidad. En resumidas palabras formarse en la capacidad de elaborar juicios propios y responsables.
Para comprender el modelo pedagógico expuesto por Steiner, debemos partir de la descripción de la naturaleza del hombre como un ser tripartito, formado por cuerpo, alma y espíritu.
El cuerpo físico es la parte del hombre accesible a la observación sensorial. Este cuerpo está sujeto a las mismas leyes que rigen toda la vida material y está integrado por las mismas sustancias y energías que todo el resto del llamado mundo inanimado.
El cuerpo biofórico o etérico correspondería a la fuerza vital o principio vital. Este cuerpo o plexo lo tienen también las plantas y los animales, pues es él quien estimula a las sustancias y fuerzas del cuerpo físico para que se configuren. Es el constructor y artífice del cuerpo físico, su morador y arquitecto. El cuerpo etéreo corresponde a una estructura energética, son fuerzas activas, no es materia.
El cuerpo astral es el tercer miembro constitutivo del ser humano. Es el vehículo del dolor y del placer, del instinto, deseo, pasión, etc… De lo cual carecen las criaturas que solo poseen los cuerpos físicos y etéreos. Se puede resumir lo que antecede en el término sensación. El cuerpo astral o sensible es una estructura integrada por imágenes dotadas de movimiento interior, luz y color. Este cuerpo sensible lo tiene el hombre común con el reino animal solamente, como vehículo de la vida emotiva.
La naturaleza humana posee un cuarto aspecto no compartido con otras criaturas terrestres: es el sustrato del YO humano. Este sustrato es la expresión del alma superior, y por poseerlo, el hombre es la cúspide de la creación. La función del Yo es ennoblecer y depurar, desde sí mismo a los demás miembros constitutivos.
El primer colegio Waldorf se estructuró de una manera no jerárquica, constituido como una comunidad de seres humanos que ponen en acción sus iniciativas individuales, surgidas también de sus propios impulsos cognoscitivos y morales, no sujetos a una autoridad superior preestablecida, y que se pone al servicio del desarrollo de sus alumnos, los cuales devendrán a su vez en individuos también autónomos o en camino de serlo. La premisa de Steiner en su trabajo pedagógico parte de trabajar a partir del niño mismo, esto quiere decir, que se requieren personas e instituciones que estén dispuestas a dejarse a sí mismas de lado para colocar en el centro de su preocupación al niño, sin metas exteriores a él. Es un reto para el profesor, porque lo obliga a reconocer que cada niño es un ser en sí mismo, un ser espiritual que tiene algo que decir en cuanto a su educación, y ese “algo” hay que aprender a escucharlo.
Los alumnos reciben clases comunes pero siempre en relación con el Ser, de forma que el Ser conocerá al Ser a partir del Universo. La primera condición para conseguir esta meta es una reforma radical de la formación del profesorado. Lo que debería de constatarse, en lugar de lo que se exige hoy en día, es si la persona que tendrá que ver con la educación y enseñanza está capacitada para crear una relación saludable con el Ser en ciernes. La independencia de la escuela en la vida cultural libre, pasa por el derecho de elegir ella misma a sus maestros. Debemos aspirar a lograr que aquello que hemos podido conseguir a través de la ciencia espiritual, se convierta en acto vivo de la enseñanza.
En las escuelas Waldorf no se practica ninguna selección de alumnos y se evita todo enfrentamiento entre maestros y alumnos, la disciplina ha de surgir de la confianza y la colaboración. No se admite la disciplina severa impuesta a la fuerza puramente desde fuera. El maestro deberá comportarse de forma que los mismos niños le eleven por encima de ellos. La relación humana inmediata tiene que desembocar en un respeto que ha de ser natural y no impuesto a la fuerza. No hay deberes obligatorios, pero sí surge la posibilidad de tareas voluntarias que deberían estar orientadas de tal forma que despierten el interés. Los niños al entrar son clasificados según los humores hipocráticos, como melancólicos, sanguíneos, coléricos o flemáticos y su formación será diferente en cada caso.
El objetivo principal es la educación integral. Para ello, es necesario desarrollar todas las capacidades del ser humano: la capacidad intelectual, cultivando un pensamiento claro para el conocimiento; la capacidad emocional, cultivando un sentimiento solidario hacia el mundo; y la capacidad volitiva, cultivando una voluntad firme para actuar en el mundo. De esta manera se crean fundamentos para la iniciativa, la fuerza moral, la flexibilidad mental y la responsabilidad social en la vida adulta. Como la finalidad es ayudar a los niños a desarrollar todo su potencial desde una visión holística y vivencial. Propone una educación del niño adecuando la metodología a las características y necesidades propias de cada edad.
El acceso a las escuelas Waldorf es libre y por lo tanto es aconfesional. Intenta hacer de los valores humanos el elemento central del currículo. En un entorno colaborativo, nunca competitivo, se impulsa y alienta a los niños a sentir satisfacción por el trabajo bien hecho., estimulándoles a superarse a sí mismos, valorando siempre el esfuerzo individual, respetando su proceso evolutivo y atendiendo a sus necesidades de acuerdo al momento madurativo en que se encuentran.
El currículum se complementa con otras disciplinas que lo enriquecen, como pintura con acuarela, modelado, música, clase de manualidades y euritmia. Así, los planes de enseñanza no son concebidos unilateralmente a partir de las asignaturas, sino teniendo en cuenta al niño y sus necesidades. La organización y la base pedagógica se basa en tres puntos esenciales: reconoce la naturaleza individual de cada niño; el plan de estudios y el método de enseñanza se adapta a las etapas evolutivas y a la naturaleza psíquica e individual de cada niño y; las materias intelectuales, artísticas y manuales tienen la misma importancia en el currículo Waldorf. La pedagogía Waldorf pretende conducir al niño hacia un desarrollo claro y equilibrado de su intelecto, hacia un sentir enriquecido artísticamente y al fortalecimiento de una voluntad sana y activa, de tal modo que sus pensamientos, sentimientos y actos puedan hacer frente a los desafíos prácticos de la vida.
Una escuela Waldorf se forma y dirige gracias al esfuerzo de maestros y padres. Todos los maestros que se comprometen con el trabajo de la escuela participan en las tareas de dirección de la misma: organización de la formación, horarios, administración del personal… Los padres participan también de forma directa en el sostenimiento de la escuela en su administración e intervienen igualitariamente en cuestiones legales.
Esta pedagogía reconoce diversas etapas en la vida de una persona, que se van dando en ciclos de siete años, lo que denominan los septenios. Durante cada septenio, el ser humano presenta y desarrolla determinadas características, donde van apareciendo necesidades y capacidades. En esta pedagogía es fundamental acompañar y respetar los tres primeros septenios, de modo que los niños y jóvenes puedan crecer y formarse desde ellos mismos.
En la primera infancia, imitación y ejemplo son las palabras mágicas para la educación. En estos años se establecen las bases para el desarrollo de una voluntad sana y vigorosa. En este periodo se produce la formación del cuerpo físico del niño, y para ello un elemento clave es el movimiento. Los niños deben moverse libremente. El juego es la actividad más importante en esta etapa evolutiva, el niño juega dentro y fuera del aula. El niño en esta etapa es todo un órgano sensorio según lo denominó Steiner. Está muy activo en sus percepciones sensoriales, y el mundo lo va conociendo a través de los sentidos. Es el educador quien debe procurar que se dé el medio físico adecuado para el niño. El niño imita todo lo que acontece en el medio físico circundante, y al imitar, sus órganos estructuran sus formas permanentes. También influye el entorno perceptible a sus sentidos, que ejerce influencia en sus facultades espirituales, por lo que también son muy importantes las acciones morales y la actitud del profesor. En este sentido, se considera que los maestros deben ser modelos dignos de ser imitados.
Emulación y autoridad son las palabras mágicas con las que se comienza la educación primaria. Se comienza con el aprendizaje de conceptos de forma paulatina y a través de imágenes. La figura del maestro sigue siendo fundamental, considerando que es la presencia del maestro quien debe despertar en el niño las deseables energías intelectuales y morales. El maestro es la figura de autoridad que el niño acepta internamente, no por imposición, sino por convencimiento. Es una autoridad que el niño acepta espontáneamente, como por instinto natural, no la impuesta por la fuerza. Es lo que ha de constituir esa percepción espiritual inmediata que le servirá al escolar para plasmar su conciencia moral, sus hábitos e inclinaciones y para encauzar su temperamento. De ahí la importancia de la figura del maestro, de lo que transmite al niño. Se considera que el maestro educa por lo que es, no tanto por su saber intelectual. También se va a trabajar este desarrollo moral de los niños a través de los cuentos e historias narradas por el maestro. Tienen por objetivo producir en su alma sentimientos de sosiego y alegría. Después se cultivará el mundo afectivo, a través de narraciones que le presenten al escolar imágenes de la vida que inciten la imitación mediante parábolas e imágenes de personajes de la historia. Se considera que, entre la segunda dentición y la pubertad, ha de desarrollarse el pensamiento y ha de madurar el juicio entre las demás vivencias del alma, para que al llegar a la pubertad, el adolescente pueda formar sus propias opiniones acerca de las cosas de la vida y del conocimiento.
A partir de los 14 años el niño puede desarrollarse sin trabas hacia el exterior. Es posible presentarle al adolescente todo aquello que permita la captación del mundo de los conceptos abstractos,d el juicio y del entendimiento autónomo. Antes de ese momento, estas facultades anímicas debían crecer sin influencia externa, dentro del ambiente creado por la propia realidad educativa. Con la pubertad, el joven está madura para formarse un juicio personal sobre lo que antes ya ha aprendido.
Los niños se reparten en función de los septenios anteriormente mencionados. En los jardines de infancia suelen juntar a los niños de 1 a 3 y de 3 a 6 años.
En el plan de estudios Waldorf, los doce primeros años están divididos en ocho cursos de primaria y cuatro cursos que correspondería con secundaria y bachillerato. La etapa de bachillerato debe permitir al alumno terminar adecuadamente este periodo de doce años y, al mismo tiempo, garantizar al joven el acceso a futuros estudios universitarios o ciclos formativos superiores. En cada una de las etapas tienen a un mismo profesor de referencia. Consideran que es importante que los niños se sientan cómodos y a gusto con una persona conocida para ellos. Para esta pedagogía es importante crear un ambiente de comunicación fluida y un espacio de encuentro entre padres y maestros, con el único objetivo de contribuir, de forma conjunta, en las tareas que sean necesarias al desarrollo armónico y saludable del niño. Las familias colaboran en la escuela, asisten periódicamente a las reuniones pedagógicas y participan en las fiestas y en los momentos de encuentro de toda la comunidad educativa.
En el corazón de un maestro Waldorf vive el compromiso de ayudar a cada estudiante a alcanzar su más alto potencial. La preparación del maestro Waldorf le da una comprensión profunda de todo el ser humano y de cómo se desarrolla a través de las fases críticas de la primera infancia, la niñez y la adolescencia, para que pueda guiar a los estudiantes a lo largo de su vida. Igualmente importante es el compromiso del maestro Waldorf en su autoeducación continua para el desarrollo personal. De esta manera evolucionará más allá de sus zonas de confort y ayudará a desarrollar las capacidades necesarias para inspirar a sus estudiantes. La enseñanza Waldorf es, ante todo, un arte. La formación para maestros Waldorf construye las capacidades necesarias para crear lecciones vividas y memorables en las que los estudiantes se verán comprometidos y motivados. Su formación artística y plástica constituye el puente entre las aspiraciones creativas del maestro, por un lado, y las habilidades y métodos empleados en la enseñanza por otro. Sin ella el maestro ya no sería un practicante motivado por el pensamiento innovador, sino un mero técnico impulsado por los imperativos de las normas y contenidos prescriptivos. Las destrezas pedagógicas serían aplicadas únicamente en términos de objetivos, metas y resultados predeterminados y estandarizados, sin tener en cuenta la realidad inmediata de la situación, es decir, la individualidad del joven ser humano con el que el maestro está involucrado. Lo que se transmite a los niños va con ellos toda su vida. Recordemos que en la pedagogía Waldorf se afirma que el profesor tiene que trabajar desde la presencia, un concepto que hace referencia al acompañamiento que se hace del alumno en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y que va más allá de la mera presencia física. La misión última del maestro es que su discípulo le supere. Paralelamente, esto exige que el maestro busque su propia superación para tener una mayor visión que ofrecer al alumno para despertar en él la mayoría de sus potencialidades. Ahora, ese proceso educativo debe darse sobre la base del respeto de las etapas evolutivas humanas. Esto le exige al educador una gran capacidad de observación para detectar los momentos oportunos y saludables para ofrecer o no ciertos contenidos, vivencias, etc. Si el educador es un ser digno de ser imitado, será visto como una persona honorable, respetable, admirable y amada. Para concretar y ejemplificar este último aspecto, se tratará sobre la importancia del habla. Es necesario tomar conciencia de los estados anímicos de la persona, que se reflejan en los tonos de voz.
Finalmente, el concepto de Comunidad Educativa Activa, propio de las escuelas Waldorf, está basado en el compromiso de participar activamente en la educación del alumnado, lo que implica que tanto maestros como familias entren en nuevos procesos de aprendizaje y en procesos de trabajo conjunto para dar coherencia a la vida de los hijos y de los alumnos, tanto en el ámbito familiar como escolar. Es un esfuerzo positivo imprescindible para crear el puente entre hogar y escuela. Eso constituye una enorme tarea que exige muchos esfuerzos personales tanto a los docentes como a las familias. Esto supone cultivar una estrecha relación profesional y humana. Se trata de crear en la comunidad educativa el espíritu de iniciativa como la base de la confianza. Esta actitud activará la fluidez en la comunicación entre maestros y padres, el apoyo mutuo, la presencia de la familia en la escuela, la participación en las actividades culturales, sociales, comisiones de organización, consejos de gestión administrativa y económica, fiestas pedagógicas, días de puertas abiertas, etc. Se establecerá la accesibilidad para celebrar tutorías regularmente sobre todos los alumnos con el fin de caracterizar entre padres y maestros el momento evolutivo y las necesidades y apoyos o refuerzos que necesiten, el aspecto estrictamente pedagógico queda restringido al claustro de maestros. Todos los componentes representan el impulso educativo y cultural Waldorf. Se tienen que dar las condiciones de mutuo reconocimiento como personas y como co-educadores. Este reconocimiento también se da en las tareas de participación en las comisiones de trabajo. En definitiva son centros autogestionados por los propios maestros, pero con la estrecha colaboración de los padres. Esa demanda parte de la iniciativa individual de maestros y familias por encontrar lo mejor para sus alumnos e hijos. Iniciativa que solamente puede alcanzar sus objetivos en un contexto social comunitario, en un espacio nuevo construido con las aspiraciones de todos. En el ámbito del centro educativo, lo mejor para los alumnos marca el espíritu de la autoformación permanente. La autoformación permanente se construye cada jueves del año en reuniones de claustro en las que se trabaja sobre aspectos evolutivos, psicológicos y antropológicos de cada nivel educativo. Se reúnen los departamentos, intercambian experiencias y se repasa el trabajo de las comisiones de gestión y organización del centro, etc. En el espacio vivo se coloca la intención principal de esta educación: respetar el proceso madurativo de cada alumno, estimular su intelecto, su sensibilidad artística y su fuerza de voluntad para que desarrollen capacidades que les ayudarán en futuros desafíos. Es una educación integral en la que diariamente se combinan las asignaturas intelectivas de los conocimientos y aprendizajes, las artísticas para cualificar un sentir ampliado, y las práctico-tecnológicas para cultivar habilidades y superar dificultades, activando la propia voluntad en proyectos creativos genuinos. Siguiendo los ritmos circadianos, las materias intelectivas se colocan al comienzo de la jornada escolar de 8 a 10:30h, cuando son más capaces de concentrarse, atender, analizar y abstraerse. Se trabaja cada asignatura 3 o 4 semanas seguidas para hacer procesos de aprendizaje en los que se investigue, debata y se exponga públicamente. Concentradas las 37 horas lectivas en tres semanas se abarca, entiende y potencia la atención ahora tan afectada por distracciones: móviles, pantallas, tablets, etc. Al acabar el periodo lectivo de esa asignatura se evaluará y se tomará conciencia entre todos de lo aprendido, de lo experimentado y de lo compartido. Esta evaluación continua se convierte en autoevaluación, en fuerza de autoestima, en reconocimiento propio reconocimiento de los compañeros y también del profesor, al que también evalúan. En las horas centrales de la mañana, para relajar la concentración mental, se abordan materias artísticas que exigen sentir el entorno, sentir con respeto y atención al compañero. Cantan, bailan, hacen teatro, pintan, diseñan, o trabajan inglés y alemán. Son actividades que exigen considerar el ritmo de sus compañeros y acompasarlos con el propio. En las dos últimas horas de la jornada escolar se apelan a otras inteligencias; habilidades que exigen conocer la materia o entrar en la comprensión de fuerzas eléctricas, magnéticas, y en los proyectos de informática y robótica en las clases superiores. En seis semanas, a razón de 6 horas cada semana, realizarán un proyecto personal donde la imaginación y la creatividad serán las protagonistas. Los alumnos se elaborarán sus propios cuaderno-libros de cada asignatura, con los contenidos, esquemas, resúmenes, ilustraciones, etc. Por lo tanto, utilizan los libros de consulta, al igual que enciclopedias y ordenadores. Ese énfasis en apoyar diariamente las facultades de su pensar, de su sentir y de su voluntad, están acompañadas por docentes que permanecen durante todo el ciclo educativo con el mismo grupo de alumnos. El mismo tutor para el ciclo de 3 a 6 años, el mismo para lo seis cursos de primaria, el mismo para los seis cursos de primero de secundaria a segundo de bachillerato. Acompañar durante tres o seis años a un grupo de alumnos en etapas tan cruciales para su desarrollo promueve en los docentes un verdadero aprendizaje muy humano y cercano con los alumnos, además de una actitud muy colaboradora con las familias. La educación así entendida no solamente es información, sino también formación y capacitación con un carácter progresivo en función del desarrollo madurativo de los alumnos. Esas capacidades estarán a disposición de su proyecto vital, de su propio camino a lo largo de la vida. El niño no percibe que tenga dos partes de su vida separadas.
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