La ley y el orden en las sociedades estratificadas dependen de una mezcla infinitamente variable de coacción física mediante la fuerza policial-militar y control del pensamiento basado en el dominio del la educación. En general, cuanto más acusadas son las desigualdades sociales y más intensa la explotación en el trabajo, mayor debe ser la contribución de ambas formas de control. Los regímenes que recurren más intensamente a dosis brutales de intervención policial-militar no son necesariamente los que muestran el mayor número de desigualdades sociales visibles. Más bien los sistemas más brutales de control policial y militar parecen estar asociados a periodos de importantes transformaciones culturales, durante los cuales las clases gobernantes están inseguras y son propensas a una reacción excesiva. Periodos de convulsión dinástica y de agitación pre y postrevolucionaria son especialmente propicios para la brutalidad.
Los más duraderos de los despotismos del mundo mantienen sus poderes de coacción en estado de alerta. Los ejemplos más destacados son los emperadores chinos o la revolución rusa. Según Karl Marx el comunismo no solo es la antítesis del despotismo, sino de cualquier forma de estado. Marx estaba convencido de que el estado había nacido con el único fin de proteger los intereses económicos de la clase dirigente. Pensaba que si se podía restablecer la igualdad económica, el estado se "desvanecería". La misma noción de "estado comunista" es una contradicción en términos, desde el punto de vista de la teoría marxista. La existencia del estado comunista se atribuye oficialmente a la necesidad de proteger al pueblo que está construyendo un orden comunista de la agresión de los estados capitalistas o de la persistente amenaza de los ciudadanos procapitalistas.
Aunque las clases dominantes de las democracias parlamentarias occidentales recurren más al control del pensamiento que a la coacción física para mantener la ley y el orden, en el último análisis también dependen de armas y cárceles para proteger sus privilegios. Huelgas de policías en ciudades como Montreal y apagones como el de Nueva York en 1977 dieron lugar a pillajes y desórdenes generalizados, demostrando que el control del pensamiento no es suficiente y que gran número de ciudadanos ordinarios no creen en el sistema y se los mantiene a raya solo con la amenaza del castigo físico.
Extraído de Harris, M. (2021). Antropología cultural. Capítulo 10: La economía política del estado. Alianza editorial: Madrid.
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