domingo, 13 de noviembre de 2022

Transformación social del sistema penitenciario español

Hoy nos encargaremos de revisar los distintos hitos históricos penitenciarios del sistema español. Realizaremos un recorrido vario, revisando principales pensadores e impulsores de movimientos progresistas y humanitarios. Para tener una imagen más global de la evolución de la prisión desde sus inicios, les remitimos a un anterior post: Historia de la prisión

Hemos de considerar como efemérides iniciales del humanismo penitenciario a Tomás Cerdán de Tallada, Bernardino de Sandoval, Cristóbal de Chaves y Pedro de León. Estos autores, son precursores del estudio de los presos y la prisión. Ahora bien, no todos ellos están al mismo nivel: Sandoval es un clérigo, Cerdán un jurista, Chaves cuenta las peripecias de los presos y la vida carcelaria, mientras que el padre León, más moralizante, cuenta lo que conoce de esas vidas cuando conforta espiritualmente a los presos. Su oficio condiciona el enfoque y determina el resultado de sus escritos.
Son las primeras voces por la humanización penitenciaria, los primeros gritos clamando por la reforma penitenciaria, simples antecesores de una corriente filantrópico-humanitaria dignos antecesores de una ciencia penitenciaria humana, generosa y preventiva, con ellos nace la ciencia penitenciaria y la caridad privada se eleva a sistema de asistencia, pasa de virtud a ciencia.
Es difícil ponderar cuánto influyeron de verdad directa e indirectamente en otros escritores y profesionales posteriores. Pero intelectuales de reconocimiento como Jovellanos, Salillas, Cadalso, Jerónimo Montes o Concepción Arenal, estudiaron sus obras.

Más adelante, gracias a la influencia de estos filantrópicos, surgieron las casas de corrección en España tenían, por un lado, un carácter vengativo para hacer sufrir al delincuente un daño igual o similar al que había ocasionado. Por otro lado, buscaban corregir al penado. Para la posible corrección de los penados, y de ahí la individualización de éstos como fin humanitarista, llevaba aparejado, con ciertos límites, el requisito de la indeterminación de la pena (la condena sin tiempo). La indeterminación de la pena, no significaba que la condena fuera perpetua o más larga de lo que dictaba la sentencia, sino que se trataba de la fijación del tiempo en virtud del sometimiento al régimen penitenciario, pudiendo resultar condenas brevísimas o sin agotamiento.
A estas casas de corrección y hospicios se destinaban mendigos, vagos, maleantes, prostitutas, delincuentes... para su educación. Se les instruiría en buenas costumbres, aprender oficios y manufacturas, proporcionarles una ocupación y trabajo... Con esto, se puede apreciar el carácter correccional y resocializador que se perseguía. Intentando que pudieran vivir como el resto de personas una vez dejasen esos establecimientos. Por ello, se entendió que era indispensable la necesidad de crear Casas de Corrección en las que los penados pudieran realizar trabajos y se les aplicasen castigos proporcionados a los delitos que hubieran cometido, algo que les ayudaría a corregirse. Y, según Jovellanos, lo único que conseguían los presidios era volver más perversos y malvados a aquellos que se encontrasen en ellos como reclusos. Por ende, más que tratarse de una medida de corrección o un remedio contra los delitos, recluirlos en tales instituciones solo empeoraría su situación.
En el último tercio del s. XVIII tuvo lugar la transformación: fue un momento en el que se produjo el cambio de la monarquía de los Habsburgo (s. XVII) –etapa de menor represión sobre los vagos, vagabundos y pequeños delincuentes–, al reinado de los Borbones –que supuso un mayor ejercicio del orden represivo hacia estos colectivos–. Con esta reforma de los Borbones se pretendía eliminar y reducir aquellos grupos de delincuentes y antisociales o, al menos, intentar mejorarlos haciéndoles útiles para la sociedad y el Estado. Fue en aquel momento cuando triunfó el utilitarismo que se «teñía» de fines correccionales, configurándose un nuevo modo de encierro que sería un antecedente directo de la pena de prisión.

En Madrid, se abrió la Casa de Corrección para jóvenes que se encontraban recluidos en la cárcel de la Villa. El ayuntamiento les cedió unas casas contiguas a la cárcel y, tras reformarlas, construyeron escuelas, amplios talleres, celdas dormitorio y otras dependencias necesarias para los reclusos. En las celdas tendrían todo tipo de comodidades: hamacas de tela suspendidas, ropa de cama, útiles para asearse y un uniforme. Eran espaciosas y su limpieza se realizaba durante el día. Todo esto supuso un cambio radical respecto a la realidad carcelaria infantil y juvenil que existía hasta el momento. Los jóvenes asistían a misa, eran educados en las escuelas, realizaban trabajos en los talleres y se les enseñaban oficios. Seguían una severa disciplina de orden interno, teniendo faltas y castigos en caso de que no cumplieran sus deberes. Esta nueva propuesta que se llevó a cabo resultó totalmente innovadora y muy avanzada, pues sintetizó los elementos básicos que hoy en día todavía se utilizan, sosteniendo los llamados «tratamientos institucionales en la educación social especializada».
Los destinados a esta Casa de Corrección de Madrid eran normalmente jóvenes analfabetos, pobres, algunos eran extranjeros, no tenían estudios ni familia –y si tenían familia, en el mayor de los casos éstos también se encontraban en la cárcel–, y muy pocos sabían desempeñar un oficio. Es por ello que, al salir de esta «Casa», normalmente volvían a delinquir, pues se encontraban solos, sin saber adónde ir, llenos de necesidades y sin recursos para poder mantenerse con vida. Pero no toda la culpa de reincidir se le puede atribuir al delincuente, pues también la sociedad tiene parte de culpa, y debe por ello responsabilizarse y ofrecer medios que hagan posible una reeducación y reinserción social, poniendo remedio a todas aquellas dificultades que imposibiliten a una persona vivir con dignidad y provoquen la inadaptación y la desviación social.

La Casa de Corrección de Barcelona, tendría los mismos principios filantrópicos pero con matices diferentes. El orden interno y reeducador de esta Casa se centraba en el trabajo, pues este era un «elemento moralizador» gracias al cual desarrollaban hábitos y aprendían un oficio, además de recibir pequeños ingresos con los que podrían ahorrar o cubrir algunos gastos. En 1854 reaparecería la idea de crear de nuevo una casa de Corrección que se destinará exclusivamente a niños y jóvenes que tuvieran una conducta irregular y necesitasen reformarse. 

Manuel Montesinos llevó a cabo una reforma en el penal de Valencia sus ideas pueden resumirse como el bien escribiría: "Perfeccionar al hombre es hacerlo más sociable: todo lo que tienda a destruir o entorpecer su sociabilidad, impedirá su mejoramiento. Por esto las penas, lejos de atacar, deben favorecer este principio, fomentando su acrecentamiento. El objetivo de los castigos no es la expiación del crimen sino la enmienda y aviso de los criminales, porque el oficio de la justicia no es vengar sino corregir". 
Lo más característico del sistema penitenciario de Montesinos, muestra de su evidente validez y eficacia, es su ajuste a necesarios principios de humanidad, la forma de tratar al penado, separarlos por categorías, los índices de reincidencia en el delito, etc. Este sistema tuvo unos resultados tan increíbles y fue considerado como el más dignificador y humanitarista de todos por haber utilizado por primera vez métodos de persuasión y psicología habilitadora para corregir al penado, en vez de fuerza física o castigos severos. Se caracterizó por ser un sistema de contenido individualizador, ya que se basaba en el conocimiento directo de la persona penada; y rehabilitador, pues capacitaba laboralmente a los recluidos para que pudieran trabajar fuera del presidio una vez cumplieran su condena –ya rehabilitados–. Finalmente, obtendría su trascendencia humanitarista «en lo que concierne a la posibilidad de anticipar la salida del penado y facilitar su acercamiento social». Otro de los caracteres de este sistema fue que Montesinos mantuvo el principio de las relaciones del presidio con la población civil. «En el sistema progresivo, de lo que se parte es de buscar el modo de restablecer las relaciones del penado con la sociedad de que procede». Es decir, lo que persigue es reinsertarlo en la sociedad.

Una de las más importantes reformas que propuso Concepción Arenal fue la creación de un cuerpo facultativo penitenciario. Esto supondría una especialización de la profesión y consagrar la ciencia penitenciaria a un campo de investigación superior, creando los estudios penitenciarios. Como decía Concepción Arenal: Abrid escuelas y se cerrarán cárceles.

La II República española en un intento de modernización, lleva a cabo reformas en el sistema penitenciario para mejorar la calidad y las condiciones de vida de los reclusos. Es de especial importancia la figura de Victoria Kent, fue la primera Directora General de Prisiones y durante su mandato el objetivo principal fue transformar las prisiones en un lugar donde poder vivir de forma adecuada y con las condiciones necesarias. Su meta principal era la reinserción y reeducación de los presos. Gracias a esta mirada, al reo se le empieza a considerar como un ciudadano más.
El trabajo en prisiones, desde este momento, se centra en la idea de crear ciudadanos responsables. El recluso debe ser consciente de que tiene unos deberes que cumplir como el resto de ciudadanos, además de una serie de derechos. Por ejemplo, en esta época se colocan buzones en las prisiones para que los presos puedan participar en el desarrollo de la prisión aportando sus opiniones para mejorar la vida en las prisiones, también se aumentan los gastos en alimentación, etc...

Sin embargo, con Vicent Sol se produce una contrarreforma. La rehabilitación para la vida en sociedad pasa a un plano secundario. Se endurecen las penas y el régimen penitenciario.

No obstante, José Estelles Salarich toma el puesto de Director General de Prisiones e intenta una vuelta a los ideales de Victoria Kent, poniendo en el centro del desarrollo penitenciario a los presos. Pero se quedó en un intento debido a que el Gobierno pasó a manos de Lerroux y puso fin a todas las reformas planteadas desde Victoria Kent.

En la época actual, las prisiones se dotan de varios profesionales entre ellos: trabajadores sociales, educadores sociales, profesores, pedagogos... No siempre han estado en este tipo de instituciones, han ido adquiriendo importancia gracias a los avances sociales, al Estado de Bienestar y a la defensa del ideal de que es posible una nueva vida durante y después del tiempo en prisión, en otras palabras, la posibilidad de reinserción e integración en la sociedad.
Se trabaja sobre todo con dos protagonistas: los internos y sus familias. El objetivo de estos profesionales es lograr el cambio de conductas, para ello deben conocer la situación socio-familiar, detectar carencias y necesidades tanto sociales como personales, elaborar programas de tratamiento individual, canalizar las demandas de los presos y sus familias, evaluar la evolución de los programas, realizar actuaciones externas a la prisión para la reinserción social del interno...
También han surgido los Servicios Sociales Penitenciarios que brindan atención social en un ambiente normalizado de las personas afectadas por el sistema penitenciario y sus familias. También realizan un seguimiento de las personas en libertad junto con los servicios sociales públicos.

Respecto a la instrucción educativa se trabaja sobre todo en la alfabetización y educación básica, al igual que la enseñanza del castellano ya que gran parte de la población reclusa es extranjera. Aunque comprende todos los niveles de formación, los superiores como la titulación universitaria se imparten a través de acuerdos.

Uno de los grandes interrogantes del sistema penitenciario que lleva a debate, es si realmente se consigue una reeducación y reinserción social. Esta se lleva a cabo durante el cumplimiento de la condena y prosigue cuando retorna a su vida en libertad. Es una etapa en la que tiene derecho a recibir una educación formal o no formal, una intervención psicosocial y debe ser ayudado para su inserción laboral. La reinserción social depende de toda la sociedad no solo de los internos y los trabajadores penitenciarios. 
Esto no es fácil por el rechazo de la propia sociedad y por la predisposición psicológica de sentirse rechazado. La mayoría de las veces no mantienen continuidad entre las actividades realizadas en la institución penitenciaria y las que realizan tras su salida de prisión. Además, asocian a los funcionarios de SEPE y de libertad condicional con los funcionarios de prisiones y por ende, no confían en ellos. Un gran porcentaje de exreos fracasan socio-laboralmente tras su paso por prisión. Incluso en los casos que no vuelven a delinquir permanecen excluidos e incluso en peores condiciones que cuando entraron en prisión. Muchos autores defienden que, aunque la reinserción en la sociedad, sea la meta final de las condenas privativas de libertad, no acaba cumpliéndose en ninguna, ya que en las prisiones se consigue el efecto contrario, el de aislar y marginar a los reclusos de la sociedad en la que, supuestamente, deberían reinsertarse.
Según Mapelli, la reeducación se trata de una “manipulación, dominio o imposición de valores” que sirve para “compensar las carencias del recluso frente al hombre libre ofreciéndole posibilidades para que tenga un acceso a la cultura y un desarrollo integral de su personalidad”. Por otro lado, reinserción social puede definirse como el proceso por el “que el penado, tras pasar por la pena, será capaz de vivir respetando la ley penal, al prójimo, y a la sociedad en general”.
El modelo resocializador, parte de la idea de que el Estado es incapaz de integrar en la sociedad a ciertos individuos y, a causa de esto, aparece la delincuencia. “Por tanto, el delito no sólo es responsabilidad del delincuente sino principalmente de la sociedad o la comunidad en su conjunto que no ha sido capaz de evitar o remover las causas que explican la comisión del mismo, causas como la desigualdad, marginalidad, exclusión, falta de expectativas, entre otras.

Instituciones penitenciarias tiene numerosos programas como el individualizado de tratamiento, el específico de intervención, enseñanza reglada y formación, trabajo e inserción laboral, ocio y cultura, deportivos...
Sin embargo, hay reclusos que entran a prisión sin ser personas marginadas de la sociedad, personas con altos niveles de formación y con un trabajo estable, que no necesitan de estos talleres de formación o no hay tratamientos específicos para el delito cometido. En la actualidad muchos de estos reclusos están penados por delitos de blanqueo de capitales, malversación de fondos públicos etc. ¿Realmente estas personas no están capacitadas para vivir en sociedad? ¿Cuándo entran a prisión necesitan de una posterior reinserción? en definitiva, ¿Todos los reclusos necesitan reinserción?
Se debe de hacer un trabajo de rehabilitación del recluso antes de su puesta en libertad, pero no siempre, por la causa del delito que dio lugar a su entrada en prisión, pues a modo de ejemplo el ladrón, que está en prisión por robo, va a seguir sabiendo robar, y en los casos que lo necesite lo va a volver a hacer. Al igual que una persona que su estancia en prisión está relacionada con un delito de malversación de fondos públicos, esa persona que en su vida antes de entrar en prisión tiene una familia, bases educativas, incluso con altos niveles de educación, una estabilidad laboral, etc. Esa persona quizás sea la que más necesita esa reinserción porque puede ser probable que después de su internamiento, haya perdido lo que tenía, como el empleo, o pérdida de la vida social y afectiva y ahora tenga que salir a la sociedad con su vida completamente cambiada, pues ha sido privado de su libertad y en consecuencia ha habido una pérdida de realidad. El sistema penal y la propia prisión fracasan y más allá de resocializar y reinsertar acaban provocando aislamiento, mayor violencia y marginación social de los reclusos.

Respecto a la reinserción, se datan cifras que rondan al 70% en cuanto a porcentaje de personas que después de la salida de prisión no vuelven a cometer delitos. No obstante, el estudio de la criminalidad presenta siempre una cifra negra importante: no existe la posibilidad de saber cuál es el total de las personas que han cometido un delito. Siendo, pues, imposible cuantificar la reincidencia real o general.


Bibliografía
Temario de oposiciones al cuerpo de ayudantes de instituciones penitenciarias.
Peña Anguita, B. La evolución del sistema penitenciario en España y la reinserción social y laboral de los reclusos. 2015.
Martínez Martínez, N. El sistema penitenciario. Análisis histórico-jurídico y cuestionamiento del sistema de reinserción. 2020.
Checa Rivera, N. El sistema penitenciario. Orígenes y evolución histórica. 2017.
Mata MArtín, R.M.; Andrés Laso, A.; Ortega Matasanz, A. Hitos de la historia penitenciaria española. BOE:2020.

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