martes, 12 de octubre de 2021

Madurez sexual y moralidad

Hoy en día, en esta época de pensamiento tan materialista, la madurez sexual es un tema muy discutido. El asunto se suele tratar aislado, aunque para la observación sin trabas en realidad no es más que la completa metamorfosis de la vida humana a esa edad en particular. Los adolescentes no solo desarrollan la sensación erótica condicionada anímico-espiritualmente o físicamente. En esta etapa comienzan a formarse juicios directamente a partir de su personalidad, relacionándose con el mundo a través de la simpatía y la antipatía. Por primera vez están situados fuera en el mundo. Se vuelven capaces de entregarse al mundo de tal manera que ahora pueden desarrollar el pensamiento, sentimiento y voluntad independientes en relación con el mundo.

El tiempo entre el cambio de los dientes de leche y la madurez sexual se basa principalmente en un sentimiento implícito de autoridad hacia el maestro, el educador. Esta importante edad tiende un puente, en cierto sentido, sobre dos polos opuestos. Por una parte tenemos la niñez, durante la que los niños son abandonados a la objetividad, sin que sientan que son en modo alguno el sujeto. Por otro lado, se aproximan a la madurez cuando, con diversos grados de claridad, se separan ellos y toda su interioridad del mundo exterior. Esto se logra a través de todo lo que se puede poner bajo el título de simpatía y antipatía, todas las expresiones y manifestaciones que llamamos amor. Entre estas dos etapas, estos dos polos, están los años de escolarización obligatoria, un tiempo en que hemos de efectuar esta transición a través de la educación, por medio de las lecciones.

En ambas etapas, en la niñez y en la madurez física, cada persona tiene un cierto centro de gravedad en sus vidas. Durante la niñez está fuera con el mundo, en la madurez dentro de ellos mismos. El tiempo entre estos dos puntos, el de la escolarización obligatoria, es cuando los individuos, completos con su vida anímica, están en un estado de equilibrio algo inestable, una ecuación en la que solo encaja el profesor. Cuando los profesores pueden enseñar a partir de un trasfondo de verdadero conocimiento sobre los seres humanos, harán con éxito la transición para que el niño alcance la madurez con el impulso incorporado de llegar a ser un ser humano práctico.

Por eso tratamos de introducir el trabajo práctico en las escuelas Waldorf en los años que conducen a la pubertad. Introducimos artesanía y trabajos manuales desde un ángulo artístico. Me gustaría decir en este punto, que si uno sigue los fenómenos del rubor y de palidecer como si fueran interiores, uno ve el resultado de todo lo que el profesor, en su papel de autoridad implícita, de artista didáctico y pedagógico, ha modelado dentro del alma y el espíritu del niño entre el cambio de dentición y la madurez sexual. La moralidad no se enseña. La moralidad se vive. La bondad se transforma en simpatía y antipatía del profesor al alumno. Esto sigue viviendo en el rubor y la palidez interiores del alma, cuando alguna amenaza, o algo que le avergüenza a uno, ponen en peligro, incapacitan o destruyen el sentido interior de la vida. De esta manera un sentimiento, un conjunto de sentimientos se desarrolla dentro del niño en respuesta a la verdadera dignidad humana. Dentro de la relación delicadamente equilibrada entre los niños y su maestro, es importantísimo que se desarrolle la moralidad viviente. Pues cuando el niño alcanza la madurez sexual, el cuerpo etéreo en el tiempo, se encara con lo que es ahora una especie de miembro superior de la composición humana. En la madurez física lo que se conoce en Antroposofía como el cuerpo astral, y que ha situado al individuo fuera en el mundo se aproxima ahora al cuerpo etéreo. Todo lo que se ha convertido en un sistema de simpatía y antipatía por medios artísticos se transforma ahora en una actitud moral del alma.

Ya veis, el maravilloso misterio de la madurez sexual es que la moral viviente que atendimos en el niño se convierte en la pubertad en moralidad consciente, en principios morales conscientes. Esto constituye una metamorfosis a gran escala. Lo que sucede en el erotismo es simplemente una expresión subsidiaria de esto. Solo una época materialista ve el erotismo como el principal problema. Pero el problema central debe encontrarse en ese maravilloso misterio, para que lo que atribuimos inicialmente a factores naturales a partir de la experiencia directa, pueda ahora emerger a la luz del día como moralidad consciente.

Extraído de: Steiner, R. El tercer septenio, observaciones sobre la adolescencia.

Educación y métodos de enseñanza basados en la Antroposofía. Forest Row, England: Steiner Schools Fellowship

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