martes, 12 de octubre de 2021

El corazón de la niñez, de los 7 a los 14 años

El segundo periodo, desde el cambio de dentición hasta la adolescencia, se pasa con la aceptación inconsciente de que: el mundo es hermoso. Y solo con la adolescencia nace la posibilidad del descubrimiento de que: el mundo es verdadero. Así, no es hasta entonces que la educación debería comenzar a asumir un carácter "científico". Antes de la adolescencia no es bueno dar un carácter puramente sistematizado o científico a la educación, pues hasta la adolescencia no se alcanza un concepto correcto e interno de la verdad.
De esta manera llegaréis a ver que a medida que el niño desciende a este mundo físico desde los mundos superiores, el pasado desciende con él; que cuando ha consumado el cambio de dentición el presente se desarrolla en el niño en edad escolar, y que después de los 14 años el ser humano entra en un momento de la vida en que los impulsos del futuro se reafirman en su alma.
Si esto no fuera así, la verdadera educación y enseñanza sería totalmente imposible. Pues suponed que tuviéramos que enseñar y educar al espíritu completo que el hombre trae al mundo solo en germen; entonces nuestra estatura como profesores nos exigiría ser iguales a lo que los seres humanos a nuestro cargo pudieran llegar a ser. Si esto fuera así, bien podríais abandonar inmediatamente la enseñanza, pues solo podríais educar personas con la misma genialidad y habilidad que vosotros mismos. Pero debéis estar preparados, por supuesto, para educar a personas que, de alguna forma, son mucho más inteligentes y brillantes que vosotros. Esto solo es posible si en la educación tenemos que tratar con solo una parte del hombre, pues podemos educar esta parte incluso aunque no seamos tan inteligentes, tan brillantes, quizás ni siquiera tan buenos, como lo es el niño potencialmente. Lo que mejor podemos lograr en nuestra enseñanza es la educación de la voluntad y parte de la educación de la vida de sentimientos. Pues podemos llevar lo que educamos a través de la voluntad -es decir, a través de las extremidades- y a través del corazón, es decir, a través de una parte del pecho del hombre, hasta el nivel de perfección que hemos alcanzado nosotros mismos. E igual que un despertador puede ser entrenado para despertar a un hombre mucho más inteligente que él mismo, del mismo modo una persona con mucha menos inteligencia, o incluso mucha menos bondad, puede educar a alguien que tiene mayores posibilidades que él. Debemos por supuesto darnos cuenta que no necesitamos ser iguales en capacidad intelectual al ser humano en desarrollo; pero como, una vez más, es una cuestión de desarrollo de la voluntad, debemos esforzarnos lo máximo para alcanzar la bondad. Nuestro alumno puede llegar a ser mejor que nosotros, pero probablemente no lo podrá hacer a menos que además de la educación que le demos, obtenga otra educación del mundo o de otras personas.

Extraído de: Steiner, R. El tercer septenio, observaciones sobre la adolescencia.
Estudio del hombre como fundamento de la educación. GA293. London: Rudolf Steiner Press, 1966. Anthroposophic Press, 1996

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