Con el comienzo de la pubertad y durante los años siguientes, un cierto juicio musical toma el lugar de un sentimiento anterior por la música y de una experiencia musical general. Emerge la facultad de emitir juicios musicales. Esto se hace muy notable a través de la autoobservación del canto del propio alumno y, con ello, la posibilidad de usar la voz más conscientemente, etc. Esto ha de cultivarse metódicamente.
Pero al mismo tiempo, algo más se hace muy notable, es decir, que desde esta etapa en adelante la memoria musical natural comienza a debilitarse un poco con el efecto de que los alumnos tienen que hacer mayores esfuerzos para recordar la música. Esto es algo que ha de tenerse especialmente en mente durante las lecciones de música. Mientras que antes de la pubertad la relación del niño con la música era espontánea, natural, y gracias a ello, su memoria musical era excelente, ahora algunos de ellos empiezan a encontrar dificultades, no al acoger la música, sino al recordarla. Esto necesita ser considerado. Uno debe tratar de escuchar la misma música varias veces, no con una repetición inmediata, sino intermitente.
Otro signo característico justo a esta edad es que mientras que antes las partes instrumentales y vocales de una pieza se experimentaban como una unidad, después de los 16 o 17 años se escuchan con una gran discriminación. (Desde un punto de vista psicológico hay una fina e íntima diferencia entre estas dos formas de escuchar). A esta edad los instrumentos musicales se escuchan con mucha más consciencia. Hay también una mayor comprensión de las cualidades musicales de los diversos instrumentos utilizados. Mientras que antes el instrumento parecía unirse con la voz, ahora se escucha como una parte separada. Escuchar y cantar se convierten en dos actividades separas, aunque paralelas.
Esta nueva relación entre el canto y la apreciación del papel jugado por los instrumentos musicales es característica de esta nueva etapa, y los métodos de enseñanza deben cambiar en consecuencia. Lo que es importante es no introducir cualquier teoría musical antes de esta edad. Han de aproximarse a la música de manera directa, y cualquier observación teórica que un profesor desee hacer debería surgir de la experiencia práctica del alumno. Gradualmente debería ser posible que los alumnos de esta edad hagan la transición hacia la formación de juicios musicales sobre una base más racional.
Uno puede hacer uso de las formas en que los alumnos se expresan musicalmente para incrementar ciertos aspectos de su autoconocimiento, es absolutamente correcto. Por ejemplo, en la escuela Waldorf dejamos que los alumnos mayores hagan modelado, y allí, justo desde el principio, uno puede percibir características individuales en lo que producen. (Cuando se les pide a los niños que modelen algo, su trabajo siempre mostrará características individuales distintivas). Pero en relación con las actividades musicales, solo cuando se alcanza la edad de 16 o 17 años puede el profesor entrar en las características más individuales del alumno. Entonces, para evitar la parcialidad, es correcto tratar cuestiones planteadas por una atracción demasiado grande hacia una determinada dirección musical. Si los alumnos de esa edad desarrollaran una pasión por ciertos tipos de música, por ejemplo, si les atrae fuertemente la música de Wagner entonces el profesor debe tratar de equilibrar su tendencia a ser barridos por la música de una manera demasiado emocional, en vez de desarrollar una apreciación de la configuración interior de la música misma. (Esto no supone ninguna crítica en absoluto de la música de Wagner).
Lo que sucede en ese caso es que la experiencia musical se desliza con demasiada facilidad a la esfera emocional y consecuentemente necesita ser elevada de nuevo al reino de la consciencia. Un músico notará realmente esto en la cualidad de la voz del alumno. Si se experimenta la música demasiado en el reino del sentimiento, la voz sonará diferente a la de un joven que escucha más la formación de los tonos y que tiene una comprensión correcta del elemento más estructural de la música.
Trabajar hacia un sentimiento y comprensión musicales equilibrados es de especial importancia a esta edad. Naturalmente, antes de la pubertad el profesor, que aún es la autoridad, no ha tenido ninguna oportunidad aún de trabajar de esta manera. Después de la pubertad ya no es la autoridad del maestro la que cuenta, sino el peso de sus juicios musicales. Hasta la pubertad, lo correcto o lo incorrecto es concurrente con lo que el profesor considera correcto o incorrecto. Después de la pubertad hay que dar razones, también razones musicales. Por tanto, es muy importante entrar profundamente en la motivación de los juicios musicales de uno mismo si hay oportunidad de continuar las lecciones de música a esta edad.
Extraído de: Steiner, R. El tercer septenio, observaciones sobre la adolescencia.
La consciencia cambiante del niño y la educación Waldorf. GA306. London: Rudolf Steiner Press, 1988