domingo, 17 de agosto de 2025

El techo de acero de la educación

La educación es uno de los caminos más directos hacia nuestra mente. Por la maleabilidad de su cerebro y la falta de ideas preconcebidas. Evitar que pensemos de forma crítica es uno de los grandes objetivos de la educación, como demuestran los numerosos sistemas educativos en los que solo tiene cabida el aprendizaje autómata y no la reflexión. Nos obligan a recitar párrafos de memoria, a vomitar teorías sin interiorizarlas; no nos enseñan a entenderlas, a aplicarlas en la vida diaria, a ponerlas en duda y criticarlas. Solo hay una forma de aprender, y es aceptar lo que nos cuentan. El más mínimo cuestionamiento se puede tomar como un desafío a la autoridad y debe ser rerpimido.

La educación actual es una farsa. Basta con comparar las salidas profesionales que ofrece una universidad de provincia y las de aquellas en las que se forma la élite mundial. Es la mentira de una teórica formación universal que, en realidad, sigue siendo útil tan solo a un determinado grupo social, que no está dispuesto a compartir sus privilegios y que, además, los convierte en hereditarios.

En España hay actualmente 82 universidades. De ellas, 32 privadas, habiéndose casi quintuplicado su número desde 1968. Sin embargo, los hijos de las capas más altas de la sociedad suelen estudiar, al menos algún curso o los posgrados, en universidades extranjeras. Y son los que tienen acceso a los mejores puestos de trabajo. Mientras que muchos de los que realizan todos sus estudios en universidades nacionales caen en la frustración al no poder ejercer dignamente los estudios que tanto esfuerzos les han costado; e incluso algunos ni siquiera los llegarán a poner nunca en práctica, debiendo trabajar en otros sectores.

Así, mientras una educación de calidad incrementa las acapacidades cognitivas, el intelecto, el conocimiento y las posibilidades sociales, la formación deficiente solo fabrica sofistas, charlatanes, dogmáticos y radicales. Además de frustrados crónicos, al ver cómo pasa el tiempo sin que les sean de verdadera utilidad los estudios realizados. Debemos tener claro que el acceso al conocimiento y el desarrollo de capacidades intelectuales es la última frontera de las desigualdades sociales. Como dijo federico Mayor Zaragoza: No se puede esperar nada de ciudadanos sin educación, excepto una democracia inestable. 

Mientras nos prepraran para ser útiles al sistema, a los hijos de las élites los entrenan para ser el sistema. A nosotros nos dan la formación justa, más técnica que centrada en la profunda reflexión. A ellos la metodología les obliga a pensar, a plantearse el futuro, a diseñar el mundo. Podríamos decir que se ilustra a las poblaciones lo justo para que les lleguen los mensajes con los que se las va a condicionar. La realidad es que nos han convertido en lelos ilustrados. Quizá tenía toda la razón Isaac Asimov cuando decía que "ser autodidacta es el único tipo de educación que existe". No nos va a quedar más remedio que aprender por nosotros mismos si queremos salir de esta tela de araña educativa.

Ray Bradbury en su novela Fharenheit 451 escribió, una realidad no muy alejada de la nuestra: los años de universidad se acortan, la disciplina se relaja, la filosofía, la historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados.

La escuela, tal y como está diseñada, no enseña a pensar por uno mismo, sino a repetir los pensamientos de otro. Cualquier alumno que tenga la osadía de plantear dudas a sus profesores más allá del temario, que se rebele contra un programa ideologizado y restrictivo, se enfrentará a graves problemas que pueden llevarlo a ser expulsado del sistema.

En este contexto, triunfará el que mejor repita los mantras alienantes perfectamente diseñados. El estudiante aventajado quedará convencido de su excelencia, de su buena memoria y de su capacidad de aprendizaje porque así se lo harán saber sus maestros, que lo colmarán de elogios. Pero, en realidad, solo estarán premiando su sumisión a un procedimiento psicopedagógico que lo condicionará de por vida, que hará de él un ciudadano modelo al servicio de las élites. Las mismas que llevan a sus hijos a verdaderos centros estimuladores del pensamiento, coto cerrado del verdadero poder, en los que no se pierde el tiempo con adoctrinamientos de ninguna naturaleza. Centros donde, desde el primer minuto, les inculcan que serán los responsables de dirigir la sociedad, de liderar a sus congéneres, a esos que crecen inmersos en los progamas que ellos un día deberán perfilar.

Todo ello se realiza con tal disimulo, tomando tantas precauciones que los niños y jóvenes, al igual que sus progenitores, quedan convencidos y agradecidos por las facilidades, además gratuitas, que se les proporcionan para teóricamente, culturizarse y poder alcanzar las mayores responsabilidades. Sin percatarse de que siempre se encontrarán con un techo de acero reforzado, que nunca jamás podrán traspasar sin que alguien de la capa elevada se lo permita. Y de lograrlo, no será para satisfacer sus intereses personales o los de la sociedad, sino los de la élite dirigente, que siempre los mirará por encima del hombro, sin dejarlos pertenecer a sus distinguidos clubes sociales, por más alto que sea el puesto alcanzado.


Extraído de: Baños Bajo, P (2020). El dominio mental. La geopolítica de la mente. Ariel: Barcelona.

1 comentario:

  1. Muy buen blog la verdad esq explica perfectamente lo que quieres contar además se nota q se a tardado al acerlo y sobretodo da datos q muy poca gente conoce y dice la realidad do le muchos de nosotros no hemos vivido y nos hace reflexionar sobre la educación del pasado

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