jueves, 8 de febrero de 2024

Hacia un estado de conciencia: conciencia semi-intransitiva, conciencia transitiva ingenua y conciencia crítica

Conciencia semi-intransitiva

    Estar en una conciencia semi-intransitiva es un estado de la existencia en el que estamos sumergidos en el mundo en un estado de falsa conciencia. En este caso no es posible ni un distanciamiento del mundo físico ni una división tangible entre este y el mundo del pensamiento abstracto y crítico. En este estado de conciencia no hay espacio para una visión crítica porque la sociedad y sus creencias culturales son aceptadas como incuestionables. Es un estado de ignorancia, en el que no nos damos cuenta de lo que hay, o de lo que podrían ser las razones estructurales o externas de nuestra situación. Atrapados en una conciencia semi-intransitiva, esto es meramente la forma del mundo. En consecuencia, a través de nuestra falta de conciencia, se produce una cultura del silencio en la que es imposible para los individuos articular su opresión.

    Freire explica que debido a su falta de percepción y de comprensión de las fuerzas estructurales que dan forma a las circunstancias de vida, ellos atribuyen sus apuros a fuentes falsas. Estas fuentes comprenden la auto-culpabilización en tanto que los individuos asumen la responsabilidad de su propia falta de fortuna o creen que no son capaces de cambiar la mala suerte que cubre y caracteriza su vida. O bien, la culpa de la mala suerte o de la injusticia puede ser proyectada en cierta superrealidad donde se sugiere una intervención supernatural, que da pie a la superstición y al miedo en la gente. En consecuencia, puede que usen encantamientos y rituales esotéricos en un intento de deshacerse de los malos espíritus e invitar a los buenos espíritus a ayudarles. Este nivel de consciencia semi-intransitiva puede ser percibido, por tanto, como un tipo de conciencia mágica, en la que se produce una creencia en deidades desconocidas.

    También es en este nivel que la religión organizada puede jugar un papel vital en las vidas de los pobres y los desposeídos porque les da la esperanza de una vida mejor, ahora o bien en una supuesta vida después de la muerte. Puede argumentarse que las personas pueden ser oprimidas no solo por la élite de poder, el gobierno o las estructuras de la sociedad, sino también por los vínculos de confianza y personales, tales como los que hay dentro de una religión organizada. En un estado de falsa conciencia, la opresión puede ser interiorizada y puede generar una atracción hacia el opresor, en un deseo de ser como él o ella.

    Sea como sea, la conciencia semi-intransitiva no debe ser un estado permanente, ya que las personas pueden ser despertadas de su falsa conciencia. Acontecimientos extraordinarios como la guerra, los terremotos, tsunamis o hambrunas, que provocan una disrupción en los entornos externos, también pueden producir perturbaciones internas y causar una disyunción en los procesos de pensamiento.

    Un acontecimiento o situación adversa o traumática, como una enfermedad grave, el divorcio o un accidente de tráfico, también puede causar un hiato en los procesos del pensamiento habituales. Otros acontecimientos que lo pueden motiva, tales como cambios en las estructuras sociales o los métodos pedagógicos, también pueden causar sutiles cambios en la percepción, de modo que las personas puedan gradualmente desplazarse lejos de una conciencia semi-intransitiva hacia una perspectiva más analítica en la que se dé la conciencia de la necesidad de cambio en el pensamiento y en el comportamiento. Estos son esenciales y como tales pueden constituir incidentes críticos. Esto puede conducir a un nivel diferente de pensamiento, que se denomina conciencia transitiva ingenua.


Conciencia transitiva ingenua

    Freire cree que este nivel de conciencia surge por medio de grietas y fisuras que aparecen en un nivel más bajo de conciencia. Estas aperturas graduales, posiblemente creadas por medio de incidentes críticos, son el umbral que va de la conciencia semi-intransitiva a la transitiva ingenua. Estas empiezan en los individuos y se extienden a los grupos. Es similar a un despertar lento, un surgimiento y florecimiento de una conciencia aumentada respecto a las influencias hegemónicas y la opresión.

    El nivel de conciencia se caracteriza por el conocimiento que se tenga de los aspectos negativos, influencias y procesos de la sociedad. Estos pueden adoptar la forma de injusticias encubiertas o abiertas, desigualdad, control coercitivo, victimización, discriminación u opresión, o pueden producirse por medio de las mismas. En este nivel de conciencia, se desata un momento crítico para que uno sea capaz de distanciarse de estas riendas opresivas. En consecuencia, puede darse una tensión entre el oprimido y el opresor, que indica que es inminente una transición. Esto puede caracterizarse por una tensión en la sociedad entre lo que Freire describe como el poder de la élite y las masas. Dice: las contradicciones salen a la superficie, provocando conflictos en los que la conciencia popular se vuelve cada vez más exigente, produciendo cada vez más alarma en las élites.

    Este tipo de situación no se ve confinada a los relatos históricos de las personas oprimidas. Es evidente tanto en los países en los que hay democracia como en los que hay dictaduras. Un ejemplo concierne a la actual recesión global, en la que las actividades clandestinas de los banqueros y el intercambio de stock financieros se han ido revelando gradualmente al público. En este sentido, las palabras de Freire son asombrosamente proféticas, ya que descubren los despertares potenciales de la conciencia semi-intransitiva, del mismo modo que se produce un momento de sorpresa entre las masas cuando empiezan a ver lo que no habían visto antes; hay una correspondiente sorpresa entre las élites del poder cuando se hallan a sí mismas desenmascaradas ante las masas. A nivel individual, puede producirse un despertar de un nivel semi-intransitivo a un nivel superior de conciencia transitiva ingenua.

    Las circunstancias que permiten una percepción que va más allá tanto de los pensamientos internos como de las estructuras externas permiten que los individuos alcancen un nivel aún más elevado de conciencia o, que de hecho lo alcance la masa de la población. Ese nivel ulterior es el de la conciencia crítica.


Conciencia crítica

    Llegar al nivel de la conciencia crítica, que, según Freire, es el máximo de la conciencia potencial es un momento definitivo a la hora de superar la falsa conciencia. Es una aguda conciencia y una profunda comprensión respecto a nuestro condicionamiento. Estamos condicionados para aceptar el saber convencional, o el sentido común, pero este en gran medida está constituido por las ideas preconcebidas hegemónicas que han sido creadas cultural, socio-política o religiosamente. Por ejemplo, el constante e irrefrenable bombardeo de mensajes provenientes de los medios de masas induce una realidad socialmente construida. Los mensajes contienen propaganda política e ideológica que puede ser difícil de evitar y de no interiorizar, porque hay poca alternativa. Este miasmático entorno es completamente ubicuo. Puede parecer que no sea dañino o que sea trivial, pero opera contra nuestros mejores intereses y protege a quienes están en el poder.

    Esta situación puede producirse en todo tipo de sociedad, sea esta democrática o autocrática. La sutileza de la hegemonía es que con el tiempo pasa a incorporarse profundamente, forma parte del aire cultural que respiramos. Dispersar estas nubes mistificadoras significa alcanzar un nivel de conciencia crítica. De ello se infiere que debemos hacernos conscientes de las influencias que actúan sobre nuestros pensamientos y creencias, para deshacernos a nosotros mismos del adoctrinamiento y de otros obstáculos que hasta el momento han ofuscado nuestra percepción. Entonces tal vez podremos finalmente penetrar en una realidad desmitologizada que esté apartada de las estructuras opresivas y deshumanizadoras. Sea como sea, la conciencia crítica no puede surgir de la inercia. Es un estado de actividad o de praxis en el que la acción crítica se basa en el pensamiento crítico.

    La concienciación puede contemplarse como una meta final en tanto que representa la conciencia crítica. Es un proceso que implica progresión a través de unas fases de despertar; esto es, de la conciencia semi-intransitiva a la conciencia transitiva ingenua.

    La concienciación, por tanto, es un viaje que se desarrolla a través de diferentes etapas o niveles de conciencia hasta el último logro, que es la adquisición de la conciencia crítica. En cierto sentido este es un viaje sin retorno: no podemos desconocer lo que conocemos y no podemos no logar comprender lo que hemos llegado a comprender. Sin embargo, esto no implica que la conciencia crítica sea un estado final permanente y para cualquiera. De hecho, la conciencia crítica es una forma de distanciamiento del mundo. Debemos, sea como sea, vivir en el mundo. Sería imposible mantener en todo momento y en cualquier lugar una conciencia crítica. Somos criaturas sociales con necesidades básicas que hay que satisfacer en el mundo para sobrevivir. Constantemente nos desplazamos de un nivel a otro en diferentes esferas y en diferentes circunstancias, incluso durante el sueño. Es parte de un proceso de aprendizaje continuado, ya que la conciencia crítica no puede sostenerse de forma consciente. La concienciación es por tanto un acto continuo o proceso de devenir críticamente consciente. Es en esta etapa que sería más apropiado describirnos como devenires humanos, en los que no hay un estado final.


El valor de la concienciación

    Puede afirmarse que la concienciación es un valioso proceso y en última instancia una valiosa meta que alcanzar; pero, ¿por qué es tan importante elevar nuestro conocimiento y esforzarnos por la conciencia crítica? Puede argumentarse que el proceso de concienciación tiene valor porque fomenta nuestra humanidad. Puede contribuir al desarrollo continuado de la comprensión, a la sabiduría y a un devenir más humano.

    La idea de conjunto de la concienciación es similar a la de despertar. El despertar se valora porque es una forma de libertad, que ahuyenta la obscuridad y hace que se disperse la falsa ilusión. Puede incrementar el bienestar porque es una forma de realización y, en consecuencia, de empoderamiento. Despertar es un proceso que inicialmente requiere hacerse consciente o conocer la situación de uno. En segundo lugar, el proceso implica el reconocimiento del modo en que surgió la situación. En tercer lugar, se produce un reconocimiento de que los efectos negativos de dicha situación pueden superarse. Finalmente, se reconoce que hay una solución para contrarrestar los efectos negativos a través de la acción apropiada. 

    Puede que se dé por sentado que el proceso de concienciación se produce naturalmente a través de la educación formal. Sin embargo, puede que no sea siempre así, ya que el objetivo de la política educativa puede darse principalmente en interés de la eficiencia nacional, que primordialmente beneficia al estado. En la Gran Bretaña del siglo XIX, la función de la educación era considerada como un beneficio al estado en términos del sostenimiento de la economía nacional y el mantenimiento del control social por medio de la socialización y el refuerzo de las divisiones de clase. Esto contribuyó a asegurar que la clase trabajadora asumiera empleos que no requerían capacitación, de modo que la clase media mantuviera los empleos que sí la requerían. La educación puede domar a los alumnos y entrenarles para pensar de determinadas maneras. Estas pueden ser aburridas, pasivas y conducir a la dependencia de pensamiento. Los sistemas de educación a menudo se basan en logar resultados cuantificables por medio del logro de notas y calificaciones. Esto conduce al aprendizaje estratégico de los alumnos y a la idea de que la educación es una mercancía que se emplea para ser alguien en el mundo.

    Actualmente, la educación superior de masas inevitablemente obliga a los universitarios a competir de forma más agresiva en el mercado de trabajo. No resulta sorprendente que las universidades hagan hincapié en la necesidad de que los alumnos desarrollen sus competencias en función de su futuro lugar de trabajo, especialmente en tiempos de recesión económica y austeridad, en los que la búsqueda competitiva de empleo es feroz. En estas circunstancias, el enfoque de la educación puede deslizarse fácilmente hacia una mera adquisición de competencias y habilidades, sin ir acompañada necesariamente de un crecimiento en lo intelectual y en un desarrollo personal. Es en este contexto en el que la concienciación se vuelve más pertinente.

    El pensamiento crítico es el punto decisivo de la educación superior, pero que pensar críticamente no necesariamente es algo a lo que se llegue natural o fácilmente. El pensamiento crítico es una habilidad que debe ser aprendida, ya que claramente no se produce a través de un proceso de ósmosis. Algunas de las principales dificultades del pensamiento crítico son que debe ser perseguido continuamente y que requiere tanto autoconciencia como autovigilancia.

    En tanto que la habilidad del pensamiento crítico, la reflexión crítica también requiere una aplicación motivada y comprometida. A través de la reflexión crítica la persona puede determinar cuán atrapada está en las estructuras sociales y buscar y posiblemente descubrir las claves apropiadas que abran las puertas a una mayor comprensión. Estas claves son metáforas de puntos críticos que pueden producirse en las vidas de los individuos. Desde luego las llaves no siempre se usarán, y de forma similar, puede que los puntos críticos no se reconozcan como tales y, como resultado, puede que se reprima el pensamiento crítico.

    Aunque en tanto que humanos tenemos la capacidad de reflexionar y por tanto de emprender cambios de conciencia para liberarnos a nosotros mismos, no siempre nos validamos a nosotros mismos para ello. El instinto de manada es imperioso, como cuando se retwitean tweets, avalados por la seguridad que brinda el número o nos conformamos a la tendencia mayoritaria: aceptar opiniones en sus términos es adquirir la buena y sólida sensación de ser correcto sin tener que pensar.

    Dewey concede que el hábito es el impulso primario de la acción humana, y los hábitos se forman en su mayor parte bajo la influencia de las costumbres del grupo. Muchos tienen una necesidad de conformarse o seguir lo que ellos perciben que es la tendencia más popular, tanto si se trata de la moda, de un look chic, de los lugares de moda que hay que ver o las palabras y expresiones de moda que hay que emplear. En un intento por persuadirnos para que compremos productos, la publicidad y los medios de comunicación de masas manipulas nuestro pensamiento, reforzando estereotipos y espoleando nuestro miedo a la inadecuación.

    En la aporía de la cultura de masas existe una industria masificada que subsume y domina la conciencia colectiva. De las mercancías vendibles proviene un pernicioso paradigma de actitudes y pensamiento. El fetichismo de la mercancía es un problema específico de nuestra era, la era del capitalismo moderno. También resulta problemática la mente inconsciente que lo acepta sin cuestionar, ya que son las actitudes y emociones pre-organizadas las que dan forma a la opinión de la persona. Es ahí donde radica la esclavitud.

    Los efectos de este tipo de control y manipulación del pensamiento son la formación de hábitos. El comportamiento habitual puede estar caracterizado por la acción inconsciente. Dewey cree que nuestros hábitos están influenciados por la sociedad y que estos afectan a nuestro comportamiento y pensamiento. Lo personal se transmuta en lo social y viceversa. Los hábitos de opinión son los más duros de todos los hábitos. La razón de ello es que este tipo de hábitos reprimen el pensamiento crítico. Incluso si existe la conciencia de que los hábitos  de la mente pueden impedir el surgimiento de la conciencia, puede persistir una reluctancia a la hora de reconocer el momento crítico cuando este se produce y por tanto perder una oportunidad de crecimiento personal. Hay una comodidad que se adquiere en lo que es habitual y familiar y a la inversa, lo que no resulta familiar y lo que es desconocido puede producir incomodidad, ansiedad e incluso miedo.

    Generalmente, no nos gusta el cambio. En consecuencia, puede que adoptemos una posición de aceptación pasiva y una vida en un estado de duermevela. Sin el proceso de surgimiento de la conciencia o de concienciación, corremos el riesgo de convertirnos en esclavos de lo real.

    Otras presiones persuasivas también actúan para dar forma a nuestro comportamiento o aún peor, a los comportamientos que otros actúan sobre nosotros y que van en detrimento de nuestro bienestar. La transgresión percibida de los códigos de conducta, por ejemplo, puede conducir al ostracismo o la vergüenza. Actos crueles y desnaturalizados tales como la mutilación genital femenina también se realizan en el nombre de las creencias culturales hegemónicas no cuestionadas. El fundamentalismo religioso, las tradiciones y culturas pueden facilitar hábitos acríticos de la mente y del comportamiento. Fromm está de acuerdo con esto, cuando describe que toda forma de celo religioso como unas muletas para quienes quieren estar seguros, aquellos que quieren una respuesta a la vida sin tener que buscarla por ellos mismos.

    El valor de la concienciación es que hace emerger la conciencia y facilita el pensamiento crítico. La competencia de pensar de forma crítica es imperativa si queremos iniciar el cambio personal o social. Pensar críticamente afecta a las interpretaciones personales ontológicas y epistemológicas de nuestro entorno. El pensamiento crítico es crucial para la autonomía y la autenticidad. De todos modos, tenemos elección, ya que podemos absorber pasivamente la actual hegemonía o podemos producir nuestra propia comprensión crítica. Para hacer esto último debemos preservar nuestra autonomía, tomar decisiones informadas, desafiar la hegemonía e instigar cambios en la sociedad para el bien común y la justicia social. Inevitablemente, esto es político, especialmente si la educación se emplea como un medio para la emancipación personal y el desarrollo de seres críticos. Esto debe producirse en las áreas de conocimiento, del yo y del mundo y debe implicar el pensamiento crítico, la acción crítica y la autorreflexión crítica.

    En resumen, la concienciación es vital porque concierne al surgimiento de la conciencia y al desarrollo de la misma. Permite una percepción más crítica que sirve para cuestionar la propaganda y la mitificación de la realidad ya que las clases dominantes obscurecen el mundo real. Si no se produce la conciencia crítica en ningún nivel entonces el analfabetismo político y la opresión rellenarán el vacío. El pensamiento crítico es el antídoto a la creación cultural del adormecimiento de las masas. La concienciación es la herramienta para la emancipación respecto al control social, la opresión y las influencias hegemónicas endémicas. El pensamiento crítico y la reflexión crítica pueden conducir a la concienciación, que posteriormente puede conducir a la transformación personal y social.


Extraído de: Deeley, S. J. (2016). El aprendizaje-servicio. Teoría, práctica y perspectiva crítica. Narcea: Madrid.

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