viernes, 24 de septiembre de 2021

El niño de los seis a los nueve años

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Cuando el niño alcanza la edad escolar obligatoria, ya se halla en aptitud para el cálculo, pero lo que hay que tener en cuenta aquí también, son las necesidades internas inherentes al organismo infantil. Ya hemos dicho que el niño se halla predispuesto al ritmo y al compas, así como a la captación emotiva de lo armónico; esta predisposición no concuerda con lo que quisiera denominar la modalidad aditiva por medio de la cual se pretende enseñarle al niño el cálculo basado en contar.

Sin duda el niño tiene que aprender a contar, pero la iniciación en las operaciones aritméticas con base en ese contar aditivo no armoniza con sus energías internas. En el transcurso de nuestra cultura hemos llegado progresivamente a operar con los números en determinada forma sintética. Tenemos una unidad, una segunda, una tercera y, en la operación de contar, nos esforzamos en reunirlas como elementos aditivos de manera que queden una al lado de otra. Como podemos comprobar, no capta el niño internamente nada de esto pues no es así como la naturaleza humana ha llegado a contar. Partió desde luego, del acto de la unidad, pero el dos no fue una repetición externa de ella puesto que se hallaba encerrado en ella. El uno dividido, da el dos que está dentro del uno. El uno, fragmentado, da el tres en el que está, asimismo, implícito el uno. En términos modernos podemos decir que se empezaba a escribir por el uno, de él no se derivaba el dos, sino que se realizaba una especie de estructura orgánica interna puesto que el dos estaba contenido en el uno, así como el tres, etc. La unidad lo abarcaba todo y los números eran divisiones orgánicas de la unidad.

La predisposición rítmico-musical del niño tiende a sentirlo así por lo cual, en vez de proceder minuciosamente empezando por la adición, hemos de comenzar de la siguiente manera: se llama a un niño y, en vez de darle tres manzanas, y cuatro y dos manzanas invitándole a contarlas, se le entrega un montón de ellas, o de cualquier otra cosa; luego se llama a otros dos niños y se dice al primero: ahí tienes un montón de manzanas, de las cuales debes dar algunas a este compañero y algunas a este otro y guardar también unas para ti, de manera que los tres tengáis el mismo número. Se procura que el niño comprenda este procedimiento, con lo que gradualmente se consigue llegar al tercio del montón de manzanas. O sea que se parte de un todo y se emplea el principio divisorio, no el aditivo; con esto se logra realmente la comprensión del niño. Con base en el conocimiento del hombre la Escuela Waldorf no parte de la adición aritmética sino de la división o de la sustracción y más tarde llega a la adición o a la multiplicación, deseando el proceso natural que se realizó al dividir o sustraer; tiene en cuenta que lo divisional, lo enumerativo no es un proceso sintético sino analítico, un pasaje de la totalidad a la unidad.

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Extraído de: Novena conferencia, El segundo Septenio. Fundamentos pedagógicos para el saludable desarrollo del ser humano. Rudolf Steiner.


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