miércoles, 31 de enero de 2024

El papel del profesor

    En la educación "tradicional", el poder reside en el hecho de que el profesor y los alumnos sean recipientes pasivos en su adquisición de datos y en su papel dentro de la relación de enseñanza y aprendizaje. En cambio, un aula más democrática es indicadora de una educación progresista en la que el poder se comparte de una forma más equitativa. Teóricamente, esto permite el desarrollo intelectual de los alumnos, ya que  realizan sus propios descubrimientos y construyen significados a través de su propia experiencia. A pesar de los intentos de crear un aula democrática, no puede erradicarse una relación de poder entre el profesor y los alumnos, ya que el profesor es responsable del currículum y de factores tales como los objetivos pedagógicos, los resultados de aprendizaje prefijados y la evaluación.
    Los límites del papel del profesor a menudo son impuestos y moldeados por las expectativas de los demás. De hecho, quizás los profesores de hecho no deberían considerar eliminar del todo el poder, sino que más bien puede que sea más beneficioso y realista emplear y utilizar su poder. Negar que el poder existe en el aula no es real; es preferible reconocer el poder por parte del profesor, porque es auténtico. Debemos comprender que el poder no es en sí negativo. Depende de lo que se haga con él. Depende de la forma de crear del profesor.
    A través del poder encarnado o heredado por el profesor se puede crear un tipo de clase que emule a una democracia de forma tan cercana como sea posible, en la que el empoderamiento del aprendizaje y el devenir crítico de los alumnos sean las metas últimas. La meta pedagógica debe ser el autodesarrollo, en el sentido de que el individuo gane en autoconciencia y en habilidad para actuar, cosa que se aplica apropiadamente en el aprendizaje-servicio. Un aula que sea más democrática que autocrática es un entorno adecuado para alimentar el empoderamiento de los alumnos.
    Hay varias prerrogativas para un aumento de la responsabilidad compartida del aprendizaje en el aula. Una de las más sobresalientes es la perspectiva del profesor, que, irónicamente, denota por sí mismo su poder. Si se quiere que los alumnos se empoderen entonces es importante que se validen sus opiniones. Por tanto, el empoderamiento de los alumnos significa que el profesor debe compartir su poder y prescindir del manto del autoritarismo y del papel de experto en intercambio por la de facilitador no directivo que es capaz de, metafóricamente, dar un paso atrás para hacer espacio para el aprendizaje autodirigido de los alumnos. Como afirma Heidegger (1968:15): " no habrá nunca espacio en ello para la autoridad del saberlo-todo o influjo autoritario de lo oficial". El profesor debe abandonar la barrera protectora del podio de la clase magistral, descender de la tarima para estar al mismo nivel que sus alumnos y estar preparado para asumir diferentes papeles, que pueden comprender el de co-aprendiz, el de mentor, consejero y tal vez hasta de "trabajador social". Si las experiencias de un alumno resultan incómodas para el proceso de aprendizaje o traen consigo cambios dramáticos en su comprensión del mundo cumplir un papel de apoyo será de particular importancia.
    La pedagogía progresista implica la adopción de un planteamiento del aprendizaje centrado en la persona y requiere que el profesor comparta algo de poder y control con los alumnos. En el aprendizaje-servicio, la posición del profesor se ve alterada de forma intrínseca cuando los alumnos están en las prácticas, implicados en las actividades de trabajo voluntario. El profesor tiene poco o ningún control sobre las experiencias de voluntariado de los alumnos en la comunidad y por tanto implica asumir riesgos en relación a lo que los alumnos aprenden. El aprendizaje significativo descansa en ciertas cualidades ligadas a la actitud, que se hallan en la relación personal entre el facilitador y el aprendiz. Estas cualidades comprenden la autenticidad del profesor y su capacidad para la empatía, la comprensión y la validación de las experiencias y el aprendizaje de los alumnos. Estos son los cimientos de la confianza.
    En el aprendizaje-servicio, estos atributos son absolutamente esenciales para nutrir la reflexión crítica y honesta de los alumnos en el aula. El aprendizaje-servicio es una pedagogía que trata de transformar las relaciones de poder y contribuir a una sociedad más democrática. Es importante recordar que a pesar de que el aprendizaje-servicio brinda el entorno para que esto ocurra, si lo hace o no, depende de los profesores y de lo preparados que estén para compartir el poder.
    La pedagogía progresista, el aprendizaje colaborativo y un aula democrática son todos ellos importantes aspectos dentro del paradigma teórico del aprendizaje-servicio.


Extraído de: Deeley, S. J. (2016). El aprendizaje-servicio en educación superior. Teoría, práctica y perspectiva crítica. Narcea: Madrid.

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